viernes, 7 de diciembre de 2018

PÁEZ: ¿UN PERDÓN HISTÓRICO NECESARIO DESDE EL BICENTENARIO DE LA BATALLA DE QUESERAS DEL MEDIO?



“En mi pueblo, cuando hay un trueno, gritamos: “¡Viva Páez!”.
Zobeyda Jimenez, la muñequera de Píritu, estado Portuguesa.

La marcada diferencia entre los pueblos y los poderes hegemónicos está en que mientras los imperios promueven las guerras para impedir las transformaciones colectivas en nuestra Pacha Mama, los pueblos son preservadores de la paz y luchan, al riesgo que sea, por conseguirla luego de esfuerzos incansables. Nadie más belicoso que quienes se creen dueños del mundo, así como nadie más amante de la paz que los hombres y mujeres de los pueblos que anhelan en su cotidianidad la preservación de la vida hacia el porvenir. Muestra de ello es la historia de Venezuela, que tiene en su guerra de independencia, una de las hazañas más extraordinarias jamás libradas para conseguir la paz de una patria libre, soberana. En esta contienda insurgió una fuerza en movimiento que tenía varios siglos represada por las injusticias, donde muchos referentes de lucha se sacrificaron contra un imperio colonizador y asesino.

LIBRO Y CINE VENCEN EL OSCURANTISMO



A propósito de FILVEN 2012

Los seres humanos y humanas debieron haber llegado por primera vez a este cosmos terráqueo con un libro en el imaginario más recóndito. La idea de dejar plasmada su existencia en alguna parte, utilizando cualquier medio perdurable a su alcance es tal vez —junto a la música— una de las primeras manifestaciones que reivindican al hombre y a la mujer en su contexto existencial. Aún sin alumbrarse con el fuego, tendían a cantar de noche y a horadar las piedras de día para dejar allí sus primeras señales. Son éstas las huellas del libro en la humanidad, desplegadas a todo lo largo de la historia en piedras, cuevas, paredes, palimpsestos, papiros hasta llegar al papel y a la edición. Hoy cuando tenemos un libro en las manos y abrimos sus páginas para dialogar con autores y autoras, poco imaginamos esta fabulosa historia nuestra, donde una dimensión ancestral serviría de atracción imperecedera: la memoria.