martes, 21 de abril de 2020

EL MONIGOTE FEMENINO SE TONGONEA DE NUEVO EN VENEZUELA





Deber impostergable de las fuerzas progresistas es,
por consecuencia, luchar con calor, entusiasmo y por todos los medios,
porque sean explotados directamente por la nación los recursos
naturales no renovables, el petróleo y el gas entre ellos;
por la independencia económica del país, por la liberación nacional.
¡No más concesiones, ni legales ni disfrazadas!
                                                                                 
SALVADOR DE LA PLAZA

ABRIL 14 DE 1970


Las mujeres han accedido a la política desde siempre. En las Europas las reinas tuvieron un protagonismo relevante hasta tal punto que algunas incidieron en el destino del mundo occidental con fiereza. Aunque tal vez la más famosa se caracterizó por la sensualidad; fue la troyana Helena, quien a punta de sus míticos encantos a Paris, fue transformada en el pretexto de una larga guerra. Isabel de Castilla tuvo rol decisivo en aquellos viajes de Cristóbal Colón más que con sus joyas, con su influencia; Elisabeth de Inglaterra promovió la famosa armada corsaria que incidió en la disputa por las tierras del Abya Yala y otras invasiones genocidas; Victoria, también inglesa, dejó huella en el mundo al imponer su famosa “moral” que reguló el humor, las procacidades, las traiciones y la hora del té. Incluso, se habla de que hubo una mujer papisa que mandó más que cualquier Papa en el Vaticano.

Aquella controvertida Malinche fue decisiva en la derrota del imperio azteca bajo la invasión española. Aunque las crónicas y otros escritos igual de importantes, hablan de unas mujeres fabulosas, cuya política estaba constituída por el amor a sus hombres y la guerra a los invasores, para custodiar el sur del Abya Yala: fueron llamadas Amazonas. Más acá en el tiempo, transitando el siglo XX, el líder nazi Adolfo Hitler se promocionó al lado de una Eva Braun decorativa hasta sucumbir en su bunker. El duce italiano Benito Mussolini tuvo a su Clara Petacci como compañera en sus famosas poses mostradas hasta en el patíbulo ´popular. También son de destacar las esposas de los presidentes de los Estados Unidos (EEUU) que han hecho contrafigura política para ejercer la caridad, sin embargo, aquella glamurosa Jackeline Kennedy, quien transformó a la Casa Blanca de Washington en un museo visitable, terminaría abrupta y trágicamente su gestión, al caer su esposo en el magnicidio más famoso que conozca occidente, desde las puñaladas al emperador romano Julio César. Salvo la esclava transformada en señora de Cortez en México, las demás tienen origen occidental, han amasado o manipulado poder, fortuna, y su extracción de clase ha sido siempre muy clara; influencia que ha solapado las luchas populares de otras mujeres en esos predios. 

En esta parte del mundo que llamamos Abya Yala hay acciones de mujeres que se han transformado en importantes símbolos. Universal es la resonancia de Eva Perón en la Argentina para sostener lo que se conoce como peronismo. Las luchas del continente han visto la incorporación activa y decisiva de mujeres a los procesos políticos de transformación social de los pueblos; tantas que es larguísima la lista. Esta participación se expresa desde todos los ámbitos de la vida: amas de casa, artistas, empleadas, muñaqueras, obreras, estudiantes, campesinas, indígenas, educadoras, eso: ¡mujeres! ¡activistas por los derechos de los pueblos!

Sin embargo, luego de la década de los años sesenta del siglo XX, un perfil femenino comenzó a proyectarse desde los laboratorios de las hegemonías, a raíz del repunte de las políticas neoliberales en Europa, que cobró mucha fuerza a partir de la década de los años ochenta. Su símbolo principal fue la miembro del partido conservador inglés Margaret Thatcher quien llegó a ser primera ministra. Reaccionaria, pugnaz, ultraconservadora, beligerante, paradójicamente patriarcal, autoritaria, esta señora fue la responsable de implantar el modelo económico neoliberal en su país, considerado un modelo del llamado primer mundo. Por tal motivo fue llamada “La Dama de Hierro”.

