Después
de degustarnos
sin tasa
y sin medida
por
comunista
me
expatrias de tu alma.
Y luego
publicas en el Facebook:
“que un
tipazo como yo,
sabio,
buen polvo, y buena gente
no puede
ser comunista ni a balazos”.
Y para
colmo,
posesa de
infofrenias
-Fernando
Bianco dixit-
o picada
de no sé qué bicho,
dices
como opinadora del Miami Herald:
“que por
comunista
soy capaz
de asesinarte”.
Eso no
ocurrirá nunca
Te lo
juro mi adorada escualidita.
Porque la
lucha de clases
es
cuestión de belleza y de justicia.
Ah, y los
buenos amores
se
vuelven bandada de poesía;
y que yo
sepa,
la poesía
no ha matado a nadie
en este
mundo.
No
pierdas el tiempo odiándome
con
absurdos silogismos,
a mí me
ofenden y me injurian
cosas
serias.
Y quiero
te quede bien clarito:
en tu
olvido y en tu despecho mandas tú,
pero en
mi amor y en mi recuerdo mando yo:
por
poeta, guerrillero y comunista.
LAURENCIO
ZAMBRANO
POETA
VENEZOLANO
Tal
y como escribieron Marx y Engels al comienzo del Manifiesto Comunista, muchos y
muchas cuando lo vimos aparecer por la ciudad también pudimos haber dicho: “Un
fantasma recorre Caracas, el fantasma de Gasolina… ”. Andaba modesto de ropas, caminar
ligero, modales hacendosos, con su termo de café hirviente a la mano del
porvenir y una parlante sonrisa.
Como
todo fantasma, poseído por su propia metafísica, aparecía y desaparecía cuando
quería; sin despedirse o anunciarse. Rostro vestido de una antigüedad novedosa,
cabello cano de melena, barba rala guevarista, manos laboriosas, cada tanto una
seriedad infantil (la más madura de las actitudes a decir de Nietzsche) ardía
en su rostro al servir el café ofertado, elixir que nunca fue una mercancía
-aunque le haya permitido solucionar sus contingencias- ese guayoyito fue sin duda
alguna su primer trabajo político.
A
través de ese café Gasolina terminó de reconocerse en el pueblo que somos. Se
metió en Caracas a tuétano vertiente para conocerla, conocerse y conocernos. Se
hizo ciudad y la ciudad se fue haciendo él. Quienes lo conocimos en este
estupendo menester, sabemos de sus andanzas interminables y misteriosas a los
ojos desprevenidos de lo valioso de la experiencia. Fue un maestro de la
cotidianidad, transformándose en el pizarrón en que muchos y muchas aprendimos
su abc.
Como
todo genuino fantasma, por obra de la genuidad (para nada ingenuo), fue
transfigurándose en muchos Gasolina que hicieron cultura en lo urbano. Para
nada pedagogo, en todo caso un aprendiente militante, comprendió que debía
aprender en comunión, de allí su reconocimiento al maestro Paulo Freire. También
un auto-educador inquieto, viajero, que consiguió afinidad con el maestro Simón
Rodríguez.
A
través de estas líneas, que intentaremos no sean pocas (Gasolina se merece
desde un mantra, hasta un verso poético, pasando por la extensividad del
recuerdo, la lectura fractálica de un tabaco encendido o del libro I Ching, un colorido
mural colectivo, varias bohemias y recitales de poesía en su nombre y otras
sencillas maravillas que consagren la amistad) iremos en la búsqueda de
reconocernos en la hazaña que nos deja como legado.
UN
COMUNISTA A LA MANO DE LO INDECIBLE
Sabemos
por el Tao y por el Nazareno acerca de la autenticidad militante. Lao Tsé dice:
quien mucho dice que está en el Tao no está en el Tao. Jesús dice: quien mucho dice
que está conmigo no lo está. Ambos filósofos llaman a la encarnación en la
práctica de lo que se predica; llaman a la coherencia. Gasolina no se la pasaba
diciendo que era comunista, pero en realidad lo era porque lo practicaba. Tenía
clara la primera virtud de un comunista: compartir. Y la segunda virtud de un
comunista: compartir con quien más necesita. Y la tercera virtud de un
comunista: compartir desde lo poco no sólo desde la abundancia, porque desde lo
mucho cualquiera debería compartir.
