En
las artes dimensionadas por los seres humanos y humanas existe la tentación de
la obra maestra. Se trata de visiones desplegadas en una sola expresión
artística que parecen detener la infinitud en sí misma y llegan a reflejar la
realidad en sus claves, dilemas y acertijos expresivos dirigidos a los sentidos
con profundidad. La obra maestra parece regar aprendizajes subjetivos, para ser
tomados por quienes vienen detrás y así quedarse con la herencia expresiva. No
es digno copiar a la obra maestra por ser inédita, pero sí se puede atrapar su rastro
para homenajearla. El camino de las artes a través del siglo XX, parece haber
agotado esta noción, sin embargo, es fascinante ir a su encuentro al evocar la
historia del arte y mirar atrás, la cantidad de referentes al respecto. Detenernos
frente a monumentos como el cuadro Guernica
de Picasso, la novela Rayuela de Julio
Cortázar, la puesta en escena del Hamlet
de Shakespeare, la pieza musical Bolero
de Maurice Ravel, la escultura David
de Miguel Ángel, pueden extasiarnos en nuestra presencia colectiva por el mundo
y el universo. Lo mismo podemos experimentar con el grandioso filme Zorba El Griego dirigido por Michael Cacoyanis
(1964).