A
mí me gusta venir a estas marchas porque siento una catarsis.
En la
marcha anterior grité hasta que quedé afónica pero llegué a mi
casa relajada.
Hoy pienso hacer lo mismo.
Dicho
por una joven que se dirigía a la concentración
opositora en un
vagón del Metro de Caracas
el día 23 de Enero de 2019.
Tienes
rabia porque naciste sin Patria. El suelo que pisas te es
desconocido. No tienes suelo ni consuelo. Las aceras por donde
caminas te asustan; piensas que te saldrá cualquier murciélago o
zamuro o abominable hombre de las nieves, por esto vives en un susto
permanente. Te sientes propietario de tu miedo al portador y eres
feliz alimentándolo con pastillas y discursos de la Cuarta
República. Dices que antes se vivía mejor cuando jamás viviste ese
pasado porque te distanciaron amargamente de tu propia historia y te
mintieron, por esto te fastidia escucharla. Eres un lacerante
presente sin porvenir.
Si vives en una casa (o quinta), apenas escuchas los ruidos de los aparatos eléctricos de tus vecinos como juguetes de tus soliloquios. Si vives en un apartamento, sólo te sientes seguro si tienes en tu llavero todas las llaves que cierran las rejas que hay en tu camino hacia tu incertidumbre y apenas si percibes voces fantasmagóricas en los otros apartamentos. Hay quienes viven en ranchos, aspirando las miserias que hoy te hacen clamar la destrucción de un país que desconoces. En todas partes se cuecen inconsciencias.
Tienes
la impresión de que todo el mundo te envidia. No eres sin una
hamburguesa, sin un shopping, sin una palabra vacía. Te importa un
bledo si alguien no come. Cuando ves a una persona hambrienta te da
lástima y te conformas a veces con el pretexto de la limosna, pero
tu pensamiento adquiere unas muletas psíquicas que no te permiten
llegar a tiempo a la conciencia; siempre te devuelve el
remordimiento.
No
pasas de la confesión del domingo, ni de regalar lo que ya no te
sirve. Lo que ahora te incomoda, te desespera, te angustia lo
controlan los mensajes del televisor y las bisuterías que te
embadurna Hollywood: le crees con absoluta necedad, todas las
patrañas a CNN. Tienes los prejuicios a millón; como si te los
hubieran inyectado en Miami. Hablas de la gente que no eres tú, como
si te olieran a rancio, incluso, de tus amigos que vienen escuchando
tus sarcasmos hirientes. A ustedes los han formado para que conformen
un torneo de estupideces.
No
te importa si aún hay árboles, si el cielo está azul, si en el
ascensor te dieron los buenos días, si Palestina ha dejado de ser
invadida por el enemigo de los pueblos. Quisieras para siempre que el
país donde vives se pareciera a los Estados Unidos, pero en el fondo
lo que quisieras, a toda verdad, es vivir en los Estados Unidos,
confiésalo: ¡Cómo te gustaría ganarte la Tarjeta Verde!
Mucho
de lo que tienes es porque todo esto te recuerda que eres humano, que
el amor existe más allá de las novelitas rosa, que los problemas no
los resuelve Batman sino la gente codo a codo en solidaridad. Mucho
de lo que tienes es porque en el fondo sospechas que el mundo anda
mal y no te lo reconoces porque es como un zancudo en la oreja que se
puede espantar con un manotazo o aplastar con un aplauso.
Pueden
más, toda la basura ideológica que te han embutido en el alma, las
habladeras sin sentido que salen de tus Halloween, en donde se
refleja que te han hecho confundir cultura con farándula, los twits
mentirosos que te tragas de los laboratorios de guerra sucia, acerca
de la dignidad con que resistimos, que una realidad dura que tienes
frente a tus ojos y no la quieres (o no la puedes) ver.
¿A
que no sabes que el planeta donde vives tiene pocos años de vida si
el capitalismo que tú adoras continúa destruyéndolo? ¿A que no
sabes que si esta destrucción continúa, todas tus generaciones
familiares no tendrán dónde vivir? ¿A que no sabes que la gente
que dirige tus esperanzas te viene mintiendo y tú no tienes más
remedio que creerles porque estás impedido de repensar la realidad
de manera diferente a como este sistema capitalista te ha
acostumbrado?
