“Estrenaremos
este musical en versión de 32 músicos. El estándar es de 19 músicos. Lo que
verán es la Venezuela de primer mundo, la Venezuela que todos estamos buscando.
La persona que vea, puedo asegurar que saldrá transformada con esta experiencia
que hemos estado trabajando con tanto cariño”.
Elisa Vegas. Directora de la Orquesta
Sinfónica que musicalizó el montaje teatral Los Miserables el jueves 07 de
noviembre de 2019 en la sala Ríos Reina del Teatro Teresa Carreño. Caracas.
Venezuela
Se agradece siempre a quienes
sirven en la mediación de promocionar para nuestro acervo, dimensiones
culturales que nos ofrecen pistas clave del asunto social, de la política, de
lo que acontece, de eso que llamamos realidad.
Son aquellas y aquellos amigos, amigas que nos llevaron de niños, niñas o
jóvenes a ver el títere irreverente, al Chaplin ignoto, a la marioneta pícara o
nos avisaron la presentación de un cantor o cantora que nos movió el piso de
nuestra formación y nos dejó el porqué de la injusticia; son ésos y ésas que
nos recomendaron tal o cual película que luego nos serviría para descifrar lo
que pasa como suceso, los enigmas que hay en el hambre de las mayorías, las
falsas exaltaciones de las guerras que traman los poderosos. Cuántas amistades
se forjan a fuerza de encontrarse en exposiciones de las artes plásticas con
el fin de ver la conmoción de algún pintor o pintora cuya perspectiva sideral
nos hace comprender que la semiótica donde los días pasan, no sólo está poblada
de avecillas al vuelo tierno o campos de trigo brillante.
Y si se trata de quienes no
podemos pagar las onerosas entradas a los publicitados escenarios de la distinción
artística burguesa, cómo no agradecer esos pases
de cortesía que nos sirven para darnos cuenta de cómo andan esos pasos exclusivos,
casi exquisitos, de frac, levita que se regodean en el bel canto, en el
cuarteto de cuerdas vienés, en la soprano metida en una de esas óperas
diamantinas que nos hacen decir: ¡Oh!
Este es al caso de quien, asistida por la amistad y la gestión cultural, nos
extendió las entradas para presenciar el montaje de la novela Los Miserables
del escritor francés Víctor Hugo. Sin duda se agradece este gesto; doblemente por
permitirnos asistir al acto y a la vez, por haber podido presenciar un esfuerzo
costoso y esforzado que nos da la posibilidad de ver cómo anda la burguesía del
patio en materia de promoción cultural.
¿QUÉ LE PASA A FRANCIA?
Al entrar a la sala Ríos
Reina nos encontramos con una inmensa bandera de la República de Francia
colgando tras unos armatostes gigantes, donde presumimos se desarrollará la
trama. ¿La bandera francesa? ¿Francia preocupada culturalmente por sus símbolos,
su nacionalidad? ¿Nacionalismo francés en Venezuela? ¿Dónde quedó la Francia
cosmopolita signada en su proyección mundial? En efecto, aunque el desarrollo del
libreto luego toma rumbos asombrosos, la tesitura eurocéntrica se mantiene como
fiel eje transversal en la tramoya, el vestuario, las escenas, las actuaciones.
Francia quiere mostrarse explícitamente. Esa Francia clásica de la Revolución de
1789, esa heroína que honró a la canalla bestializada por unos reyes dementes,
frívolos, opulentos. Aquella Francia originaria que rompió con el medioevo en
su paso a la modernidad. Aquella burguesa que renacía en su piel blanca, y que
además, frente a las pretensiones arias de Donald Trump, quiere gritar: Aquí estoy yo.
Pensamos en la selección
francesa de fútbol que ganó el último mundial y encontramos la razón: siete de
los titulares de aquel equipo son originarios del África negra, motivo para
preocuparse por el futuro de su nacionalidad caucásica. Es noticia que el
Estado francés se ha reservado todos los derechos de la obra literaria Los Miserables de Víctor Hugo. Quien desee
hacer algo con esas famosas páginas tendrá que bajarse de la mula fuertemente en euros, ante tan poderosos albaceas.
Quiere decir también que el montaje que vimos tuvo su alto costo en dólares (moneda
muy de moda en la Venezuela del siglo XXI). Sin embargo, queda en el imaginario
la poderosa intención del Estado francés de arrostrarse cualquier intención
cultural que tenga alguien o algunos con su patrimonio literario. Quieren ser muy
cuidadosos de las versiones libres. Debe haber preocupación por el destino azul
de la Francia atávica en algún influyente grupo social de ese país. Parecieran
estos tiempos de despertar de nacionalismos retrógrados, de cantos
reaccionarios en las naciones europeas que expelen olor a roll back, a retroceso, a pensarse otra vez como imperio invasor,
inquisidor, que comienza su intervención con las muestras culturales y los
siguen la espada, el cañón, la cadena, el látigo. La pluma de Víctor Hugo y su libro
maestro bien pueden servir de medio para despertar a ese ser nacional.
