Woe
soy yo
Woe
eres tú
Woe
somos nosotros
Woe
– woe – woe
Wooooooooooe
AMIRI Y AMINA BARAKA
Poetas afroestadounidenses
Poema A cry for the People
(Lamento por el pueblo)
Provoca pensar que lo que sucede actualmente con las elecciones de Estados Unidos (EEUU) es un Show, incluso, bueno es mirar estas incidencias con ciertas dosis de humor porque ayuda a discernir e interpretar. Aquel dicho que dice: mirada de lejos la vida parece una tragedia, pero vista de cerca parece una comedia, pudiera ser aplicable al gran país del Norte en este instante. Sin embargo: ¡Cuidado! Para nada es un Show lo que estamos viendo en las pantallas del Tío Sam.
Lo sorprendente es que todo esto era previsible
con sólo mirar lo que venía sucediendo en comicios anteriores. Recordemos el
robo hecho por la maquinaria electoral de concepción elitesca, al favorecer al
republicano George W. Bush sobre el demócrata Al Gore (2000) con esa trácala de los
llamados Colegios Electorales. En EEUU deciden las minorías oligarcas sobre el
pueblo. Incluso, el sistema electoral gringo está diseñado para que no haya
sorpresas. Dos partidos políticos se disputan los destinos de la nación casi
desde comienzos de la República.
¿Qué pasa ahora? ¿Por qué al momento de
escribir este artículo aún no se sabe oficialmente quién ganó las elecciones en
EEUU? O, viendo los incidentes del otro lado de la calle: ¿Por qué no declaran
ganador a quien sospechamos (o ya se sabe) que ganó? Aquí surge la memoria de
nuestro camarada alemán Karl Marx cuando nos habla de las contradicciones en el
seno del capitalismo. Los imperios no son monolíticos ya que están formados por
factores de poder con diversos intereses.
La última grave crisis habida en EEUU se desplegó
cuando un grupo emergente dentro del partido demócrata se planteó otra vía (no
menos hegemónica y agresiva) para dirigir los destinos del país y su cabeza
visible fue detonada con varios disparos de rifle en la Calle Elm de Dallas,
Texas, casualmente a finales del mes de noviembre de 1963. El asesinato de
John F. Kennedy, además de significar un golpe de Estado y un magnicidio, quitó
del medio a un grupo de tendencia liberal que hacía contradicción con los
factores de poder tradicionales.
Esos poderes de la hegemonía que aún bullen relaciones
capitalistas en EEUU comienzan a tener serias contradicciones internas. Desde comienzos
de los años 90 del siglo XX, en ese país se muestra una pérdida de poder económico
en la hegemonía mundial. Otros capitales de países como China y Rusia han
abordado el buque mundial de relaciones mercantiles que han hecho perder a EEUU
cartel e influencia. Inclusive, pareciera que el último eslabón de poder que le
queda como cancerbero del capitalismo: el armamentismo, está siendo trasladado
desde hace algunos años a Israel. El país EEUU próspero, rico y poderoso de
ayer hoy no existe. Una multipolaridad incesante y paulatina tiende a desplazar
su influjo que se mantiene sólo en los escenarios ideológicos.
Desde otro ángulo, un grupo de grupos oligopólicos
ha ganado influencia desde su aplastante derrota en 1945, finalizada la llamada
Segunda Guerra Mundial. Se trata del grupo ario. Cúmulo de poderosos racistas,
guerreristas, supremacistas, totalitarios que llevaron al poder a Adolfo Hitler
en 1933 en Alemania; hoy sus nietos son promotores, impulsores e instauradores
del modelo económico neoliberal, se han hecho de nuevo protagonistas de las
principales esferas del poder y han levantado una peligrosa base social en muchos
países europeos y en EEUU. La expresión política del poder ario es el fascismo
y viceversa.
El grupo ario que había tenido significativas evidencias
de poder en EEUU a través del llamado macarthismo, aún debe disputar su influencia con las fuerzas sionistas del
judaísmo cuya presencia es preponderante, ante todo desde la creación del llamado
Estado de Israel. Esta contradicción (subrayada en lo económico) parece limarse
en las últimas décadas a través del nuevo rumbo tomado por el belicismo con la
política de Guerra Total que absorbió alianzas estratégicas de muchos sectores
del hegemón. Esta política ha sido de implacable aplicación debido al agotamiento de
las reservas energéticas estratégicas del planeta, que ha hecho necesario para
sus planes expansionistas, invadir los territorios donde esos reservorios se
concentran. Arios y sionistas pudieran estar conviviendo en esta bombona de oxígeno del
capitalismo. Sin embargo, el grupo ario no había tenido a alguien en la Casa
Blanca para imponer su visión del mundo y sus estrategias.
Ese ario necesario ha sido Donald Trump. En dos
patadas y un portazo, los arios han planteado en EEUU la vuelta al rancio blanco
supremacista, la progresiva execración de todos aquellos grupos sociales considerados
diferentes, la represión y marginación definitiva de las comunidades afroamericanas, reaparición de los linchamientos, la
imposición de un estado totalitario, la marginación total de la disidencia, la
construcción de un muro en la frontera con México, el recrudecimiento del bloqueo económico a Cuba, todo tipo de
discriminaciones sociales, la profundización de la política de intervenciones,
sanciones y bloqueos en todo el mundo y la instauración del imperio de la
manipulación de las comunicaciones, la asfixia completa del ejercicio democrático
en toda la sociedad.
