Entre
las muchas genialidades que tuvo el Comandante Hugo Chávez estuvo el haber
perfilado y definido a su adversario político. Recordemos que a la llegada del
Comandante al frente de la insurgencia del movimiento militar del día 4 de
febrero de 1992, la situación política venezolana era verdaderamente
vergonzosa. Nos aproximábamos al siglo XXI y tras 40 años de régimen
puntofijista, donde los partidos AD y COPEI gobernaban desde 1958, la sociedad venezolana,
en su gran mayoría, abominaba del ejercicio político institucional.
Para
la media del venezolano o la venezolana de cualquier edad deliberante, hacer
política partidista y ejercer cargos públicos era oficio de delincuentes, proxenetas
y mafiosos. Las casas de esos partidos eran émulas de lupanares. Si se
preguntaba a cualquier persona en la calle acerca de su opinión de la política seguramente
iba a responder con la peor de las definiciones. Era tal la decepción que
habían producido estas organizaciones en la población, que en el imaginario
estaba colocada la idea de que los niños y las niñas nacían ya con las narices
tapadas para no percibir el hedor que expedía la sociedad, producto de
corrupción de todo tipo, engaño, demagogia, delincuencia electoral, burocracia, venalidad,
prevaricación, masacre política, desaparición forzada, tortura, impunidad y
otros vicios no menos abominables.
EL PUNTOFIJISMO GOZANDO |
Tal
era la decepción de la sociedad que el presbítero Arturo Sosa acuñó el término “anomia
política” para referirse al hondo y generalizado desinterés habido en Venezuela
debido al ejercicio político durante los 40 años de la Cuarta República bipartidista.
La abstención electoral para 1978 rondaba el 60 % y a la oposición política al
bipartidismo se le llamaba “chiripero”, pues se trataba de un grupito de
partidos minoritarios, la mayoría salidos de las izquierdas que apenas rebasaba
el 10 % de toda la preferencia electoral. El llamado “Sacudón” que se inicia el
día 27 de febrero de 1989 es la manifestación política más activa y trágica que
haya podido dar el pueblo venezolano frente a estos partidos en franca
decadencia y la señal de que venían nuevos tiempos.
“La
verdad, Comandante, yo no he leído a Sun Tzu”
Hasta
su cambio de plano, el Comandante Chávez fue un político estudioso. Curioso y
apasionado de los autores e historias desde niño (detalle que se notaba en su
manera de conversar), supo hacerse de una cultura poderosa que le ayudó en su formación
como militar, en la política, como estadista, cultor, poeta, artista, educador,
amigo, ciudadano. Al llegar a la Presidencia era un personaje de formación cultural
tan sólida, que le llevaba una morena a todas las generaciones pasadas y
presentes en genio, planteamientos, visión, empatía con el pueblo, educación y
proyección. Esto hizo que Chávez no sólo fuera faro de luz de sus partidarios y
de su pueblo, sino voz orientadora de sus enemigos y adversarios políticos, a
pesar de que no lo comprendían (no tenían por qué comprenderlo): se trataba de
una especie de nuevo Jesucristo, se pudiera decir sin temor a equivocar.
Chávez
no sólo levantó una inmensa fuerza política nacional llamada chavismo, además,
contribuyó con creces a dar forma a la fuerza contraria llamada antichavismo.
Esto hace de Chávez un actor político tan dialéctico que demostraba con hechos
las sagradas y dedicadas lecturas a Sun Tzu que decía realizar con permanencia
y a quien se encargó de citar de arriba para abajo, y viceversa, para así honrar
aquello de “conocer el enemigo”; tanto que les dio la posibilidad cierta de
sobrevivir luego del suicidio político puntofijista que duró 40 años. El cambio
de plano de Chávez no sólo devastó al chavismo, también dejó huérfanos a
quienes lo adversaban, que hasta el año 2013 no podían salir a la calle los
lunes por la mañana sin saber de él.