Gasolina
nunca fue un necesitado (aunque ojos prejuiciosos lo vieran así), más bien era
un necesitante (quien busca a los que creen que tienen para auxiliarlos en su
egoísmo) porque ofrecía mucho de su espiritualidad y de su arte. Fue aprendiendo
a dimensionar una filosofía de su vivir para dar lo que podía compartir. Buscó como
todo cultor-cultora dar de lo que cultivaba, principalmente su música.
Como
comunista de singular origen, nos ayudó a reafirmar que hay más comunistas en
las calles del pueblo que en los partidos políticos, que el comunismo que
vieron Marx y Engels no lo sacaron de los libros solamente sino del pueblo que
ellos mismos llegaron a ser, que a los libros de comunismo si no les ponemos pueblo
en sus páginas terminan siendo vacíos. También nos ayudó a reafirmar que muchos
comunistas no saben que lo son porque no invierten su tiempo en declaraciones
circunspectas, ni en citas textuales, ni en trapisondas adecas sino en ser
pueblo.
SER
HUMANO EN TRANSFORMACION PERMANENTE
Repetida
hasta el Perogrullo, la frase del sabio griego Heráclito: Nadie se baña en un
mismo río deambula escrita en infinidad de textos de diferentes formas de
pensamiento y en diferentes contextos de conocimiento, sobre todo académicos.
Sabemos que el significado de esta frase es profundo y se despliega en la
comprensión de la transformación o cambios permanentes de la realidad y del ser
humano.
Muchos
de quienes hacen resonancia con esta célebre frase, no son precisamente
personas prestas a los cambios, a las dinámicas flexibles, a la recursividad de
los fenómenos; son más bien seres rígidos, apoltronados, enladrillados.
Gasolina nos parece la evidencia de la frese del sabio griego. Siempre anduvo
en la búsqueda de cambio, transformación, nunca era el mismo siendo el mismo.
Dialéctico en su propia dialéctica era siempre su propia renovación. Contradicción
de su misma esencia, como el pueblo que mira diferente y se baña todos los días
en el río de la vida reconociendo su agua cambiante.
No
dispuesto a ser referente de nada ni de nadie, ni de ser ejemplo, practicaba la
renovación diaria, cotidiana, veloz. Si erraba, aprendía del error y entonces, iba
al vivir de nuevo. Si acertaba, enraizaba la experiencia sin quedarse en el
triunfo y entonces, iba al goce, al placer. Por supuesto, INVENTABA siempre. Si
otros u otras aprendían de él no era su preocupación ni su búsqueda, aunque los
fantasmas espirituales del comunismo, sí lo impulsaban a realizar el deseo
popular. Le preocupaba aprender de los demás y sobre todo conocer a los demás. Su
hallazgo y encuentro predilecto -su tesoro- era la amistad como filosofía del
corazón. Aquí se encontraba con el poeta venezolano Aquiles Nazoa.
DENUNCIABA
LA POLITIQUERIA Y LA FALSEDAD
Se
formó y forjó su aporte durante la revolución bolivariana. Estaba entre los
chavistas críticos y de los que llaman de voto duro. Con sus fallas y aciertos
humanos, se aproximaba a la autenticidad con transparencia. Cuando veía y
escuchaba a alguien hablando mucho acerca del "socialismo", los "consejos
comunales", la "necesidad de ser solidarios", de la "revolución" con sospecha de
ser frases etéreas sin mostrar nada concreto, entonces se le acercaba y le
lanzaba su clásica frase evaluativa: No tengo dónde dormir esta noche, llévame
pa’ tu casa. A través de este escrutinio pudo observar infinidad de reacciones
que ponían a prueba lo que estaba diciendo cualquier persona acerca de una
supuesta posición política “popular”. Aprendió la coherencia desde la
incoherencia ajena reflejada en él.
Era
un detector feroz de la falsedad, de allí su pasión por la infancia y la
adolescencia; con ellos y ellas consagró la ternura. Fueron sus más directos y
consecuentes maestros. Era un apasionado querendón de los hijos e hijas de sus
amigos y amigas. Se ganó el honroso reconocimiento a distancia del llamado de
su nombre en las bocas sonoras de las primeras edades que batían las manos y lo
reconocían en la ciudad tras su saludo. Aquí se hermanaba con la muñequera de
Píritu, Portuguesa, Zobeyda Jiménez.
