Ojalá Memorias del fuego pueda ayudar a devolver a la
historia el aliento, la libertad y la palabra.
A lo largo de los siglos, América Latina no sólo ha sufrido
el despojo del oro y de la plata, del salitre y del caucho, del cobre y del petróleo:
también ha sufrido la usurpasión de la memoria.
Desde temprano ha sido condenada a la amnesia
por quienes le han impedido ser.
EDUARDO GALEANO
El fuego
es uno de los cuatro elementos esenciales de la vida. Junto al agua, el aire y
la tierra, nos constituye. Somos fuego. Toda la ancestralidad cultural de la
Pacha Mama tiene grandes referencias a la creación y origen del fuego. Es
central. Así como el terremoto de la tierra, el huracán del aire, el tsunami
del agua, el volcán puede mostrar su fuerza transformadora. Sin embargo, Nada
como, -en esa soledad consigo mismo o misma o en comunión- sentados y sentadas
sobre la tierra, tomar un puñado de sus elementos en las manos, olerla, besar a
nuestra madre; mirar las grandes montañas, los riscos, las explanas, los
desiertos. Nada como sentir la brisa sobre el rostro, irse con el viento que
anima los árboles a perpetuarse en las semillas que flotan hacia la fecundidad.
Nada como estar frente al mar sosegado y sentirse pequeño o pequeña, ante ese murmurar
sagrado en movimiento perpetuo del líquido que nos cuenta la historia del universo. Nada como
sentarse alrededor de la fogata benefactora, calórica, antigua, para mirarnos en
lo que somos, en lo que seremos, en lo que seguiremos siendo: vida. Ese fuego
que emana la tierra desde aquella primera singularidad es encontrado y brindado
para nosotros y nosotras por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, desde lo que
seguimos siendo en nuestro Abya Yala, en un libro: Memorias del Fuego.