Un pedagogo hubo: Herodes.
JUAN DE MAIRENA
¡A
mundo! Yo vi al sute salir de la escuela como un colibrí. Yo venía de donde los
chinos con unos paquetes y lo vi cuando saltó desde el portón como un huracán
hacia la acera. Iba como buscando algo. Iba como asustado. Como si se le
hubiesen perdido las metras. Le vi angustia en la carita sudada. No me dio
tiempo de decirle nada cuando pasó a mi lado rumbo a la esquina y entonces el
carro le dio de frente, y así voló hacia el pavimento unos cuantos metros.
Quedó como un pichón inerte. Pobrecito. Escuché el frenazo, el golpe y los
huesitos quebrándose con el impacto. No pudo gritar, ni llorar, ni balbucear siquiera,
ya que fue golpe y caída a un mismo tiempo. Mucho más gritamos quienes le rodeamos
de inmediato su cuerpecito baldío sin poder tocarlo. Con el cachetico pegado al
asfalto, los ojitos cerrados, ya no tenía semblante. Todo fue tan rápido que de
seguro el color se le había ido al cielo.