HUMANOS Y HUMANAS DESDE LA TRISTEZA
El
escritor venezolano Marlon Zambrano en un sentido escrito colocado en Facebook a
su memoria, nos recordó una dimensión imprescindible de referir en Gasolina: la
tristeza. Siempre la comprendimos y aceptamos como nuestra, la común,
solidaria, cotidiana tristeza que llevamos dentro por cualquier causa íntima y
que intercambiábamos con él en diálogo siempre fraterno. Sin embargo, desde
aquel escrito captamos el llamado a memoriar la particularidad en lo triste de
Gasolina. Entonces comprendemos que, siendo mancomunadas, juntas, tienen
diferencias las tristezas humanas.
En
Gasolina era un patrimonio espiritual la tristeza. Tanto, que cierto día
desconocido para muchos, tomó el instrumento musical que llamamos Cuatro y desde
el cam-bur-pin-tón patrio comenzó el cultivo del género llamado blues -anglofonía que significa tristeza- nacido
en las cárceles de Estados Unidos cuando la opresión del pueblo negro estalló
en cantos de denuncia, justicia y tristeza. Esa tristeza patrimonial que
comenzó a identificarse con la nuestra y cada tanto se nos incrustaba en los
versos finales del poema Los Heraldos Negros del poeta peruano César Vallejo y
se nos aparecía en sus extraordinarios cantos.
Sin
exageración alguna, Gasolina está entre los grandes blusistas de la humanidad,
a la altura de un B. B. King o un John Mayall o un Peter Green o un Frank Zappa
o una Janis Joplin o un Pink Floyd. Quienes lo niegan, tal vez reconocen expresiones
blusísticas como las de Gasolina en otros intérpretes, porque son
cantadas en inglés, sin comprender el sentido más allá de la música; cuestión
que no es ningún defecto, es más bien una posición cultural. Gasolina logró crear
un blues de dimensión universal, de poética profunda, con sentido venezolano y
abyayalo.
La
tristeza de su blues, sin desprenderse en ningún momento del fondo histórico de
la discriminación racial, hurga en otras tristezas, en congojas del Abya Yala
hasta ese momento desconocidas, en desconsuelos originarios, en un Filin propio
que desde su irreverencia nos coloca en otra musicalidad y en otro plano del
cosmos. El Blues del Negrito es evidencia de cómo transmigra la discriminación
racial del blues originario y la coloca en nuestra realidad con actualidad y
denuncia.
Su
propuesta de blues es una experiencia única e irrepetible. Logró grabarla y
llevarla al disco para darle perennidad. Sin embargo, cada ejecución suya en
vivo tuvo el soberbio despliegue de un Joe Cocker cuando vocalizó la obra
inmortal With a Little Help From my Friends de Lennon-Mc Carney en el Festival
de Woodstock de 1969 o el Kosmic Blues de Janis Joplin ejecutado por esta diosa
texana en el Festival de Toronto en 1970 o la pieza en género Ritmyn and Blues
titulada Try a Little Tenderness cantada por el genial Ottis Redding.
PROTECTOR
DE CARACAS: EL CONTEXTO ES LA CALLE URBANA
Desde
su música revelaba la acera de la ciudad como el contexto ideal. Su río
cambiante era el otro lado de la calle pintado a goache armónico por el cantor
venezolano Charango Figueroa, donde siempre se encuentra el compartir, la
alegría, la joda, la economía del pueblo, la fuerza de la gente, la política
del Abya Yala: el comunismo. Hizo causa común de una ciudad abierta como la propuestada
desde las Europas por el cineasta italiano Roberto Rosselini. Y se encontraba en
el mismo hacer musical de Cacri Jazz, donde Pablo -sus compañeros y compañeras-
también hace del saxofón, entre percusiones y poéticas, el homenaje infinito a
la piel oscura de la tierra Abya Yala norteña, apoyado en una dialéctica en
grises de asfalto, que en las letras del poeta venezolano Efraín Valenzuela
cobran infinitud subversiva.
Las
ciudades tienen protectores y protectoras. Son esas y esos seres, esos duendes,
esas hadas que la salvan de sucumbir en la superficialidad hipócrita burguesa,
de embobarse por la estupidez institucional, de sufrir la burla de la vileza politiquera,
de ser aplastados por la miserable bisutería imperial. Son quienes asumen la locura cuerda y la cordura loca de
las que nos habla el maestro Paulo Freire y aparecen con sus memorias activas para oxigenarnos los
aconteceres, redefinirnos las utopías, reafirmarnos los sueños, recordarnos en
su misma piel los deberes del porvenir.
