«El
sexo es la transfiguración de lo físico en lo mental. No es para nada físico,
como cree la mayoría, porque el efecto de la relación sexual es muy pobre, muy
repetitivo y finalmente, muy consternante. En nuestro imaginario, el sexo es
algo que nos lleva más allá de los cuerpos, porque el orgasmo es salir de uno
mismo hasta ir más allá de la idea de nuestro propio cuerpo, y si es así, eso
quiere decir que el sexo es algo metafísico.»
Catherine
Breillat
Llévame
con tu cuerpo y hazme cada poro, cada sustanciosa saliva, cada flujo corporal,
cada gemido efecto de ruda fragancia. Llévame con tu mente a reconstruir la
alegría entre todas las congojas habidas. Pisaremos el campo minado de los
cielos, para reconstruirnos por sobre infiernos destartalados. Llévate conmigo
a través de ese amor. Ese amor de vinos y cayenas. Ese amor de soledades y
extraños encadenamientos. Que tu espíritu sea. Sea únicamente en mí. Sea rector
de lujuriosa eternidad con que te pienso. Sea templo buscado y encontrado para
caernos a cuerpazos placenteros, a espirituazos delirantes y en almazos tuyos y
míos, probemos la vicaría imaginaria de cada ser ausente. Que a fuerza del tú
yo, del yo tú, seamos océanos de almas andariegas, de corales acústicas, de
armoniosas sinfonías acuáticas; seamos espíritu de un mar navegado en nuestros
labios. Déjame caer hasta él, con mis manos transparentes, mis imaginarios
desérticos, mi visión desnuda. Deja caerte sobre los sudores del montañoso elemento del que estoy compuesto. Mira los ojos de un loco
pernoctando por las ansiedades de tu cueva de Altamira. Allí he grabado mis
cacerías traviesas, rebuscando cada melindrosidad de tus pasiones, cada fauna
tentación de los bestiales placeres que te acompañan. Cargo sobre la espalda esta
tristeza del ser abandonado a la suerte de su propia esperanza. Soy un hombre
cotidiano que necesita un beso tuyo para transfigurarse en rana de pozo sin
fondo, en canto solitario de trovador furtivo, en elevado y cuántico ente
corpóreo navegando a través de todas las energías suspendidas en la eternidad.
Si durmiera, soñara con tus huellas digitales sobre mí y mil mujeres
preguntando las razones del cadáver placentero en que me convertí. Si
despertara, te mordería como a una manga de cascadeante néctar, así no
estuvieras a mi lado en toda tu monstruosidad femenina. Siempre bajas de la
luna a pura luz. Me sobra espíritu eterno para conseguirte en cualquier sombra.
En algún lugar de la infinitud, fuiste llama y yo energía, fui combustión y tú
desencadenada explosividad, fuiste masa, mandrágora, magia, mente, maravilla,
movilidad, mía, mujer, y yo hombre; Dios creído bajo el escepticismo
protuberante de un amor que camina por la ciudad, como una sorda patada a una
piedra quieta. Comiendo ausencias me dedico a buscarte en anuncios de
constelaciones encontradas, en títulos de algunas bibliografías bíblicas, en
listas de antiguos mitos, en créditos de películas clásicas, entre aliños de
alguna comida pagana que consumo. Eres mi mejor blasfemia. ¿Dónde estuvieras si
no te hubiese llamado hoy a mis letras? De seguro, en el no sé dónde de mis
días, en el amasijo de sueños que guardo amontonado entre mis impaciencias o en
el cúmulo de todos mis anhelos.
Del poemario inédito El Pozo de los Anhelos
Del poemario inédito El Pozo de los Anhelos