martes, 27 de marzo de 2018

MANS VON LARVORIUS


Había accedido a ser larva. ¡Larva, Dios, Larva! Una miserable larva de cripta. Un espíritu otrora grandioso que había ocupado cuerpos insignes de personajes notorios y en este instante metido en la babosa corporeidad de una larva de camposanto. ¿Quién sabe qué cuerpo le había originado? Veía a las otras de su especie ejecutar ese movimiento incesante, minucioso, donde el asco clama como en una ópera, emanado de cada uno de los órganos inertes metidos en sarcófagos y un desprecio sobrecogía su reptar sanguinolento al sentirse superior a aquella excrecencia que se hermanaba para luego ser eliminada con cualquier desinfectante o movimiento de tierra.

Años le costó sobrevivir mientras se arrastraba penosamente, alimentándose del nutritivo humus de la tierra. En un tiempo que su natural ignorancia le impedía calcular, se transformó en un rozagante gusano cuya andadura solapada entre el detritus propio de los más inmundos basureros, sorteó ganándose el derecho a subsistir cada tanto encontrando pocitos de agua y así nadar a través de una vida que segundo a segundo encontraba estirando la suerte hasta el extremo de casi morir disecado bajo tenues rayos de sol, sin embargo, humedades venidas de otrora círculos concéntricos de estados atmosféricos lo salvaban, permitiéndole continuar la marcha tras su quimera discreta.

Aquellos eran edificios construidos a base del fuerte acero. De nuevo fue salvado por algunas lluvias que le permitieron crearse respiraciones transitorias de vida instantánea. Al llegar a los estudios le costó reconocerlo entre tanta egolatría, mas la suya era sobresaliente; aunque estadounidense de nacimiento levantaba la ceja derecha y así parecer un inglés rancio que había usado monóculo. Escondióse en su oficina donde el aire acondicionado le hacía el bien de conservarlo en un grosor adaptable. Aunque nadie notaría su presencia insignificante entre aquella pulcritud mantenida a raya cada día a la misma hora por un personal eficiente, debía cuidarse de la acción de esos aparatos automáticos que podían absorberlo en un instante hasta la desaparición.

Desde allí observó todos sus movimientos; cuando llegaba apresurado a cumplir su agenda meticulosa; cuando se concentraba en sus guiones con demacrada seriedad; cuando discutía con algún socio el costo de su próxima producción. La contextura gusanesca se le estremeció al momento de escuchar que el próximo filme trataría sobre cadáveres en tumbas. ¡Lo que siempre quiso! Ser actor principal en una escatológica toma donde mostrara la diminuta asquerosidad de su insignificancia eterna. Durante semanas había leído el guión, paseándose por cada una de sus letras y allí supo la escena exacta en la que ocurriría el momento estelar.

Aquel día actores y técnicos danzaban de un lugar a otro en búsqueda de colocación pertinente. La escena se realizaría en cuestión de minutos. Había escogido estar sobre la solapa de su abrigo negro para resaltar con pretensiones de estrella. Le costó subir al lugar más alto del plató para caer en el lugar indicado, con la dificultad de que se trataba de un actor que además era el director del filme y sus movimientos eran compulsivos e imprevistos. Cuando el cuerpo se movió transversal a grandes zancadas para hacer algunas recomendaciones se dejó caer con riesgo y logró que nadie percibiera su asolapaje. Escogió la parte superior del ojal para sostener su inmolación. “¡Acción!”: -dijo el asistente de dirección y la cámara se movió hacia el actor para captar el rostro aterrorizado del personaje. La toma se detuvo sobre el perfil izquierdo para que se notara la arteria sangrante y allí sobresalía el ojal de la solapa en donde se había ubicado aquel actor infinitesimal por cuya escena había decidido morir.

-¿Qué te parece como quedó la escena Vincent?
-Está bien. Sólo una observación. Veo algo blanco sobre el ojal. Es como un gusano que se mueve.
-¡Ja! ¡Grandioso, mi querida Stella! Tomémosla como si un Extra vino para causar más terror. ¡Celebremos!

VINCENT PRICE









Del libro inédito LIMBIC@S: Buscan contextos para llegar a ser textos.