Tienes
dudas. Una débil corazonada te dice que te están engañando pero no
alcanza a ser la certidumbre que te aclare la visión. En el fondo no
tienes más remedio (aunque no lo reconozcas) que seguir de oveja de
los intereses de esos politiqueros, mientras te das cuenta que en
cada crisis que provocan, envían a sus familiares al exterior porque
aspiran a que tú te inmoles por ellos.
Me
avergüenza cómo te han entrenado para que ofendas a la madre del
Presidente, con ese corito histérico, fascistoide, babieco;
vociferas esa barbaridad seguro de que ofendes al pueblo que somos,
pensando que no te comprendemos y te burlas con tus amiguitos,
mientras ese pueblo que somos, con todas las dificultades que podamos
tener, desconfía enormemente de tu humanidad y seguirá
preguntándose: ¿Esta es la calidad de gente que quiere gobernar a
Venezuela? ¿Estos son los jóvenes que quieren que esto cambie? ¿Con
estas groserías, vulgaridades, ofensas y burlas quieren quitar a
nuestro Presidente? ¿Quiénes los dirigen?
Ya
sabemos quienes te dirigen. Son quienes te han regalado ese album de
engaños con todas las barajitas posibles. Llevas engaños en los
bolsillos, en la cartera, en la sonrisa, en la mirada, en el bonito
termo de agua. Son muy antiguos. Esos engaños que tú vives en estos
momentos como si fueran novedosas verdades, ya los vivimos y ya los
sufrimos. De esos engaños también conocemos consecuencias de las
cuales no pudimos evitar que fuesen causas de tu ignorancia. Recuerda
que la ignorancia suele ser mucho más grande que el engaño.
Te
comprendo. No te queda Patria. No te queda mundo. Ni siquiera el real
y medio de la canción infantil. Necesitas del artificio que te han
hecho creer para que oxigenes tus pulmones estrechos. Tienes amos.
Eres esa nueva esclavitud que busca gustosa sus propios cepos, sus
propias cadenas. Lo más abominable es que te crees amo siendo
esclavo. Aseguras que eres dueño de ti mismo cuando lo poco que
tienes se reduce a una goma de mascar, ciertos calembes olorosos a
nitrógeno, alguna canción de moda en tu grabador y unas órdenes
resecas que te envían con desprecio tus cancerberos.
Te
reunirán en una plaza: ya conoces el guión. Agitarán tu ánimo con
consignas huecas. Los mismos politiqueros que has visto en tus
sueños, volverán a lanzarte pazguatadas como caramelos insalubres,
seguros de que los chuparás hasta sacarles ideología. La fecha que
te prometieron para hoy mismo, para ya, para este supremo instante,
se irá convirtiendo en... mañana es la cosa. Te harán creer
que eres lo más importante de la galaxia, para finalmente devolverte
a tu casa con tu perolito de agua, tu visera de siete estrellas, tu
franelita de marca, tu país prestado en la espalda, tu ilusión
carcomida, tu ser por el suelo. Te harán creer que tienes otro
Presidente como si te regalaran un tubo dentrífico para que te laves
la boca. Intentarán regar de fascismo los porrones en donde siembras
frustraciones.
Mientras
aquí sigue habiendo una Patria que resiste, con la sencillez de una
arrechera libertaria, de una alegría con horizonte y amaneceres
fecundos, porque el pueblo que somos defiende a dentellada seca
nuestra dignidad y estamos dispuestos a reivindicar nuestra
soberanía, elevada en los puños firmes como preciada bandera, justo
en el momento en que nuestra disposición se acrecienta y esta
tendencia a vencer renueva su invicto; tú te arrodillas ante un
imperio que se desmorona, que deja la osamenta de una destrucción
agujereada a su paso sin esperanza. Esto es lo que tú tienes. De no
volver la mirada a los predios de esta resistencia popular que
conformamos, a este pequeño y aguerrido panal de mieles y victorias
y arcos y flechas ancestrales y voces de Bolívar y de todos nuestros héroes y heroínas, esto es lo único que te queda.
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