Ningún
arte como el cine se ha ocupado de auscultar la escuela, de verle sus costuras
autoritarias, de mandarle las mismas cachetadas que su violencia ha dado a
niños y niñas durante tanto tiempo: palmetazos al alma. El mes de septiembre
comienzan a moverse las intenciones escolares, luego de las vacaciones y la
escuela —la siempre aterradora escuela— se apresta a recibir a sus ¿víctimas?,
para continuar reproduciendo al sistema, en su dominio hegemónico, su represión,
sus imposiciones y la ausencia de aprendizajes provechosos que ya se comienzan
a notar desde hace mucho tiempo. ¡Vaya cine, arte mayor de la humanidad, que
siempre te has ocupado de la escuela!
Repaso y diagnosis
La
más conmovedora y directa crítica a la escuela la realizó el grupo inglés de
rock Pink Floyd con su álbum La Pared, homónimo del filme dirigido
por Alan Parker (1982), con guión del bajista Roger Waters. Desde el estupendo grito
de «No queremos ser educados», el
filme nos muestra cómo se educa a un fascista, a un autoritario; cómo se
conforma la personalidad a base de la violencia escolar que va fortaleciendo la
incubación de la desolación, la alienación, la despersonalización, el miedo, el
terror destruyendo la conformación ontológica humana y por sobre todas las
cosas: el amor. Con este delirio asistimos al fanatismo, la dislocación de los
sueños, la muerte del corazón. Desde esta perspectiva, la propuesta es destruir
la pared que forma una sociedad
abominable, en la cual somos apenas un ladrillo igual a otros que han sido
formados de la misma manera. La felicidad está más allá de esos muros de
castigo.