¿Qué es el amor, Simón Bolívar, sin responderte a la
mujer? Responde a la flor en el cabello largo, a la caricia materna, a los
cuidados de las hayas, a los besos apasionados, a los vuelos infinitos al
placer, al acompañamiento en las luchas y podrás decir qué es el amor. La niñez
te puso a prueba temprano con la partida de la madre. La juventud te llevó en
los adioses de la esposa. ¡Madre! La llamaste en tus noches febriles de infancia
solitaria. ¡Teresa! Susurrabas al viento buscando el sosiego del joven viudo. París
y la amistad de Fanny te sostuvieron la congoja. Manuela, la quiteña impetuosa,
arrasó todos tus mandatos y por instantes te arraigó.
Tuviste jardines, Bolívar y allí estaban todas,
sonriendo en los anchos rumbos de estas tierras. Esperando la galantería, el misterio
del beso, el cuento interesante, la pieza de baile, la promesa de amor eterno,
la batalla. Aún te admiran desde el tiempo. Entraban y salían de la Catedral con
sus mantos inmensos, sus rostros severos y sus abanicos oscuros. Pasos firmes
por la Plaza Mayor y las miradas se detenían por la admiración de sus largos
vestidos señoriales. Parecía que sólo ellas existían cuando bajaban la esquina de
San Jacinto frente a tu casa y ni el aire osaba moverse.