LIBRO EL ARTE DE LA GUERRA DE SUN TZU |
Cuando
el Presidente Chávez hablaba del libro “El Arte de la Guerra” del filósofo chino
Sun Tzu, preguntaba con cierta admonición a sus ministros y demás acompañantes
si lo habían leído y la mayoría sonreía asintiendo con la cabeza, sin embargo,
jamás habrá indicios ciertos de que estas lecturas las hicieron sus
funcionarios; lo que sí es cierto es la mitomanía que se generó en la sociedad
política de inicios del siglo XXI acerca de los libros que leía y recomendaba
el comandante Chávez; todo libro que mostraba en sus ya famosos programas,
inmediatamente se transformaba en un best seller que, como todo libro que se
precie así, es muy comprado pero también es muy poco leído. Del popular libro de
Sun Tzu se hicieron innumerables ediciones, todas agotadas, que pasaron a ser
leídas por no pocas personas del pueblo y a ser mentidas por muchos
funcionarios políticos chavistas o no, que jamás han leído una letra cultural de
nada en sus vidas.
"TOMA TU TOMATE OBAMA" |
Y así
fue Chávez, dando estatura política a un adversario que, debido a una pérdida
de perspectivas sociales y políticas irreparables, no sabía a ciencia cierta el
por qué lo contrariaba, afectados por la anomia política que trabajaron sobre
sí desde la década de los años 80 los poderes capitalistas mundiales. Los pocos
militantes que quedaban en AD y COPEI recibían apenas torpes orientaciones
ideológicas del por qué y cómo atacar a Chávez, quien crecía personal y políticamente
en sentido inverso al de su adversario social. Como es de sospecharse, en AD y
COPEI no había la sabiduría, la certeza, ni siquiera el indicio de cómo
orquestar una endeble política para contrarrestar a Hugo Chávez. La última
jugada proselitista que se recuerde de AD había sido sacar de la carrera
electoral a “su caballo” Luis Alfaro Ucero; del COPEI hay muy poca cosa
significativa qué recordar al respecto, a menos que esté mediada por el
ridículo.
Chávez
coloca a sus adversarios la categoría “escuálidos” para poder nombrarlos en sus
construcciones discursivas; esta denominación es aceptada por el adversario
común que no se identificaba con el bipartidismo decadente y aún no reconocía a
la nueva derecha neofascista aún en pañales políticos. AD baboseaba con sorna
betancurista la categoría creada por Chávez, no pudiendo más que aupar a sus
militantes con su manido discurso anticomunista que al Comandante no hacía el
menor daño. Las organizaciones de derecha que emergían igual aceptaban, perplejos,
cualquier cosa que decía o inventaba Chávez, a la espera de armar discursos que
los posicionara. Todo el escenario discursivo era propicio para el Chávez
Presidente, que ofrecía a sus oponentes esa posibilidad idílica (tan soñada por
José Vicente Rangel) de ser una “oposición decente”.
El
sector de derecha que acompañó distanciadamente a Chávez anhelaba que el
Presidente se comportara según sus intereses, mientras los sectores
recalcitrantes, ultraderechistas, reaccionarios, colindantes con el fascismo, esperaban
su momento para dar el zarpazo del regreso. Aferrado a su Arte de la Guerra,
Chávez transitaba sobre un peligroso tusero social, con un adversario que insistía
en defender con encono fervoroso su anomia
política y se negaba a politizarse para lo porvenir, entregándose así al
mejor postor demagógico.