Siempre
que andábamos la ciudad y nos encontrábamos a Gasolina en lo nuestro urbano, lo
común caraqueño, lo colectivo guaraira, sabíamos que la ciudad estaba salvada y
nosotras-nosotros con ella. Asegurábamos entonces que Gasolina le haría a
Caracas el mejor obsequio que se le puede hacer a una ciudad: una noche de bohemia.
La bohemia. La mejor protección para nuestra urbanidad. La salva de los gusanos
represivos fascistas y de la ciega delincuencia. La bohemia: sagrada invocación a revestirse
de la poesía cósmica para espantar los demonios del mercantilismo. Pero... la
bohemia en comunidad. No consumista. Compartida equitativamente. La bohemia con visión indígena, originaria.
Cultor
de la poética de la conversa, hortelano de las siempre semillas del canto, militante
de las ideas fecundas salidas de los sueños, lanzó cada tanto, oraciones
profanas para salvarnos a todas y todos nosotros y nosotras de la falsedad que
nos trae la muerte. Sabemos que la muerte real es la que se da en el propio vivir
sin praxis (Maturana) cuando nos llevan la avaricia, el narcisismo, la aniquilación
de las utopías, el farandulesco mundo de las apariencias, al mismísimo hades
del sistema hegemónico.
CON
LA SIEMBRA HASTA LA VICTORIA SIEMPRE
Es
conocido, aunque no todos lo supieron, el conuco de Gasolina. Pegado a su
rancho, debajo de un puente, regado por el rocío digno que resiste el smog
urbano, con el riesgo del olvido, allí estaba su contribución al llamado del
comandante Chávez a sembrar de revolución agrícola a la revolución del pueblo,
tomando datos experienciales del maestro Rubén Laya y también coincidiendo con
el proyecto Todas las Manos a la Siembra que promueve el profesor Carlos Lanz
Rodríguez.
Como
buen vinculador, Gasolina supo que todo es cultura desde el hacer y todo es arte
desde el vivir. Encarnó el eterno lema del comandante Che Guevara: El Pueblo lo
tiene todo. Sabía que su cultivo musical estaba ligado al cultivo de la tierra
y al resto de cultivos posibles en la vida y el cosmos. Quienes escuchamos sus
arengas a cultivar, a sembrar desde la intimidad con la tierra y la existencia que
posibilita el conuco, supimos del ritual necesario para el sostén inmediato que
nutre sin esperar mucho.
Entonces descubrimos al Gasolina escuela; al educador paciente, capaz de la espera productiva que se hace inmediata cuando se le aplica la dialéctica de la paciencia, la poética del cuido, la metáfora del crecimiento en infinita brevedad. Nuevamente, nos sometía a la prueba de la comprensión del vínculo entre las siembras y las tierras. Casi un silogismo: ambas, la revolución es una tierra por sembrar, como la tierra es una revolución por hacer. Sembrando la tierra hacemos la revolución y haciendo la tierra sembramos la revolución.
LA VELOCIDAD DEL ALMA COMO TRABAJO
No
siendo su idea original, es el título de una de sus más sentidas
interpretaciones, una concepción filosófica suya vinculada a la noche y el
título de un documental cinematográfico que realizaron los laureados Hermanos
Rodríguez durante este siglo XXI. En las poderosas y geniales imágenes están
claves importantes del ser humano. La noche, por ejemplo. Los amorosos salen de
sus cuevas / temblorosos / hambrientos / a cazar fantasmas –nos reza el poeta
mexicano Jaime Sabines.
La
noche como espacio válido. La luna como territorialidad onírica para dialogar
con lo desconocido. La reivindicación de la oscuridad. La umbra como valor cósmico.
Lo negro como libertad y belleza. La penumbra como sitio para la conspiración,
la subversión, la guerrilla incansable contra la maldad imperial. También la
noche como alegría imposible: vista desde el otro lado del espejo, en arribo glorioso,
en simultaneidad amorosa, en sincronicidad espiritual del nosotros y nosotras.
Con
la velocidad del alma como clave, Gasolina nos trajo un mensaje urgente que
muchos no vieron. Recordemos que la llegada a la presidencia del comandante
Hugo Chávez Frías produjo la subida del barril de petróleo a niveles importantes; que en una época pasó de cien dólares. Ya como Presidente, inició
una gestión con la clave de Gasolina. Sabía El Arañero de Sabaneta que había
que hacer por el pueblo, sin pausa y sin descanso; como lo interpreta el personaje Andrés
Barazarte en la película venezolana País Portátil (Feo y Llerandi 1979): Yo estoy aquí porque ya no
puedo esperar más.
