“Una
mano lava la otra y las dos lavan la cara”
Dicho popular
El
ser humano alcanzo la magia de la técnica y el milagro de la tecnología cuando
constituyó sus manos. Aquel ser primigenio seguramente inició su
autoaprendizaje siendo mujer y luego logró al hombre en el forjamiento de la
aotoorganización de la vida, entre la oscilación experiencial de todas las
especies juntas para ser ameba luchadora de su néctar, liquen pintor de las
primeras hojas, hormiga maestra del esfuerzo increíble, ave pedagoga del andar
por el aire para esculpir nubes y prefigurar sueños, pez escritor de la
historia del origen del universo en los en los archivadores párrafos del agua,
reptil detector de las palpitaciones de la tierra, batracio héroe de la
ambigüedad y del canto sagrado del tiempo, hasta amantar del seno lácteo de las
constelaciones, de la teta proveedora de la tierra, de las infinitas ubres de
la existencia la posibilidad de un cuerpo –visto por la hermana mona entre sus
brazos- y de allí las manos, su recuerdo de cuando fue árbol; las manos, sus
maestras más fieles; las manos juntas –cuenco, mazo, tenazas, mensajes
actrices, flores, pinceles, caricias, energía, placer, anuncios- imbatibles sus
manos, nuestras manos, imperecedero refugio.
Reprimir las peligrosas manos
Ya
desde los inicios de la división del trabajo, las manos son objeto de
persecución y castigo. Son ellas la hacedoras naturales y el símbolo de la
transformación de la realidad. Con las manos se escribieron los primeros jeroglíficos,
se llevaron a cabo las primeras tareas laboriosas, se construyeron las
incipientes herramientas para aproximarse a la técnica y las necesarias armas
para defenderse de la adversidad. Sin embargo, desde los primeros códigos se
establecen graves y abominables sanciones contra quienes transgredían los
acuerdos dominantes de la propiedad y las gentes poderosas. Fue común la
amputación de los dedos o de las manos completas cuando la falta era
considerada más grave. Quienes imponían este indescriptible castigo sabían que
la víctima perdía voluntad sobre su realidad o era lesionado en el abrigo
energético esencial e imborrable para la continuidad de su vida, pues tiene
analogía con la rotura de un espejo.
Un
ejemplo de utilización de la imagen de las manos como visualización del castigo
para el dominio y el triunfo, lo constituyó el acto de cercenar las manos al
cadáver del Che Guevara. Con ese abominable acto, la CIA quiso representar el
triunfo del capitalismo sobre símbolos que supo construir el guerrillero
heroico para ser utilizó en las luchas de los pueblo. La escritura política, la
sanación activa, el trabajo voluntario, la lúdica en el discurso oral, el arma
bélica por la libertad, la energía impulsora de acciones, el espejo para el
rostro de los pobres, la revolución permanente, el abrigo universal y otros
tanto que representaron las manos del Che, se pusieron en tela de juicio cuando
los esbirros del imperio las separaron de su cuerpo. Afortunadamente el mundo
revolucionario negoció a la ignominia aquellas manos heroicas por una copia del
diario de Bolivia. Además, una foto fractálica del Alberto Korda sintetizó la
integralidad imperecedera del comandante amigo para la eternidad.
El aula de clases también ha torturado
Ha
sido común la utilización de la palmeta como arma represiva para agredir las
manos de niños, niñas y adolescentes. Un sector autoritario de la escuela
venezolana, hasta entrada la década de los años 70 del siglo XX, aún legitimaba
el maltrato (sobre todo de las manos) con este despreciable instrumento sobre
el cuerpo de la infancia. Por lo general se trataba de una regla de madera (a
veces de metal) utilizada en paz para medir superficies y volúmenes, pero que
cobra un terrible efecto represivo y de tortura cuando era utilizado, por no
pocos maestros, sobre las palmas de las manos del estudiante.
Las
minuciosas escalas milimétricas dibujadas sobre la palmeta representaron un
genuino símbolo del positivismo instrumental que todo lo pretende imponer en
mediciones y comprobaciones por vías reduccionistas, aplicadas para sacar
lágrimas y subordinación a fuerza de golpes. Además, contribuyó al mecánico –y
a veces inútil- aprendizaje memorístico, cuando se utilizó para reprimir en los
niños y niñas la natura, útil y legítima posibilidad matemática de contar con
los dedos de las manos. Esta pudiera significar la acción más criminal que la
escuela autoritaria ha cometido contra la pedagogía y el aprendizaje de las
matemáticas.
El refugio de las manos
Muchas
mujeres reivindican a diario la significación de las manos como esencial abrigo
humano, cuando dedican un tiempo a su cuidado y embellecimiento estético. Uno
las ve en el Metro y hasta en los yises de ruta troncal, aplicando sobre sus
uñas, con maestría de Picasso, el
colorido óleo de la vida. Tambien el arte de la quiromancia ofrece un
trascendental uso de las manos para construir perennidad y augurios.
Hoy
la escuela se reivindica con el refugio de las manos a través de la promoción
del arte y del trabajo en los proyectos de aprendizaje; también en el ejercicio
del derecho de niños, niñas y adolescentes a contar con los dedos, a hacer
sombras chinescas frente al aburrimiento, a jugar metras, a tocarse cualquier
parte del cuerpo sin lesionar el buen gusto y el sentido común, a tomar otra
mano para la solidaridad o la amistad, a rasgar las cuatro cuerdas de la
pequeña guitarra venezolana llamada cuatro, a comunicarse con las personas
discapacitadas del oído, a acariciar el mundo con todo el amor posible. La
manos humanas son el papagayo capaz de abrigar el universo.
Intercambio de manos
¿Es
feliz y práctico comprar el regalo hecho y además saber su precio? Maestras de
escuelas imaginan en sus aulas el origen de los regalos intercambiados por sus
estudiantes en diciembre. “Éste lo compraron en tal almacén, éste en tal tienda
y éste en tal centro comercial”, suelen decirse.
¡Cuidado,
maestras! Algún estudiante puede presentarse al intercambio con un regalo no
comprado, con un regalo construido con sus propias manos. No las sorprendan su
creatividad, su belleza y su desprendimiento.
La mano de Rilke
El
poeta moría. Victima del tifus, moría el poeta al poner sus manos al servicio
de la galantería, del merecimiento de la mujer a recibir una rosa junto a unas
metáforas que halagaran su ser profundo, su belleza, su paso sensual por el
mundo.
El
agujón de una rosa se clavó en el pulgar del poeta, cuando pidió permiso a la
eternidad y arrancó del jardín su belleza para unirla a la femineidad. Y en su
muerte estaba la vida de sus manos, ofreciéndose con profunda poesía al sagrado
riesgo de la sencillez.