El
fin político son los medios
Así
como el año 2001 es el período de posicionamiento de la conspiración
antichavista, en el año 2002 la oligarquía conspiradora decide acelerar los
planes para derrocar el gobierno del Presidente Hugo Chávez. En ese momento, a
tres años y tanto de la victoria electoral, buena parte del pueblo (que pasaba
a apoyar al proceso bolivariano como Proyecto de Patria) ya ha superado la
anomia política debido a la efectividad del discurso educativo y la práctica
política del Presidente Chávez, y al esfuerzo popular de hacer síntesis entre
su propia formación y la que el proceso revolucionario estaba viviendo y le
estaba brindando; aunque estos hechos no se perciben claramente, debido a que las
clases políticas de turno siempre han subestimado al pueblo en sus tránsitos
esenciales; y al Presidente Chávez, quien iniciaba su proceso como
Presidente-Pueblo, también se le subestimaba. Pocos percibían que estos
importantes indicadores estaban titulando en los bombillos ideológicos de la
sociedad; al comprenderlos, uno se explica a las claras el por qué el pueblo
reacciona en apoyo a su Presidente secuestrado por la oligarquía y los poderes
externos en abril del año 2002.
Desde
el año 2001 entran con fuerza unos actores políticos novedosos en la sociedad: son
los dueños de los medios privados de la comunicación que se transforman en los
nuevos partidos políticos. De esta forma se inaugura en este país una política
diseñada en la década de los años 80 del siglo XX por los agentes del
capitalismo, con el objetivo de quitar y poner gobiernos a su antojo (en
principio en la Europa del Este, luego de caído el Muro de Berlín en 1989) y obstaculizar
así las posibilidades de desarrollar políticas alternativas de transformación
social en toda Europa y en el resto del mundo. Para este propósito se empodera
a los dueños de los medios de cada país.
El
antecedente guía de esta estrategia está en el período llamado Postguerra o de
Guerra Fría, durante el posicionamiento de los aparatos de intriga y espionaje
de EEUU, con la CIA a la cabeza, donde el papel de los medios de información y
comunicación operaba en la plataforma encubierta. Sin embargo, luego de la
derrota de EEUU en la Guerra del Vietnam a partir del año 1975, hay un cambio
en ese uso de los medios, que pasa en la década de los años 80 a tener un rol
central de acción y en los años 90 a un papel decisivo en la producción de
guerras en todo el mundo.
Recordemos
cómo las cadenas mundiales son clave en la satanización de los gobiernos de
Nicaragua, Libia, Grenada, Panamá. Recordemos también que a la muerte del
presidente Josip Broz Tito (1980) se inicia la campaña sucia en Yugoslavia que
condujo a su desmembramiento como país diez años después y donde los medios de
comunicación privada tuvieron una actuación fundamental. También países del
continente africano fueron objeto de estos sucios experimentos
comunicacionales, como Uganda (aún hoy muchos creen que el Ex presidente Idi
Amín Dada comía carne humana), Ruanda, Burundi, Somalia, Mali donde estallaron
guerras locales que dieron como resultado matanzas y genocidios espantosos
(también llamadas “limpieza étnica”) en donde se combinó la exacerbación
puntual del fanatismo religioso junto a la desinformación de la realidad y la promoción
del odio. Estos ensayos condujeron a la estrategia “quita y pon” de gobiernos
en las repúblicas de la extinta Unión Soviética durante la primera década del
siglo XXI que se llamó “revoluciones de colores” y que se extendió a países
como Egipto y Túnez.
Los
agentes del capitalismo meten a Venezuela en ese paquete de sabotaje
internacional, cuando se armó el tinglado mediático para derrocar al Presidente
Chávez con la misma estrategia, pero les salió el tiro por la culata. El
antichavismo que había sido fortalecido por el mismo Presidente para que
hiciera una “oposición decente” que fortaleciera la democracia, terminó tomando
el camino de la conspiración, al atender la terrible mediatización que se
produjo desde los EEUU y otros países europeos como España y que las cadenas de
radio y televisión que ocupan el espectro radioeléctrico en Venezuela operan
como un partido político. Como nunca después, esa oposición tuvo en las calles
(sobre todo de la ciudad de Caracas) una buena parte de esos llamados
escuálidos, exaltados por el terror mediático infundido por esos medios que
habían transformado a Hugo Chávez Frías como Presidente, en un monstruo temible.
Esa conspiración fue estrepitosamente derrotada y arrastrada en su caída hasta
el ridículo social.
