Gobernar
dilapidando los inmensos recursos de la renta petrolera, endeudando al país con
los dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras organizaciones multilaterales,
imponiendo las políticas a punta de peinilla, bombas lacrimógenas, disparos y
otras represiones más terribles contra el pueblo que somos, con el apoyo del
Departamento de Estado del gobierno de los Estados Unidos (EEUU: el mayor poder
que se haya acumulado en la humanidad), con las bendiciones de la Conferencia
Episcopal, el empuje de los grupos económicos internos, un aparato deliberante domesticado
por la delincuencia electoral, una Fuerza Armada brutalmente entrenada en la
Escuela de las Américas, como lo hicieron los presidentes del puntofijismo
durante la Cuarta República (1958-1998), comporta tranquilidades
gubernamentales notorias que los mantuvieron 40 años en el poder.