domingo, 24 de septiembre de 2017

EL ÚLTIMO TREN A NAMBIA




Es Donald Trump el típico mandatario que señala el fin del capitalismo. La más clara señal de debacle de un imperio es su ruina moral y Trump la muestra con saña y descaro. Como el emperador Tiberio (criminal, vesánico, cínico, cruel, irónico) marcó el derrumbamiento del imperio romano, infundiendo pavor entre sus súbditos, preparando la sucesión de los infames Calígula, Claudio y otros; este Presidente estadounidense, consecuencia de los dantescos Reagan, Carter, Bush I y II, Obama asume su cargo en medio del espanto de un mundo occidental fracasado totalmente en sus proyectos económicos y hundido en la pavorosa incertidumbre habida en su futuro.



Si algo trae aprendido Trump es que debe moverse en esa incertidumbre con una estrategia bien formada y valerse de la poderosa maquinaria manipuladora, alienante que aún tiene el capitalismo a través de las llamadas Redes y de sus laboratorios creadores de mentiras anclados en los medios informativos. Luego de una quiebra económica que superó, este magnate inició, junto a sus socios, un estudio preciso y profundo de lo que aliena el mundo y como resultado ingresó en las esferas del espectáculo para encaramarse en las cadenas televisivas como tendencia permanente y matriz de interés. Su ascensión a la política estuvo consagrada por la farándula mundial que tiene como estrategia favorita el “escándalo”. Para esto compró ese emporio farsante que defenestra la imagen de la mujer: el concurso “Miss Universo” y desde allí convirtió su política en promoción de la banalidad y la superficialidad.