Ordenó apalear y encarcelar obreros en manifestaciones, amamantó esquiroles para quebrar huelgas, llenó las zonas laborales de desempleados, conculcó las reivindicaciones de los trabajadores, cerró o privatizó empresas del Estado, humilló a la Cámara de los Comunes cuanto se le vino en gana, con el beneplácito de los Windsor. Coronó siendo compinche del presidente de EEUU Ronald Reagan y consintió como a un bebé de pecho al dictador chileno general Augusto Pinochet, quien convirtió a su país en el paraíso meridional del neoliberalismo a sangre, cárcel y desapariciones del pueblo.

El modelo Thatcher se exportó al Abya Yala para dar inicio a la época de los monigotes al servicio del imperialismo hasta hoy propulsado y tuvo como primera monigote femenino a quien ganó las elecciones en Nicaragua en 1989 para derrotar al Frente Sandinista (FSLN) y abrir un nuevo período de cipayaje en ese país. Han habido importantes experiencias gubernamentales femeninas en el continente,  camino del siglo XXI, sin embargo, reñidas con la actitud genuflexa frente al imperio, han sido depuestas con argucias legales. En este momento se proyecta una nueva avanzada tipo Thatcher que tiene en Bolivia su más abominable muestra, con el agregado de la incorporación de una especie de teología (nada nueva) para manipular y masacrar en el nombre de Dios.

En la Venezuela del siglo XXI, impulsada desde el chavismo por la Revolución Bolivariana, buena parte de las mujeres apoyan este proceso aupadas por el líder inspirador comandante Hugo Chávez Frías quien se declaró feminista como Presidente y testimonió que la revolución tiene rostro de mujer. Como contrapartida, la participación de la mujer opositora tiene el modelo monigote al servicio del imperialismo. Servil, histérico, ultrarreaccionario, cipayo, conservador, contradictorio, díscolo, en una mujer de la rancia oligarquía, nieta de quienes se adueñaron del país por años y usufructuaron las empresas básicas, la renta petrolera, el músculo de la clase obrera.

Malhumorado y cejijunto, este monigote femenino se nota que reciente mucho la caída de la mediación política puntofijista (desde la rebelión del 27-F) que le ha impedido gerenciar sus empresas heredadas y darse vacaciones sosegadas en las costas europeas como sus abuelas. Ha tenido que saltar al ruedo político para resguardar los intereses de sus empresas y tratar de comandar el chiripero reaccionario que pulula en la oposición y se disputa a dentelladas la cobija cipaya. Tuvo su momento de fama cuando espetó algunas frases reaccionarias al Presidente Hugo Chávez en la Asamblea Nacional, de resto los apretones de mano en la Casa Blanca y las derrotas.

El descaro y el cinismo componen la bandera emotiva de todo fascista. Hoy el monigote femenino expresa albricias debido a la jugada imperial que coloca el precio del barril de petróleo al mínimo. Su argumento se basa en que la desaparición del petróleo como base económica de la sociedad venezolana… ¡Ahora sí que nos hará productivos! Cabe la pregunta necesaria e histórica: ¿De dónde sacó su familia la enorme riqueza que ahora defiende si no fue del petróleo (y de la explotación de obreros y obreras en sus empresas)? Eso que llaman renta petrolera, que los “expertos” (en cipayaje consumado) dirigen contra el pueblo como “mala costumbre”, “defecto”, “maña”, “caca”, ha sido la inmensa ubre llena de dólares que les ha permitido a estas familias, durante el siglo XX, amasar la descomunal fortuna privada, particular, haciendo harina del esfuerzo popular.

“Somos Esclavos de esclavos”, canta Alí Primera. El monigote femenino, al igual que los ya colocados en varias presidencias del continente, no es más que un cipayo del amo del norte, del monarca capitalista. Quiere la presea del fin de la revolución bolivariana para volver al poder absoluto de Venezuela (porque no han dejado de tener poder) y hacer los negocios de siempre a costa del pueblo. En el nuevo reacomodo que las hegemonías han preparado para el mundo, se ven reafirmando su posición en la cola de las migajas que ofrece la Casa Blanca.

Aunque subestima al pueblo y a todo espacio que tienda a defenderlo, su empeño es acabar con todo lo que signifique su fortalecimiento. Sus abuelos siempre dijeron que el pueblo venezolano es flojo (así se levantara a las cinco de la madrugada para ir a mantenerles sus empresas). Ese pueblo está allí resistiendo, con un gobierno legítimo, elegido para defender sus intereses: por esto es atacado. Ese pueblo tiene fuerzas telúricas, se mueve con influencia sutil y como todo pueblo es capaz de lo sorprendente. Históricamente lo ha demostrado.

 


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