domingo, 9 de septiembre de 2018

PACO



No se baja vivo de una cruz.”

Julio Cortázar
 

I

¿Quién pudo haber ordenado la búsqueda, en aquel cuartucho íngrimo, de alguien a quien todos habían sometido a la indiferencia sin saberla tan parecida al olvido? ¿Estaba adentro o era nada más una sospecha sacada de la sorpresa de no verlo deambular más entre la muchedumbre fabril, cruzándose en el ruido de máquinas y en el olor aceitoso que se pega de la ropa, de la piel y de los pasos aligerados que llevan caras largas con miradas guardadas en ese silencio que oculta sentimientos? Las preguntas siempre bullen del panal de la incertidumbre, cuando alguien decide alborotarlas con ausencia para picar la miel de la curiosidad.

Paulatinamente todas y todos se percataron de cómo sentían la fábrica sin Paco. La costumbre fue borrando de los recuerdos huellas que con los años terminaron pareciéndose a otras huellas que venían y se iban para siempre, en el balancín que gobierna la molicie y la ganancia derrote al salario. Ese no estar lo fue apareciendo difusamente en un lugar anclado a fuerza de empujones vivenciales, del nadir donde se comienza a ignorar, a no ver. Luego regresó sin el salvoconducto del renacimiento y allí comenzó a estar sin estar.