Sorprendentemente
esta estrategia se derrumbó (con sus reyezuelos, frascos de Champage y
bambalinas en la TV) ante los ojos de una Venezuela que comenzaba a educarse en
el poder de la mediática y la semiótica, cuando el pueblo venezolano reaccionó,
no sin espectacularidad, demostrando una extraordinaria formación política, de
nuevo subestimada. El brillante dirigente político ruso Vladimir Ilich Ulianov
“Lenín”, decía que los pueblos ganan en cuestión de días lo que les ha costado
obtener en siglos de lucha. Esto mismo lo vimos desde 1999 hasta el 2002. Esa
parte de la sociedad que llamamos “pueblo” supo aprovechar objetivamente su
acumulado histórico (subjetivo), aprovechando la acción de un Presidente
novedoso en su metodología (que fue acusado de loco) para fortalecer la visión
de un proceso del cual apenas se apoderaba y luego tomar la calle con una
disposición de lucha que nadie se atrevió a dudar. Nuestras guerras pasadas
produjeron victorias populares impresionantes y heroicas en los campos de
batalla, pero quizás no alcancen la belleza inédita de las libradas a partir de
aquel abril victorioso. La extraordinaria hermosura estuvo en que los
movimientos populares activaron mecanismos de lucha que fueron enteramente
cívicos, tendientes a garantizar la paz inmediata.
Cuando
el Presidente Chávez regresaba de la isla “La Orchila”, desde el helicóptero
observó cómo Venezuela se incendiaba por los cuatro costados en una genuina
insurrección popular que reclamaba su participación en la Revolución Bolivariana
y desde la presidencia de la República había comenzado a pronosticar y pedía la
cabeza de la oligarquía. En aquellas llamas que hondeaban en la madrugada
victoriosa, el Presidente vio la necesidad de enarbolar la paz que el pueblo
luchaba.
¿Y a
todas éstas qué pasaba con los escuálidos? Ese entramado complejo de personas
que tuvo la oportunidad de ser sujetos sociales y organizarse democráticamente
para hacer oposición deliberante al gobierno de Hugo Chávez, se fue por el
camino del golpismo “Kool Aid”, con la locura en el cerebro de la revolución
instantánea elaborada en los estudios de la CIA; y en el corazón todo el odio
trabajado en las cadenas televisivas tipo CNN y en las agencias de publicidad.
Esa importante dimensión de la sociedad, compuesta por sectores de las clases
medias, cedió la dirigencia y direccionalidad de su accionar político a los
dueños de los medios de comunicación, sin importarles el destino que tendría la
política que éstos implementaban. El resultado de esta concesión les trajo
consigo la más espantosa decepción política que haya podido vivir sector de la
sociedad venezolana alguno, pues estas industrias privadas y sus secuaces, junto
a los dirigentes del “neo chiripero” político que se formó alrededor de esta
iniciativa golpista, jugaron a su antojo con la credibilidad y las acciones que
emprendieron. La consecuencia fue devastadora.
Dos
muestras de esto (entre otras tantas) las podemos encontrar en los ejemplos
siguientes, a saber: durante el año 2003, aprovechando la fuerza social que aún
les quedaba, las cabezas visibles de unos dirigentes derrotados llamaron a un
paro educativo que acataron los colegios privados en casi su totalidad. Fue
triste ver cómo adultos de estas familias cedieron a directores irresponsables
(donde se encontraron la mayoría de los colegios católicos) el destino
psicológico de sus hijos e hijas cuando los impulsaron a “sonar cacerolas” y
decir improperios a padres y estudiantes que no comulgaban con sus ideas. Consumada
su derrota, en todos estos Colegios, las comunidades educativas tuvieron que promover
talleres dirigidos a directores y maestros para tratar el síntoma que habían
producido en sus alumnos, quienes no querían atender ninguna directriz u
orientación. Los niños y las niñas les cobraban así su irresponsabilidad.