Siguiendo la actuación mundial de sus
antecesores fascistas, nada temerosos de agudizar las contradicciones, los
arios gringos con Donald Trump en los pies, se han dado a la tarea de extremar la
represión en toda la sociedad, de ahogar la cotidianidad con tragedias permanentes
con el fin de instaurar un estado totalitario, sin mediaciones ni maquillajes liberales.
Esto ha levantado una corriente (aún dispersa) de descontento en diversos
sectores sociales, haciendo confluencia con grupos y organizaciones ´que han
mantenido un pensamiento político crítico de resistencia frente a esta realidad.
Previo a las elecciones y a la crisis del COVID-19, el asesinato del ciudadano afro-estadounidense George Floyd desencadenó una ola de protestas airadas y violentas en varios Estados, como la gota que rebasó el vaso del estado de brutal represión impuesto desde el inicio de la gestión que pareciera ser una vil provocación. Frente a estos hechos, Donald Trump y sus arios creían que los sectores supremacistas impondrían su influencia, pero no ha sido así. Por el contrario, han demostrado ser una minoría, muy poderosa, provocadora, pero minoría a fin de cuentas. Atizando desde el descontento creyeron ganarse a la gente, en la apuesta al sentimiento reaccionario fomentado en el ciudadano medio en todos estos años, pero la realidad está diciendo que les salió el tiro por la culata.
A duras penas, al poderoso emporio de
encuestadoras y consultores les ha costado enormes esfuerzos mostrar a Donald Trump con chance de
relegirse en la presidencia, dada la impopularidad generada por sus
provocaciones y agresiones. El leve matiz de diferencia habido con el candidato Biden lo han transformado en "comunista" como resurrección macarthista de la Guerra Fría. Quienes manejan el férreo aparato electoral, tradicionalmente han
confiado en los efectos provocados por la manipulación de la opinión pública
para generar matrices y tendencias. Esto pareciera no estar causando los mismos
resultados del pasado. Amén de que, por primera vez desde las manifestaciones por los Derechos Civiles de los años 60 del siglo XX, muchos de los estadounidenses de
cualquier bando han dejado de mirar el televisor como proyector de las
representatividades políticas y se están haciendo de la calle para protagonizar,
cuestión que hoy es vista como el anticipo de una guerra civil.
EEUU viene siendo un barril de pólvora por
primera vez hacia adentro desde el auto ataque contra las Torres Gemelas y dista mucho de ser el protagonista de un Show hacia
afuera. El pueblo estadounidense (¡que existe!) está siendo protagonista del
derrumbe de las mentiras con las cuales se le ha sometido a una demencial
manipulación desde siempre. El otrora carnaval electoral con banderitas y
sombreros de copa de cartón que luego se lanzaban a la basura junto a un vaso
de gaseosa y los desechos de una hamburguesa, se ha transformado en una
terrible tragedia social al salir las pústulas de un tumor de falsedades
acumuladas. Como procesos sociales de esta magnitud, amplían y fortalecen la conciencia de
los pueblos, el estadounidense debe estar viviendo esta trascendencia en el
irrumpir de una corriente histórica que está tomando cause hacia una mayor
radicalización.
Otro aspecto importante con el que están haciendo
mofa en las llamadas redes sociales es la concepción de democracia promovida tradicionalmente
por EEUU como modelo y que tiene a las elecciones como quintaesencia. Esto es un
aspecto significativo que no se decide en un juego de cartas, ni en un chateo
por twitter porque la derrota electoral de Donald Trump significaría, la primera ruptura importante contra la manipulación mediática desde los movimientos contra la Guerra de Vietnam. Además, el resaltante indicador de un repunte en la participación electoral (en donde venía aumentando la abstención) significa oxigenación en el nivel de politización del pueblo. Cualquier movida extrema (que pareciera estar en el ánimo y decisión
de Trump) que coloque en duda el proceso, sin que se utilicen los mecanismos
del Estado de Derecho, se llevaría en los cachos esta cuestionada democracia
con su modelo electoral arrastras.
El grito de fraude de Donald Trump como
aspirante a la relección siendo presidente constitucional es un llamado
descarado, provocador y cínico a la rebelión supremacista y tendría las características
de un golpe de estado. Dependiendo del movimiento que hagan las élites ante
esta contradicción, estaríamos (o no) presenciando el comienzo de una guerra civil.
No olvidemos que EEUU es una sociedad armada y cundida de grupos paramilitares
organizados, que han sido utilizados por los gobiernos para tareas sucias en
otras partes del mundo.
Sin lugar a la menor duda, debemos apostar a la
agudización de estas contradicciones en la sociedad estadounidense y a la
profundización de la crisis del hegemón capitalista en el seno de su policía
fundamental, sin caer en la banalización del pensar político que obnubile de
ligereza o dogmatismo el análisis crítico. Hay evidentes signos de agotamiento
en ambos espacios del sistema capitalista. Cuando la única carta que le queda a
la hegemonía es la misma que fue quemada junto al cadáver de Hitler es porque
el sistema capitalista no tiene ya nada que ofrecer a la humanidad.
Un postcapitalismo se avecina. Los pueblos del Abya Yala, organizados y haciendo unidad en una propuesta revolucionaria, deben mantener sus actuales postulados de lucha en la calle, con los cuidados necesarios. Siempre ha sucedido que la crisis de los imperios trae consigo la agudización inmediata de las contradicciones en los gobiernos cipayos. La crisis de EEUU que parece no tener vuelta atrás, nos llama a unir banderas, sincronizar acciones y crear el porvenir desde el presente con una práctica antihegemónica y emancipatoria. Vamos venciendo.