miércoles, 11 de enero de 2017

TODOS LOS IMAGINARIOS CONDUCEN AL LIBRO

No se incluye al libro como una de las artes porque tan igual como cualquiera de las reconocidas, se pronosticó su caducidad desde su mismo nacimiento. La maravilla siempre ha causado escepticismo al ojo experto y a la mirada propietaria, debido al conservadurismo y a la resistencia a las transformaciones. El libro produjo este impacto en la vida humana, en la realidad y en el cosmos cuando se fue conformando en un proceso donde la incorporación de las técnicas, el conocimiento, el aprendizaje y la educación estaban de por medio. Página a página el libro fue emergiendo desde los petroglifos y palimpsestos iniciales, hasta los volúmenes que hoy transitan en librerías y tarantines. Quienes hoy lo toman en sus manos y en sus diversas formas editoriales, se involucran con una fascinante dimensión donde apenas se percibe su profundidad, influencia y envergadura aunque pareciera mejor asistir al libro de esta manera sencilla, o sea, por la lectura no más. Sin embargo, vale la pena pensar en los ojos de asombro, advertencia y desprecio con los cuales los escribas, funcionarios y dueños del medioevo miraron a Guttemberg: los primeros porque vieron de inmediato el desmedro de su trabajo, los segundos previeron el desafío que a sus desempeños venía y los terceros olisquearon el peligro de perder sus poderes. Mientras el sabio alemán veía cómo las hojas salían de su maravillosa máquina —la imprenta— el asombro del poder del momento decía: «Eso no va a durar mucho». ¡Cuán equivocados estaban!

TODOS LOS LIBROS EL LIBRO

El cosmos es un gran libro. ¿Quién puede negar que el universo tiene la infinita forma de un libro? La Vía Láctea junto al Sistema Solar pueden compararse como esos depositarios de saberes y conocimientos que son los libros. Si nos apegamos a la teoría Gaia de James Lovelock —quien concibe al planeta como un ente vivo— pudiésemos pensar que La Tierra es un inmenso libro que nos contiene como seres vivos en un gigantesco libro que gira alrededor de su eje y en el cual se hojean plantas, mares, montañas, cielos y nosotros mismos y nosotras mismas como páginas que los monoteístas seguramente dirán que fueron escritas por Dios, porque hasta el mismo Dios puede ser un libro o acaso no es La Biblia algo así como Dios en páginas: sus promotores nos hablas de las páginas de Dios. Puede ser célula y cuerpo a la vez y como ente vivo y corporeidad el libro tiene salud, celebra y es celebrado, entristece (se aja, se rompe y se marchita), es restaurado, busca y es encontrado, habla y guarda silencio, se esconde, es prisionero en las bibliotecas personales por la hipocresía y en sótanos por la ignominia, enferma y muere: también es asesinado, puede resucitar y como el Ave Fénix renace de sus cenizas. Un libro puede sanar y puede matar. El libro llamado El Capital de Carlos Marx conmocionó de manera tal a la humanidad que cobró tránsito inmortal, contrariamente el libro Mi Lucha de Adolfo Hitler transita por los ventorrillos ambulantes entre las ediciones de autoayuda, dejándose ver sonriente y discretamente con malignidad, luego de contribuir a provocar la muertes de millones de personas.