La
segunda muestra es la utilización de la estrategia “Chávez cae mañana”, lógica muy
parecida al cartelito quiosquero “Hoy no fío, mañana sí”. Toda la espantosa
manipulación que se extendió hasta el referendo revocatorio del año 2004 estuvo
sostenida por esta vana esperanza. En este período cayó sobre el cerebro de la
población escuálida el ametrallamiento de mensajes espantosos difundidos a
través de las emisoras privadas de radio y televisión que pronosticaban
cualquier catástrofe social si Chávez no se iba del gobierno; el papel de
impulsor de esta política les tocó a las empresas de publicidad, las cuales,
aún hoy, transitan invisibles e impolutas sin que nadie las nombre y resulta
que éstas poseen los técnicos formados para manipular a través de la imagen, hasta
de cualquier inocente avecilla que roza el cielo azul.
Son
inolvidables las largas colas de ciudadanos de todos los bandos y tendencias
políticas en aquel Referendo al que el Presidente Chávez se sometió, en una
muestra de confianza en la obra de su proyecto que aún comenzaba y en la
madurez política de su pueblo. Nuevamente las empresas de publicidad se
encargaron de falsificar la realidad a través de los medios televisivos
privados que sostenían sus mensajes con ejemplos como la tela de vestir “Cae” o
la inocente niña que anunciando una mayonesa decía: “Falta Poco” o el ama de
casa que se le rompía el piso del apartamento y se caía en un hueco si dejaban
de usar una marca de cera. Vendida esta opción a ese escualidismo de clase
media que intentaba resucitar a la cuarta república; sin proyecto (nuevo) de
sociedad, sin líderes genuinos, como una opción definitiva, casi terminal para
sus vidas, fueron a las urnas electorales y perdieron de manera inobjetable,
como se los pronóstico su genuino líder (Chávez).
En
la época, las llamadas “redes sociales” no tenían la fuerza que les otorga hoy espacios
inmediatos como wassap o twitter, sin embargo, los correos electrónicos se
llenaron de sucesos, anécdotas, exclamaciones donde se mezclaba la decepción
con la lástima. La ceguera a que fueron sometidos todos estos sectores de clase
media les impidió ver, a muchos, la burla descarada de sus dirigentes y se
llenaron de más rabia y más odio. Entre las innumerables muestras se encuentra
el dirigente que habló de la recolección de trescientos millones de firmas, sin
duda aludiendo, desvergonzadamente, a las caligrafías que utilizaron durante la
validación de ese proceso comicial.
El
Referendo Revocatorio de 2004 consolida al Presidente Chávez como el genuino
hacedor de la política venezolana de comienzos de siglo. Fue el artífice de
todas las victorias de sus partidarios y el orquestador por mampuesto de toda
la política de sus oponentes; y además, el consumador de sus derrotas. Nadie en
el mundo conoció más a un oponente político (a esta escala) que el comandante Hugo
Chávez Frías. Luego de aquel Referendo, se hablaba con igual interés de Chávez,
tanto en el seno de un chavismo que comenzaba a consolidarse en la sociedad,
como en las débiles palestras de los escuálidos que, entre sus profundas
decepciones, buscaban oxígeno para respirar. Muestras de ello pudieran ser, a
saber, una: luego del 13 de abril de 2002 se comienza a hablar, no sin humor,
de la categoría, “escuach” (escuálidos con Chávez) refiriendo la simpatía que producía
el victorioso sobre el adversario. Conocidas son las evidencias de escuálidos
que tuvieron que someterse a tratamiento psicológico debido a la disociación
que sufrieron. Y dos, para contrarrestar la dolorosa derrota, en los programas
radiales de corte juvenil que auparon las manipulaciones dirigidas a la
población escuálida, se le decía al comandante Chávez “el innombrable” cosa que
aumentaba la popularidad del aludido. Fueron épocas en que se acuño la consigna,
no sin razón: “Chávez los tiene locos”.
