martes, 17 de noviembre de 2020

EL SEMINARIO

 



 

Si es casi imposible una biblioteca que contenga todos los libros escritos en el mundo conocido, también es imposible un libro que contenga todas las bibliotecas habidas. Este libro existe mas no existe en ninguna biblioteca formal.

Luego de vivir la mitad de la vida normal de un hombre y emprender un largo viaje llevado en el filo de una historia contada a su curiosidad por un lector del I Ching en la Plaza Catia de Caracas, Juan Caramacaipo llegó a una tierra llamada Trujillo, hogar de Los Momois. Escrutó los ríos circundantes con sus aguas apacibles, sitios revelados como hogar de estos seres.

Al fin, antes de ser entregado al sueño en una noche clara de luna a la intemperie, escuchó extraños ruidos en el portal de su oreja izquierda; eran algunos momois prometiéndole, entre murmullos mentales, guiatura y anfictionía. No eran tan diferentes de como los había imaginado, aunque no le parecieron momois auténticos sino figuras alucinantes. Eran tan diminutos como serios.

Adivinos y presagiadores, los momois le entregaron el libro. Volumen hecho de las cáscaras resecas de un panal de avispas con dos hojas del árbol rastrero de la auyama como tapas. Mientras trataba de codificar aquella inmensa sabiduría, los tiempos agradecieron su visita y su cuerpo fue consumido por el polen y el rocío.

Desde entonces, Juan, o la memoria de lo que fue él, trata de reconocerse en rústicas figuras de cerámica vendidas en los mercados, en vagos paseos a través de las aguas heladas y en el oficio de encantar muchachas sumergidas en lagunas transparentes. Transformadas en diosas.