DISNEY EN LA MENTIRA DE SER
PRIMER MUNDO
Ese ser nacional despierta
de su letargo en un país sumergido en una recesión económica de corte
neoliberal. Mientras ese Estado pretende proyectarse culturalmente hacia afuera,
la economía de mercado se lleva por delante las reivindicaciones sociales de
los trabajadores y trabajadoras galos y el grupo social francés más popular en
las llamadas redes sociales es el denominado Camisas Amarillas a quienes recibe la policía de choque con las
cachiporras, los escudos y los golpes de sus equipos antimotines, propios del
tercer mundo. Muchos de quienes poblaron
las butacas del Ríos Reina y el equipo de actores, actrices y músicos hicieron
esfuerzos por invocar el deseo de sentirnos como ese primer mundo francés, mientras
la realidad francesa tiene un fondo dramático nada envidiable. Los males
sociales de ese modelo europeo de un supuesto primer mundo se colocan en
índices alarmantes que se deben investigar a fondo antes de añorarlos o
buscarlos como pauta social a seguir.
El montaje con pretensiones
ampulosas, debido al vozarrón de algunos actores y actrices, no pasa de ser una
débil muestra de la estética Disney llevada a las tablas teatrales. Mucha audiencia
no se explica la simpatía familiar que guarda con este montaje, sin reparar en que
tienen sus gustos amoldados al cartabón hollywoodense, centrado en la receta de
las afamadas comiquitas que cada año nos entregan nuevos héroes dibujados en
las pantallas de cine y video. Trama efectista, diálogos de criticidad plana, dramatismo
rebosante y demacrado, carentes de profundidad. La figura infantil se depaupera
como en la cartilla Disney para producir lástima. Las piezas musicales
interpretadas por las cantantes son ejecutadas con un descarado estilo disneyco,
propicias para llenarse de esa ternura melosa y olorosa a superficialidad. Actuaciones
basadas más en la vocalización que en la puesta en escena, movimientos
alineados sin riesgo histriónico ni inventiva (el único riesgo estuvo en una
falla técnica del micrófono, que bien pudo ser un efecto especial), todo
calculado para impresionar con esteticismos técnicos de movimientos mecánicos en
el escenario y para seducir por el libreto caritativo, lastimero, lloroso y
típico de El Rey León o La Bella y la Bestia en producción de los famosos
estudios de California. Se trata, además, de esa visión debilucha del pueblo que necesita superheroes que lo
salven.
EL LAMENTABLE EUROCENTRISMO
DE NUESTRO PROCESO POLÍTICO
La novela Los Miserables fue
uno de los dos escritos literarios que se editaron a comienzos del gobierno del
comandante Hugo Chávez (el otro fue Don Quijote de la Mancha del español Miguel
de Cervantes) y por miles fueron entregados en plazas, parques e institutos
educacionales. La gestión cultural con graves signos eurocéntricos de aquel
entonces, influyó en que se difundieran para la lectura (y culturización) muestras
europeas, dejando por fuera a Doña Bárbara, Lanzas Coloradas, Venezuela Heroica,
Memorias de Mama Blanca, Rajatabla y un larguísimo etcétera que no siendo “mundiales”,
hubiesen influido más y mejor desde estas campañas culturales, en los deseos de
nuestras juventudes de leer su historia. Hoy retorna este argumento en el
género llamado musical producido por quienes buscan establecer un parangón
entre la revolución burguesa ocurrida en la paupérrima Francia del siglo XVIII
y la situación social de la Venezuela actual. Se intenta que la audiencia,
cautiva por la situación política, relacione su realidad con los cuadros del teatro
que se le ha tramado para confundirlo. Entonces, la tramoya debe verse como la
Venezuela supuestamente oprimida por una dictadura de la que hay que liberarse.
Es histórica y
artísticamente loable en Victor Hugo su monumental evocación de esta Revolución.