Luego
del 13 de abril de 2002, victoriosa batalla lograda por el pueblo venezolano y su Fuerza Armada contra la oligarquía cipaya y mundial, el país obtuvo recursos importantes
provenientes de una significativa política desde la OPEP y los logros de la
Revolución Bolivariana –como debía ser- se encumbraron. Índices sociales
alcanzaron bienestares sin precedentes para el pueblo, debido al empuje
estupendo y las decisiones acertadas del comandante Chávez. Mientras los
reaccionarios derrotados organizaban su cólera, el pueblo gozaba.
Con
la mentalidad del tabaratismo adeco de la década de los años 70 del siglo XX, no
pocos se lanzaron al aquelarre del gasto porque hicieron de la militancia
chavista o del chavismo de la calle un sitio de derroche, mientras el
comandante Chávez llamaba a la conciencia (recordemos la burla pequeño burguesa
a su digna y vigente propuesta de los gallineros verticales) tratando de abrir espacios
sociales para la reflexión mesurada y la sensatez política.
Entre
aquel interesante escenario social donde la situación económica permitió
estupendas posibilidades políticas, institucionales y personales, apareció
Gasolina como hombre del pueblo, con el mensaje de austeridad en su propia ontología,
utilizando las poderosas armas subjetivas de la cultura y el arte. Muchos
tomaron esta acción política como un pedir limosnero y no lo vieron como lo que
era: un fabuloso ofrecer cultor, un dar artístico, una advertencia política
desde el poder popular para el porvenir.
Lo
que fueron muchos artistas europeos de la década de los años 20 del siglo XX,
cuando en las calles del mismo derroche capitalista de sus pueblos advirtieron desde
su profunda austeridad, la desastrosa guerra fascista que vendría en el año 39;
de la misma manera Gasolina fue el mismo cristo, visto por el padre Matías
Camuña en los barrios de Petare, que predijo lo que vendría en esta guerra del
capitalismo, profundizada a niveles de genocidio contra el pueblo de Bolívar.
Advirtió
Gasolina, con la proclama lacerante de su presencia austera, con el signo inequívoco
de su tristeza andante, con la babel prodigiosa de su reclamo cultural, con el
simpar resonancia de la prima de su cuatro, este sufrimiento que nos ha de
templar el carácter político para las victorias vencedoras en el presente y en lo porvenir. Nos hace
recordar también, un escrito del periodista Earle Herrera titulado Socialismo
en la Chiquita, donde refiere la situación de bloqueo económico del imperio gringo-europeo y del barril a 0
dólares que se estaba presentando como cumplida amenaza y que hoy se agudiza, como prueba para quienes
estaban acostumbrados a un socialismo con el barril a 100 dólares (sobre todo los de la clase política). Sin lugar a
dudas, Gasolina nos anunció con anticipación las chiquitas que vendrían y a las
que no estábamos acostumbrados en los últimos 15 años.
Hasta
con sus colegas cantores y cantoras fue preventivo. Lástima por quienes lo
vieron con desprecio y minusvalía desde una muy mala utilización del prejuicio.
Muchas veces se burló secretamente, cuando se mordían sus propios tobillos en
las tarimas institucionales. Gasolina se ganó algunas presentaciones institucionales
con el impulso de las tarimas del pueblo, de los bancos de las plazas, de las
grandiosas bohemias sublimemente anarquistas, las cuales nunca olvidó.
LA
HUELLA CULTURAL COMO BÚSQUEDA HISTÓRICA
Si
vamos a buscar una posible huella histórica de Gasolina, la encontraremos en el
ejército indomable del general José Tomás Boves. Aunque al servicio del General
Bolívar y del comandante Hugo Chávez, la diana originaria de la militancia de
Gasolina está en el iracundo llamado de Boves. Esta es la razón de la Velocidad
del Alma.
El
alma no espera porque está hecha de presentimientos, intuiciones y desesperos,
por esto necesita del estudio y la investigación, de los referentes reflexivos,
filosóficos y reposados, de la educación política, de las consejas y haceres
del pueblo productivo y de la democracia participativa y protagónica; el anclaje
en el puro resentimiento la desboca, obsesiona y desquicia.