Chávez
cambia de plano
CHÁVEZ SE VA (QUEDÁNDOSE); SE QUEDA (YÉNDOSE)
|
Ahíto
de victorias políticas de todo tipo y amado por su pueblo, el Presidente Chávez
enferma terminalmente. Puede ser necedad no recocer que este hecho en sí mismo
eterniza su ya extendida leyenda. Su desaparición física es uno de los sucesos
mediáticos más conmovedores de este joven siglo en todo el mundo. El
resentimiento habido en la sociedad por la ausencia repentina de Chávez, aunque
por distintas razones, es compartido casi en igual medida por chavistas y por
escuálidos; esto parece increíble. Chávez produjo este sin igual fenómeno.
Más
de un año les costó a los débiles dirigentes de la oposición orquestar una
nueva política, esta vez contra la opción del hoy Presidente Nicolás Maduro. Nuevamente
Chávez, enfermo y agonizante les juega Caribe a los escuálidos. El tránsito de
su dura enfermedad, hace que los dirigentes de los escuálidos comiencen a
especular de manera inhumana con este suceso. Tanto falsearon esta realidad que
terminaron cruzando la línea y cayendo en la misma aureola de inmortalidad que
tuvieron los partidarios del Comandante. Suena doloroso decirlo pero los
chavistas decían: “Chávez no te mueras” y los escuálidos decían: “Chávez no se
muere”. Una misma lógica con diferente sentimiento. Por supuesto, los
escuálidos tuvieron que vivir el mismo proceso de duelo de los chavistas, para
convencerse de que el Presidente Chávez había abandonado estos predios. Los
chavistas, como buenos dolientes no lo podían creer debido a la pena, los
escuálidos tampoco lo creían por la incertidumbre que les crearon los laboratorios
de la manipulación: ¡Culpa ‘e Chávez!
La
dirigencia escuálida tardó tiempo inenarrable en reaccionar. Todos tenían que tratar
de quitarse de encima el estigma (frag y sombrero de copa) de mentirosos que
llevaban invisible en sus arengas (imposible de hacer en su práctica) y
continuar la conspiración en contra del pueblo venezolano, además, con el
primer Presidente chavista de la historia: Nicolás Maduro.
Sin
las magistrales clases de Chávez, los escuálidos se vieron en la necesidad de
asumir imposturas nuevas para justificar sus preferencias. La primera tarea de
la dirigencia (foránea e interna) fue borrar la categoría “escuálido” del nuevo
mapa político. Dentro de la inteligencia de Chávez, estuvo el destacar la
debilidad ideológica del adversario, para buscar un cambio en su calidad participante
y así favorecer al país. Al legitimar la categoría “escuálido” destacaba su
debilidad formativa. Provocador de transformaciones como era, Chávez jugó con
mucho humor las referencias a un posible “pueblo escuálido”, también habló en
su momento de un “pueblo adeco”, que necesitaba elevar su educación política para
merecer respeto como adversario: este cometido es de una estatura solidaria tal,
que coloca a Chávez como uno de los grandes benefactores políticos de la
humanidad. No actuó así hacia la dirigencia escuálida con la cual fue políticamente
implacable.
De
todo personaje trascendente como Chávez siempre se especulará el factor “qué hubiera
pasado si estuviese vivo” ante muchas circunstancias. Esta especulación pasa
por la mente de tirios y troyanos. Con aquella vehemente insistencia en
proporcionar educación a todo su pueblo (sin mirar diferencias) nos pudiéramos
preguntar hoy ¿Chávez pudo haber unificado a Venezuela frente a cualquier
amenaza foránea? Lo que sí podemos asegurar es que había sentado las bases para
iniciar un proceso de formación (no ideologizante) que reconciliara al país,
basado en lo que hoy se llama el Plan de la Patria. Y aunque todavía no
convencía a la población escuálida, por la fuerza ideológica de alienación con que ésta ha sido formada y que no se puede subestimar, en las bases del Plan hay
nexos humanos multiversales trascendentes de suficiente fuerza, como para ganar
adeptos para la defensa de cualquiera a sus objetivos. Pero Chávez se va
(quedándose); se queda (yéndose), dejando solos a todos los componentes del
mundo político, a toda la sociedad venezolana y mundial; dejando solos, sobre
todo a los escuálidos.
