Haber
sido pioneros vicarios de la primera televisión comporta una gloria
infantil. En mi casa fuimos la segunda familia en tener un aparato en
todo el Bloque 12. En el apartamento se apostaban algunos chamos que
mi papá dejaba mirar un rato en la noche porque en la otra familia
privilegiada cobraban la entrada a medio
(un cuarto de bolívar).
Mi papá lo hacía de gratis.
Mientras
comenzaban a llegar las series fabulosas, la primera televisión
declinó poco a poco para dar paso a una pantalla menos ingenua que
aún tenía improvisaciones pero era más técnica. Sin embargo
asistíamos a las comiquitas iniciales que eran en inglés; había
que interpretar al Popeye que se tragaba las asquerosas espinacas o
al Super Ratón que siempre derrotaba al Lobo Aceitoso. Hasta que
llegó la primera serie grandiosa.