Todo
venezolano o venezolana debe procurar ver el cine que hacen sus
cineastas. Por muy precarios que sean algunos intentos, siempre hay
algo de lo que somos escrito en el sentido de sus guiones. Este asomo
que hoy hacemos de nuestro cine, viene a provocar dos desafíos; el
primero es a los agentes de Hollywood, quienes se creen los únicos
con derecho a enunciar lo mejor que hacen (y que además nos quieren
hacer ver que es lo mejor del mundo); el segundo a ustedes lectores,
quienes ya deben estar sacando cuenta de sus películas favoritas por
algunas que no están en este listado. Vamos, ¿Por qué no elaboran
ustedes su propia lista?
Décimo
Lugar: LA CIUDAD QUE NOS VE (Jesús Enrique
Guedez 1966)
Es
la ciudad de la década de los años 60 del siglo XX, intervenida por
los desarrollismos que trajeron las moles de concreto, impusieron las
luces de neón, reventaron las aceras con centros comerciales,
arrinconaron la esencia rural para producir contrastes; donde
continuaban naciendo barrios en los cerros. Guedez nos invita a ser
mirados por una ciudad que cuida el Guaraira Repano, lugar de
gobiernos y el gran gobernado. Con la magia de un niño, Caracas nos
ve desde su lente para filmar nuestra épica urbana.
Noveno
Lugar: LA EMPRESA PERDONA UN MOMENTO DE LOCURA (Mauricio
Walerstein 1978)
“Tanto
trabajá y no tengo na’...” reza una canción bailable y puede
ser la resignación del trabajador alienado. Busca la suerte en los
juegos de azar porque es explotado por un sistema industrial donde
gana apenas para mantener a su familia. No pocas veces el explotado
explota dentro de la empresa y la onda expansiva afecta a sus
allegados. Por un día trastoca la producción, sin embargo, siempre
hay salidas para esas maneras de rebelión; tratamientos que aligeran
la carga, normalizan, afectando la dignidad.
Octavo
Lugar: DISPAREN A MATAR (Carlos Azpúrua 1990)
La
década de los años 80 del siglo XX se nos bosquejan como de
enconada lucha contra la desesperanza. Los gobiernos de la Cuarta
República imponen la pena de muerte en las calles a través de una
policía brutal que aplica la redada, la prisión y no pocas veces el
disparo en ley de fuga. Ante la represión, sólo las madres se
atreven a tocar las puertas de las redacciones reporteriles tratando
de ser escuchadas ante la mentira que teje su madeja de impunidad.
Los esfuerzos las lleva a la organización del llanto.
Septimo
Lugar: DE CÓMO ANITA CAMACHO QUISO LEVANTARSE A MARINO MÉNDEZ
(Alfredo Anzola 1986)
¿Qué
muchacha venida del campo, buenota, ingenua, ambiciosa, sirvienta de
una casa burguesa no pensó alguna vez empatarse con un tipo con
plata para que la sacara de abajo? Anita escogió a un comerciante
con frutería, oriundo de las Islas Canarias, para darse ciertos
gustos que le eran negados por haber nacido en una familia sin bienes
de fortuna. Otro enamorado la procura en buena lid; trata de poner
ante sus ojos, no sólo la autenticidad de su amor, sino la dignidad
de ser pueblo siendo mujer. Es la mejor comedia del cine venezolano.
Sexto
Lugar: AMANECIÓ DE GOLPE (Carlos Azpúrua 1998)
La
Cuarta República nació traicionando al pueblo venezolano, por esto
enfrentó férreas resistencias durante 40 años. Una de estas
manifestaciones fue la insurrección militar del 4 de febrero de
1992. Se trata de un filme de alto juego de sentidos que destaca el
desarrollo del levantamiento, en medio de situaciones de la
cotidianidad que expresan la Venezuela que anhelaba transformaciones
que ya no podían esperar más. Actuaciones excelentes en donde
destaca un Héctor Mayerston de supremo histrionismo.
Quinto
Lugar. CANCIÓN MANSA PARA UN PUEBLO BRAVO (Jean Carlo
Carrer 1976)
La
tentación capitalista provocó el éxodo de gentes de los pueblos
del campo hacia las ciudades capitales. Muchos lugareños vivieron el
desarraigo empujados por la pobreza y la marginalidad buscando
mejorar su existencia. En la situación de Venezuela la explotación
del petróleo sirvió de catapulta para que esta migración se
incentivara a niveles inimaginables. Durante los 40 años de la
Cuarta República muchos de los que llegaron jamás regresaron.
Quedarse en la ciudad les significó una terrible tragedia.
Cuarto
Lugar: EL PEZ QUE FUMA (Román Chalbaud 1977)
La
sociedad venezolana vista como un burdel a través del lente de las
relaciones de poder. La mujer afrontando el proyecto económico y los
hombres a su alrededor explotando sus bienes mientras ella luce,
domina, ordena pero desconoce, ignora, vive y goza el día. Se
despliega el arte como una pared marginal que apenas cambia sólo con
la muerte. Se cruzan las creencias mientras la melancolía y las
penas de la vida es sólo contenta con la embriaguez en penumbras.
Escapar de vez en cuando para regresar parece la consigna.
Tercer
Lugar: ARAYA (Margot Benacerraf 1958)
Es
el brillo de la gran salina. Es el sol descubriendo una belleza que
no se puede narrar si no se observa, que no se puede comprender si no
se sueña, que no se puede soñar si no se vive. Tal vez la
genialidad es ser un documental que no es del todo documental. La
directora logra con grandeza que todo cuanto se documenta parece
haber sido puesto por la naturaleza allí; como si el guión fuese
escrito sobre una circunstancia que ya estaba prevista y las personas
en su cotidianidad fueran actores. Te hace sentir como si fueses de
sal.
Segundo
Lugar: 27 DE FEBRERO DE LA CONCERTACIÓN AL DESCONCIERTO 1989
(Lilian Blaser y Lucía Lamanna 1989)
Documentar
el agotamiento de un modelo político, la caída de una forma de ver
las relaciones sociales y las mediaciones de clase es monumental en
este filme. Además de ser una crónica, es la sistematización de un
derrumbe bipartidista concertado a la carta de poderes foráneos, la
desestructuración de un plan que imperó durante 40 años, la caída
del telón de un gran sainete enmudecido por una calle tomada por el
pueblo; el extraordinario protagonista de la imagen; la pintura más
acabada de una rebelión.
Primer
Lugar: PAÍS PORTÁTIL (Iván Feo y Antonio
Llerandi 1978)
La
pluma de Adriano González León inspira la historia de varias
Venezuela a través de los tiempos en que las rebeliones armadas se
presentaron para poner y quitar caudillos o presidentes o
gobernantes. Tantas épocas como países surgieron de aquel tropel de
caballos y hombres armados que amarraban las bridas en los horcones
de los palacios del poder. La valentía cabalgando al lado de la
temeridad de la ligereza de la traición. Sin tiempo que invertir en
la reflexión, los caminos estaban regados de pólvora con la que
encandilaron los ojos del porvenir.
De acuerdo. Yo agregaría "MANOA", una película en la que actúan Víctor Cuicas, Diego Silva y Asdrubal Meléndez. Y también "Diles que no me maten".
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