martes, 7 de febrero de 2017

AMANTE

Su figura aguarda en una penumbra formada por el contraste entre la puerta de la habitación apenas entreabierta y la llamarada tenue de los candelabros. Juega al escondite con mi necesidad de amarla. Allí se despoja del guardainfante y adivino que van cayendo a la alfombra otros paños ya desautorizados por sus manos sobre la desnudez. Parece meditar, la veo y no la veo, la siento muy cerca, tanto, que el silencio de su respiración me abruma, el anuncio de su mirada acaricia mis presentimientos, la sospecha de una de sus picaras sonrisas me produce esos palpitares sabios, sutilmente desenfrenados, deslastrados de toda impostura.
Sufro una paralización momentánea e involuntaria, frente al no saber el momento en el cual saldrá mojada de oscuridades. A sabiendas de mi espera, extiende un tanto su estancia metida en ese diminuto sentido, quizás atravesando mi soledad con pensamientos traviesos, con esas cavilaciones previas a lo creado por nuestras pasiones juntas. Extiende su brazo derecho brillando hasta su manita, hasta sus dedos de finísima relajación, donde las yemas lanzan códigos indescifrables de una odalisca vaticinada por mis maravillas. Su brazo izquierdo inicia un breve juego serpentino, seguido del avance de su cuerpo limpio de ropajes. Da un corto rodeo para soplar las velas y oscurece con dulzura mis expectativas.