¿Cómo
los educaron en el Terrorismo Fascista de hoy?
Sin
Chávez, los escuálidos y sus hijos quedan a expensas de una (siempre imposible)
dirigencia irresponsable, entregada a los intereses de cualquier imperio que
les garantice dólares para viajar, dormir en hoteles de lujo y tomar licores
finos; y de los apetitos insaciables de la conspiración internacional
capitalista.
Atados
a un envenenamiento constante de sus posibilidades de pensar libremente, con el
trabajo ideológico de años desde una televisión y un cine hollywoodense que
mediatiza cada fracción de segundo que pasa por las conciencias, los escuálidos
son atrapados por la manipulación que conduce al terrorismo y al fascismo. Creyendo
que son libres, asisten a las redes sociales con la irresponsabilidad que les
da el sistema que les ha hecho creer en una fachada de democracia portátil, en
una libertad cínica, facilonga, para vivir de shopping, ocultar así su mirada a
los problemas del prójimo y dormir su posibilidad política para no despertar a
la realidad. Son adalides del individualismo, ejército de reserva de la
mentira, del egoísmo, del consumo desmedido. Adiestrados fieles al rentismo
petrolero de cuya teta se amamantaron, sobre todo ideológicamente. Rabiosos
defensores de los valores del capitalismo. Enfermos por el consumo fiel del
“fast food”; creyentes de que sanan con aspirinas. Presa de todas las drogas
conocidas, tratan de autoayudarse con la autoayuda que viene del Norte
capitalista; aun cuando, hoy más que ayer, el capitalismo ya no está dispuesto
a ayudar a nadie.
Frente
a la guerra económica desatada por el imperio capitalista contra el gobierno
bolivariano y el pueblo venezolano, esta dimensión social que antes Chávez
llamó “escuálidos” se aferra al horror frente a la escasez de productos, a la
especulación de los precios, al ataque mediático terrorista cuyos mensajes suscriben
en su totalidad. Con el deseo de retornar a su anomia política, sólo se sienten
seguros entre la inseguridad que les generan los mensajes terroríficos que
reciben de las redes sociales. Nada que provenga de otras fuentes les suena creíble.
Viven del consumo de la mentira: de lo que ahora se llama “post verdad”. En esta
soledad política y social, en incertidumbre económica constante producto de la
guerra, sin posibilidades anímicas de escuchar el llamado al diálogo del Gobierno,
con unos dirigentes políticos unidos con goma de almidón, adiestrados por años de
semiótica audiovisual bien planificada en los valores del capitalismo, (y sin
Chávez) la única opción que ven es la salida violenta, el charco terrorista que
pueda desembocar en una guerra civil “para salir de esto ya”, la acción
fascista que les suponga la seguridad de un adversario político arrasado, o sea,
muerto, aniquilado.
Cada
vez más cuesta arriba el (imposible) triunfo de la violencia
Ante
el fracaso cada vez más creciente de la violencia, muy a pesar de las acciones
terrorista que el Estado está confrontando con eficacia y la paciente sabiduría
del pueblo, los otrora escuálidos (hoy militantes de una “resistencia” que les
han inventado) que también pertenecen a un sector minoritario de la sociedad, no
tendrán más remedio que desconocer a sus desaguisados dirigentes de siempre
junto a sus peligrosas políticas manipuladoras de alianza con el fascismo, para
volver sobre la posibilidad de organización y formación, y así enfrentar su rechazo
al ejercicio político sano, cívico, deliberante (muchos de ellos tendrán que
sanar de la disociación psicótica a que fueron sometidos), autoeducarse en nuevas
posibilidades políticas (colectivas: muy a su pesar) y mirar el porvenir con
alientos de paz.
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