Incuestionable como hito cultural. Es importante decir también que el referente
histórico de la Revolución Francesa está totalmente desfasado para ser muestra
de pueblo alguno en el siglo XXI: consideramos que ni en Francia es un
referente confiable para ese pueblo. A esa gesta europea, no mucho tiempo
después de su irrupción, se la coleteó el corso Napoleón Bonaparte quien se dio
el lujo de invadir cuanta Europa le dio la gana y coronarse como rey. También un
arribista austríaco llamado Adolfo Hitler se cansó de humillar a una revolución
que alcanzó a darle a la clase burguesa que se consolidaba, cierto glamour para decir
discursos, la cobardía propia de los monarcas y el camino hacia un poder
marcado por la traición a los trabajadores. La mejor muestra de lo que en realidad era la
Revolución Francesa la dio la burguesía de ese país que instigó y permitió la
masacre de los obreros y obreras que soñaron la Comuna de París. Cuando
en épocas pretéritas trató de exigir sus derechos, el pueblo francés siempre recibió
el mismo garrote que hoy sufren los Chalecos
Amarillos. Siguiendo la analogía que nos plantea este cartel teatral, Venezuela
sería hoy un miserable pueblo subyugado por una dictadura, cuyas mujeres se
dedican a la prostitución y las que se salvan son presa del amorío Disney. Esa
Venezuela escondida en los argumentos de la trama francesa, estaría atrapada
entre los barrotes de la maldad y la iniquidad. No es de extrañar que se la vea así. En toda mirada eurocéntrica, por obra de las transnacionales de la información,
seríamos más miserables que el título de su novela.
LOS ESTAMOS ESPERANDO
El musical se desata con
furia cuando las muestras de la revolución francesa se manifiestan. A partir de
allí los mensajes políticos salen para impactar. No cabe duda de que van
dirigidos a favor de quienes forman parte del nido ideológico de los opositores
al actual gobierno de Venezuela y en contra de quienes lo apoyan. Hay que
prepararse -le dicen a sus partidarios- y para esto se debe ofrendar la vida. También
les datean en que se debe estar organizado y armado. Siguiendo a Darwin espetan
a la cara que sólo los fuertes sobrevivirán mientras los débiles morirán en
lechos o en brazos caritativos que les guardarán honra y lástima. No promueve para
nada la paz y el diálogo este musiquito travieso, por el contrario, llama
abiertamente a la confrontación (meterse a héroes) para liberar a Venezuela (como
se liberó a Francia). Está claro que en el contexto actual, mientras Francia intenta
liberarse progresivamente de la invasión magrebí y de otras culturas que amenazan
su ser nacional, promueve a su vez la supuesta liberación de Venezuela de un
gobierno al que no se cansan de vilipendiar con desfachatez y del que no han
dicho ni pío ante el miserable robo multimillonario del que ha sido víctima el pueblo
venezolano, por parte de sus agencias estafadoras del capitalismo y su
cancerbero los Estados Unidos, por el contrario, el embajador galo en
Venezuela, estuvo presente y coreó la autoproclamación del monigote que la Casa
Blanca y el Pentágono gringos han impuesto en la tierra de Bolívar como un
presidente fantasma.
Por el descaro que encarna, impresiona
la escena en donde se homenajea a los guarimberos de los años 2017 y 2018 como héroes
caídos del país que dicen haber perdido en lucha por ser primer mundo. Se trata
de un velorio (también con características Disney) rodeado de una atmósfera
tétrica, quejumbrosa, llorontona; apropiada para lanzar voces a esas esperanzas
incautas que quieren escuchar victorias que no terminan de llegar. En medio de
esta penuria se profieren amenazas veladas contra los culpables y contra todo lo
que defiende al gobierno, contra la fuerza de lo militar patriota. Estas amenazas
terminan en varios finales eufóricos donde se anuncian futuras victorias opositoras, no sólo de
amores reprimidos, sino de avanzadas sociales bélicas que vendrán con todo. Prepárense que los vamos a matar: -dicen
voces entre líneas. La confusión que provoca esta visión trastocada del pueblo
es notoria y en muchas personas significa el éxito de la oposición que la financia.
EL POR AHORA QUE NOS
APRENDIO CHAVEZ
Este musical, sin duda, ambiciona
a Broadway pero no llega ni siquiera a emularlo o aromarlo, le falta baile,
cadereo, gigantesco ritmo sincronizado (no por tener una orquesta en el plató,
calza el espectáculo de un musical del gran paseo neoyorkino) pero complace a
los escuálidos que fueron a buscar su victoria Fructus, en sobrecito y agua. No
es nada casual que a la función de estreno acudieran los magnates nacionales del
bachaquerismo alimenticio. Son los cipayos adalides de la burguesía que vienen
a mostrar el rostro de sus inversiones en conspiración cultural. Hoy pronostican
fuerza futura en este formato y la lástima popular que proyectan la refiere una
actriz del elenco, al declarar para un portal publicitario lo siguiente:
“Hemos tenido que trabajar
sin agua, sin luz. Hay compañeros que enfrentan temas de alimentación. Hay
muchas cosas que no se ven detrás de lo hermoso. Pero desde allá, se han conmovido
mucho por lo guerreros que hemos sido, por Claudia que no se ha amilanado.
