|
PÓNGASE CÓMODO |
El sábado 24 de marzo de 2012 fui a una sala de cine de un
centro comercial del este de Caracas, para ver una película. Cuando el personal
dio acceso a la sala me senté en la butaca y entonces, no encontré nada que
pudiera alterar la visualidad de quienes traían en sus manos cotufas, refrescos
y ganas de recrearse. Cuando la pantalla se alumbró me llevé una sorpresa
silenciosa al mirar, justo en el centro inferior, a la altura de donde se
pueden leer los subtítulos, una pequeña imagen circular, brillante y rodeada por
curiosos detalles. Lo primero que se me vino a la mente fue la idea de un pequeño
agujero. Por un momento pensé que se trataba de un efecto del primer anuncio,
sin embargo, el dibujo se mantuvo en mi vista y supongo que en la de quienes
allí estaban. Pasaron por mi paciencia varias cuñas publicitarias y anuncios de
futuras películas y el agujero se mantenía, lo que quiere decir —pensé—de que
se trataba de un efecto producido al margen de las manifestaciones
audiovisuales proyectadas, un dibujo intencionadamente colocado allí para que
como audiencia, pensáramos en un agujero, sin ninguna duda para producir ése u
otros efectos, ya que nada de lo que pasa por nuestros ojos en una proyección audiovisual
deja de tener un efecto psicológico, emotivo, espiritual sobre nuestra mente,
así sea muy leve.