lunes, 15 de abril de 2019

AVATAR: RESIGNIFICACION DEL DESTINO MANIFIESTO





«El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino».

Jhon L. Sullivan

Ya en la costumbre hollywoodense de mostrarnos en sus superproducciones, mitos occidentales para deslumbrarnos con sus mensajes disfrazados de novedad, encontramos en la película Avatar (Cameron, 2009) algunos cruces simbólicos, para filtrarnos y hacernos tragar entre la grandiosidad de una supuesta ciencia ficción del siglo XXI, algunas clave del poder tecnológico de EEUU y el capitalismo hasta tiempos infinitos. El primer símbolo caído en la picota del lente californiano es Pandora, nombre de la luna de un planeta llamado Polifemo, en la cual habita la raza na’vi; seres de costumbres ancestrales. Recordemos a Pandora, según la mitología griega, como la primera mujer que fue dotada de extraordinaria belleza, con la paradoja de custodiar un ánfora contentiva de todos los males del mundo: Caja de Pandora. Es por ello que el cruel coronel Quaritch (Stephen Lang) define a Pandora como «El ambiente más hostil conocido por el hombre». El segundo símbolo es Polifemo, nombre de un cíclope (bestia gigante) a quien el héroe Ulises (Odisea de Homero) inutiliza su único ojo con una lanza. Como en muchas películas de Hollywood, de nuevo es colocada una imagen atroz de la naturaleza, en la visión de bestiales animales y plantas esquivas, a la cual hay que arrasar como al cíclope Polifemo.