En
el sitio donde escribo estas líneas, supe de un espectro del que dan
cuanta algunas gentes de ciertas comunidades aisladas de centros
urbanos. Hablan de alguien o de algunos otros que alguna vez lo
vieron en las carreteras solitarias en horas de la mañana o de la
noche indistintamente. Se dice que quienes van en solitario o en
grupos lo ven; que si alguien que se quedó varado en alguna
carretera esperando auxilio, que si grupos de excursionistas que
buscaban el aventón de algún camión hacia un lugar más accesible,
lo vieron en algún momento. De testigos se sabe que el más absoluto
silencio anuncia su aparición en la lejanía. Se apaga el ruido de
vientos, montañas y ríos: ésa es la señal. Ni el fragor de las
chicharras, ni el hojarasquear del ramaje seco movido por la brisa se
escuchan. No se le ve en vías de tierra, sólo en largas carreteras
rectas de asfalto o de concreto. Quienes se han atrevido a hablar de
su avistamiento, dicen de un hombre con sombrero (tal vez un
campesino) que camina muy a lo lejos, siempre en el sentido de la
derecha. Jamás se le observa en momento lluvioso; más bien su
presencia se manifiesta a la vista en día despejado de nubes, en
mediodías fuertemente soleados o en noche de luna llena. Camina por
tiempo indeterminado hacia persona sola o grupos que lo ve y jamás
llega a su encuentro. A veces da la impresión de que se aproxima a
las gentes por la constancia de su andar y el largo tiempo que parece
transcurrir, pero en realidad se mantiene a una distancia jamás
calculada ni franqueada por su paso aparentemente sosegado, mientras
las otras personas están detenidas ante su figura, esperando su
llegada. No emite ningún ruido.