Mariano nos comentó que, de alguna manera, él hacía esto de forma mecánica,
pero que con nosotros volvió a apasionarse. Creo que esto es un grito de
esperanza no solo para el público, sino para nosotros. Espero que así lo vean”.
¡Bueno que esta actriz vea
que hay una realidad detrás de lo hermoso que nos traman! Esto pudiera ser el
inicio de una conciencia social, si no estuviera sometida a los sesgos que
impone la alienación mediática y por ende cultural. Pues se trata del padecimiento
como acritud, como si sólo ellos lo tienen; es el sufrimiento burgués
personalista, inconsciente, transitorio; no como lucha popular consciente de ser
fuerza colectiva histórica. Se ven en el espejo de las deficiencias que tiene la
sala teatral venezolana y no en las causas reales de esas dificultades. Obvian que
el gobierno del país que está cobrando los dólares del royalty ideológico que
ofrece el montaje en el que participan, hace causa común con otros gobiernos
europeos, caimacanes del capitalismo, que tienen bloqueada económicamente a la Venezuela
bolivariana por defender su independencia, soberanía y dignidad. Luego de ver
este musical constatamos que lo llamado pueblo
tiene en el montaje una visión, a saber: la burguesa en contraposición a la visión
popular y que jamás vencerán juntas porque esa visión burguesa del ser pueblo
¡Por fortuna!, vive sus últimos momentos y es antagónica a los pueblos del
siglo XXI, al que los burgueses miran con la ilusión de poseer como a un manso
buey que seguirá trabajando para sus élites y que vivirá siempre de recibir sus
favores y migajas. Ese pueblo ilusorio, lleva en algún pliegue de su billetera -ajados
e ilegibles por el tiempo- los enunciados de Igualdad, Fraternidad y Libertad
que murieron con la Revolución Francesa. Al salir de la función nos queda en la
memoria, por breves minutos, el estribillo de la cancioncita revolucionaria
publicitada durante el montaje:
Canta
el pueblo su canción / nada la puede detener /
Esta es la música del pueblo
/ y no se deja someter / Si
al latir tu corazón / oyes
el eco del tambor / Es
que el futuro nacerá / cuando
salga el sol.
Comentamos cuando ya vamos en
el vagón del Metro que tenemos canciones revolucionarias para hacer mil
musicales (comenzando por el Himno Nacional) y evocamos a Rengifo, Santana, Pinto
y otros, otras en quienes nos legaron un teatro que nos lleva a las tablas de
manera distinta, nuestra, más artística y digna. Además pensábamos en las
persecuciones policiales habidas en el período de IV República (1958-1998) donde
se persiguió al arte y la cultura por decir mucho menos de lo que este musical
vocifera; significando a su vez la estupenda democracia que impulsamos en Venezuela
desde 1998, donde la burguesía puede financiar y exhibir una muestra cultural de
corte e intensión europeos, sin que sufran el menor acoso, a pesar de sus
significados sesgados por el doble sentido de la instigación, como ésta que
busca presentarse como una obra de arte, cuando no es más que farándula y basura ideológica.
En estos días estuve investigando sobre la política cultural del Gobierno Revolucionario de "La República" en España, y por ejemplo hay cosas que todavía estamos tan distante de aquella propuesta que fue truncada en 1936 y que sólo duro 3 años y que con 20 años aquí no hacemos. España en 1933 era una sociedad con el 70% de su población analfabeta y La República realizó replicas de 24 cuadros de Goya y Velazquez y los exhibían en los Pueblos y así por ejemplo tres mujeres campesinas de un Pueblo en Asturias pudieron apreciar de forma gratuita en algún espacio público, los más bellos cuadros que se encuentran en el Museo del Prado (ahora con 200 años sólo para la burguesía)y Federico García Lorca con el grupo de Teatro La Barraca hizo una gira por 64 pueblos de toda España y se presentó gratuitamente y según sus palabras "prefiero un público de obreros y campesinos". Yo quisiera ver los cuadros de Reveron y Rengifo por ejemplo en Araya o Guasdalito para que aquellos que nunca han idos un Museo los pueda apreciar o una Compañía de Teatro de la calidad de la Barraca presentandose en Caicara y La Guajira. Si no hay Revolución Cultural no hay Revolución
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