«Siempre
hemos creado nuestros propios sustos.
A
quien quiera asustarnos desde afuera
le
sacaremos nuestros diablos».
O.
R. P.
Quién
haya ido a la escuela primaria o al liceo con regularidad, ha sabido
de ciertos mitos que llegan en boca y susurros de cualquiera, para
convertirse en ejercicio colectivo, a espaldas de la actividad
diaria. ¿Quién alguna vez no vio en manos de compañeros y
compañeras de clase la tabla de “La Ouija” o “La Botella del
Demonio” o “La Cadena de los Espíritus” pasar de mano en mano
y de rincón en rincón, para conformar improvisados círculos
esotéricos buscando el escalofrío, el susto o la pesadilla
nocturna? ¿Cuántos y cuántas, luego de una sesión
secreta, no llegaron al siguiente día
echando un cuento de que vieron una sombra extraña en la puerta de
la casa o escucharon susurros entre los trastos sucios u oyeron pasos
del baño a la habitación?
Además de todas las perversidades siglo XX, habidas en las puertas de las escuelas para pervertir el alma de nuestros niños, niñas y adolescentes, como en un “libre mercado” que los puede conducir a la muerte social, cada tanto profanan el portón (por donde debería pasar la más hermosa educación) un sinfín de mitos creados por agentes del pensamiento hegemónico, para infundir alienaciones diversas a nuestra infancia y adolescencia y enlodar el delicado espacio de su espiritualidad, con fantasmas que nada tienen qué ver con nuestra identidad e historia.
Además de todas las perversidades siglo XX, habidas en las puertas de las escuelas para pervertir el alma de nuestros niños, niñas y adolescentes, como en un “libre mercado” que los puede conducir a la muerte social, cada tanto profanan el portón (por donde debería pasar la más hermosa educación) un sinfín de mitos creados por agentes del pensamiento hegemónico, para infundir alienaciones diversas a nuestra infancia y adolescencia y enlodar el delicado espacio de su espiritualidad, con fantasmas que nada tienen qué ver con nuestra identidad e historia.
En
vacaciones escolares, nuestros chamos y chamas se están yendo a sus
casas con un nuevo mito escondido en sus morrales (que ya gravita en
el Internet) inventado desde el más turbio pensamiento, para invocar
un fantasma llamado “Sara Sarita”, supuesto espíritu de una niña
“hija del demonio”. Todos y todas conocemos los simples
vericuetos utilizados para invocarla, lo que desconoce no poca gente
adulta es que estos juegos perversos asfixian el espíritu de nuestra
infancia con la falsedad. Hay una larga fila de textualidades,
escritas que insultan la letra y el audiovisual y sólo persiguen
destruir el alma infantil, promover imágenes falsas a niños y
niñas, además de dejar sus delicadas dimensiones espirituales
gravemente lesionadas con la superstición. No podemos dejar de
analizar desde el cine esta realidad, porque (con su inmenso poder)
el lente fotogramático igual pone su grano de arena para incentivar
fantasmas. Caminaremos desde lo más interesante a lo más perverso
para indagar el origen de “Sarita Sarita”.
LA
QUE MANEJABA LOS ELEMENTOS
El
cine contribuyó a destrancar cerrojos del dogma religioso con
películas de diversa factura y desde Hollywood no podemos ningunear
al escritor Stephen King, convertido en pequeña industria de
escribir novelas para aterrorizar a nuestra infancia con asociación
del cine. El primer filme que toma una novela de King con severo
talante artístico es para nosotros, sin lugar a dudas, Carrie
(1976) de Brian De Palma. Trata de una joven (Sissy Spacek) con el
secreto poder de movilizar los elementos esenciales (aire, fuego,
tierra, agua) para vengarse de sus compañeras de escuela por haber
sido discriminada, acosada y culpada. Hoy conocemos la extraordinaria
estética desplegada por De Palma en sus filmes y en éste lo
demuestra, al producir tensiones argumentales que llevan a la
protagonista al más hondo rencor. El crecimiento del odio de Carrie
es directamente proporcional al dominio progresivo del fuego; elevada
metáfora visual que puede impresionar mucho.
EL
JUEGO QUE RETUMBA Y OTRAS VISUALIDADES
Otra
secuencia es la manera cómo el personaje afroamericano Carl
Bentley (David Alan Grier) obrero de la
fábrica del señor Parrish, sufre las consecuencias de un accidente
provocado por Alan-niño y pasa a ser policía en el sueño-juego,
pero en el final feliz de la película se convertirá en el encargado
del taller, por haber inventado el zapato deportivo. Como safari
real, Hollywood nos plantea que al mundo lo salva “siempre” el
industrialismo capitalista y los afroamericanos, serán eternos
sirvientes-encargados (de cuidar las fortunas oligarcas) o serán
policías que es lo mismo. Esto lo establece una Ouija
llamada Jumanji.
EN
VENEZUELA HAY DIABLOS DE MIL COLORES
El
desconocimiento, la imposición de la mentalidad burguesa y la débil
promoción y apoyo, han hecho que mucha de nuestra gente no reconozca
con identidad y pertenencia las manifestaciones de nuestra tradición
Corpus Cristi, en donde se celebran extraordinarias muestras de
estética artística, a través de los Diablos
Dazantes que toman las calles y desatan
un ritual rítmico y melódico de dimensión votiva maravilloso;
tradición que data de varios siglos, cultivada en pueblos de San
Francisco de Yare, Chuao, Cata, Cuyagua, Ocumare de la Costa,
Turiamo, Patanemo, San Rafael de Orituco y San Millán. La belleza,
calidad y sentido popular de esta expresión tiene la fuerza
humanista del «conjuro cultural»,
imprescindible para combatir esta avalancha de “infra culturas
chimbas” que nos viene con sus “majunches” demonios del Norte
(Halloween). El diablo malo es el capitalismo. ¿Qué esperan los
realizadores venezolanos para incluir en sus propuestas
cinematográficas esta benigna fuerza cultural nuestra? ¿Que se los
lleve el diablo del Norte en cuerpo y alma?
Post
scriptum: Ha sido deliberada la
ausencia que de seguro habrán notado lectoras y lectores de esta
página, del filme de terror más trascendente de todos los tiempos.
Será homenajeado la próxima semana.
Nuestro
agradecimiento al Semanario Las Verdades de Miguel por la publicación
del presente artículo en el año 2011
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