Sin
alentar resentimientos, fue muy paciente, comprensivo y, en momentos especiales indiferente con quienes subestimaron su hacer y pensar político y
artístico. De la polítiquería -sobre todo la escondida en la oficialidad-
no se puede esperar más que esa visión que tienen de las expresiones
culturales y artísticas como relleno del palabrerío proselitista. Son esos
politiqueros que propagan la idea de que el pueblo "no está preparado para hacer
la revolución", de que "sólo es bueno para apoyar y levantar la mano, pero no para decidir", de que "sus haceres necesitan de 'lo político'... ”, actitud demagógica que con el tiempo termina haciendo
el ridículo histórico, como los de la Cuarta República.
Además,
ofreció su secreta burla a los epítetos cultureros venidos de los especialistas,
que han inventado términos como “naif”, “ingenuo”, “folklórico” para anular,
ningunear, aminorar las visiones sencillas del pueblo en su poder creador y
artístico. Esos creadores de categorías son los que consideran a la mirada compleja del gran Bárbaro
Rivas como "ingenua", a la genialidad de Armando Reverón como "naif", a la cósmica
perspectiva artística de Zobeyda Jiménez como "folklórica", porque el lente de
medición que tienen es gringo-europeo.
COMUNISMO
A CONTRAHUELLAS
La
contrahuella tiene su valor en dar significación suprema al andar a pie como
actitud política y mediación cultural. Esto supone un rechazo táctico al
automóvil (símbolo oligárquico capitalista) un distanciamiento del rentismo
petrolero, una crítica a un proyecto político que, promoviendo la siembra de
la tierra, colocó al motor como impulsor de la revolución y al motor mecánico
como símbolo semántico de la acción política y educativa.
El
cognomento Gasolina, tiene una simbología extraordinaria porque colocó un sustantivo
emblemático del rentismo como problematización en el andar de un ser humano, de
un cultor, de un músico. Era anunciar que la gasolina importante no está en los
carros sino en el hombre y la mujer, en el abuelo y la abuela, en los niños y
las niñas, en la juventud. Y tan actual es, que quienes en estos momentos se
quejan por las largas colas para llenar el tanque de sus vehículos, deberían
pensar en la importancia vital que tiene el ir a contrahuella siempre. Los pueblos siempre van a contrahuella, sobre todo frente a los imperios.
Con
la armonía producida por la conciencia colectiva, el espíritu va reconociéndose
a contrahuella de sus propios pasos. La siguiente letra del poeta Laurencio
Zambrano parece dibujar a sensibilidad abierta el mensaje de Gasolina, hoy vigente ante
los embates de la guerra del imperio:
CONTRAHUELLAS
Remozando
mis sandalias
me
dijo el zapatero;
siempre
serás
la
horma de ti mismo;
-caminas
y vas siendo,
caminas
luego piensas-
El
zapato te es leal cuando lo amansas
cuando
toma la forma de tus vicios.
No
busques prosodia en tus calzados
camina
y encallécete
como
las manos de dios
cuando
nos hizo.
Obedece
ciegamente a tus zapatos
-contrahuellas
del ser y del destino-
ellos han de llevarte al horizonte
donde tu vida y tu rostro son lo mismo.
Y retorna entonces el Hugo Chávez cristiano recordándonos: El que tenga ojos que vea, el que tenga oídos que oiga. Desde su otro plano de la realidad, el bardo poeta cantor del blues venezolano nos interpela en el socialismo imposible, ése que aún no practicamos; ése que no se explica cómo todavía no compartimos, teniendo la necesidad de hacerlo; ése comunismo de nuestros indígenas que nos preservaría de la muerte que nos tiene planificada el imperio; ése anarquismo que nos daría la impetuosa fuerza para enfrentar -con la fiereza necesaria- la esclavitud que nos tiene asegurada la realeza inglesa.
Quienes
no creemos en la muerte, sabemos que lo volveremos a encontrar apareciendo en cualquier
ciudad, con el termo de café firme en su mano derecha y el Cuatro bajo el
brazo izquierdo, buscando nuestro encuentro, como el comunista de siempre, dispuesto a hurgar en nuestros capitalismos y a inquietar
nuestros anarquismos. Y sonreiremos al nombrar con la velocidad del alma a
Gasolina, alias, Arturo Acosta.
Queremos homenajear y agradecer al poeta tachirense LAURENCIO ZAMBRANO por haber escrito el poemario titulado Esquejes de canto y piedra cuyas páginas hacen brillar a la literatura venezolana con tonalidades de originalidad, calidad, rebeldía y belleza. Edición de Monte Ávila Editores Latinoamericana que merece una reedición mejor cuidada.
OBRA DE INICIO:
ANDRES CELIS