viernes, 6 de noviembre de 2020

SE ACELERA EL DERRUMBE DEL MODELO BIPARTIDISTA EN ESTADOS UNIDOS

 



Woe soy yo

Woe eres tú

Woe somos nosotros

Woe – woe – woe

Wooooooooooe

 

AMIRI Y AMINA BARAKA

Poetas afroestadounidenses

Poema A cry for the People

(Lamento por el pueblo) 

 

Provoca pensar que lo que sucede actualmente con las elecciones de Estados Unidos (EEUU) es un Show, incluso, bueno es mirar estas incidencias con ciertas dosis de humor porque ayuda a discernir e interpretar. Aquel dicho que dice: mirada de lejos la vida parece una tragedia, pero vista de cerca parece una comedia, pudiera ser aplicable al gran país del Norte en este instante. Sin embargo: ¡Cuidado! Para nada es un Show lo que estamos viendo en las pantallas del Tío Sam.

 

Lo sorprendente es que todo esto era previsible con sólo mirar lo que venía sucediendo en comicios anteriores. Recordemos el robo hecho por la maquinaria electoral de concepción elitesca, al favorecer al republicano George W. Bush sobre el demócrata Al Gore (2000) con esa trácala de los llamados Colegios Electorales. En EEUU deciden las minorías oligarcas sobre el pueblo. Incluso, el sistema electoral gringo está diseñado para que no haya sorpresas. Dos partidos políticos se disputan los destinos de la nación casi desde comienzos de la República.

 

¿Qué pasa ahora? ¿Por qué al momento de escribir este artículo aún no se sabe oficialmente quién ganó las elecciones en EEUU? O, viendo los incidentes del otro lado de la calle: ¿Por qué no declaran ganador a quien sospechamos (o ya se sabe) que ganó? Aquí surge la memoria de nuestro camarada alemán Karl Marx cuando nos habla de las contradicciones en el seno del capitalismo. Los imperios no son monolíticos ya que están formados por factores de poder con diversos intereses.

 

La última grave crisis habida en EEUU se desplegó cuando un grupo emergente dentro del partido demócrata se planteó otra vía (no menos hegemónica y agresiva) para dirigir los destinos del país y su cabeza visible fue detonada con varios disparos de rifle en la Calle Elm de Dallas, Texas, casualmente a finales del mes de noviembre de 1963. El asesinato de John F. Kennedy, además de significar un golpe de Estado y un magnicidio, quitó del medio a un grupo de tendencia liberal que hacía contradicción con los factores de poder tradicionales.

 

Esos poderes de la hegemonía que aún bullen relaciones capitalistas en EEUU comienzan a tener serias contradicciones internas. Desde comienzos de los años 90 del siglo XX, en ese país se muestra una pérdida de poder económico en la hegemonía mundial. Otros capitales de países como China y Rusia han abordado el buque mundial de relaciones mercantiles que han hecho perder a EEUU cartel e influencia. Inclusive, pareciera que el último eslabón de poder que le queda como cancerbero del capitalismo: el armamentismo, está siendo trasladado desde hace algunos años a Israel. El país EEUU próspero, rico y poderoso de ayer hoy no existe. Una multipolaridad incesante y paulatina tiende a desplazar su influjo que se mantiene sólo en los escenarios ideológicos.

 

Desde otro ángulo, un grupo de grupos oligopólicos ha ganado influencia desde su aplastante derrota en 1945, finalizada la llamada Segunda Guerra Mundial. Se trata del grupo ario. Cúmulo de poderosos racistas, guerreristas, supremacistas, totalitarios que llevaron al poder a Adolfo Hitler en 1933 en Alemania; hoy sus nietos son promotores, impulsores e instauradores del modelo económico neoliberal, se han hecho de nuevo protagonistas de las principales esferas del poder y han levantado una peligrosa base social en muchos países europeos y en EEUU. La expresión política del poder ario es el fascismo y viceversa.

 

El grupo ario que había tenido significativas evidencias de poder en EEUU a través del llamado macarthismo, aún debe disputar su influencia con las fuerzas sionistas del judaísmo cuya presencia es preponderante, ante todo desde la creación del llamado Estado de Israel. Esta contradicción (subrayada en lo económico) parece limarse en las últimas décadas a través del nuevo rumbo tomado por el belicismo con la política de Guerra Total que absorbió alianzas estratégicas de muchos sectores del hegemón. Esta política ha sido de implacable aplicación debido al agotamiento de las reservas energéticas estratégicas del planeta, que ha hecho necesario para sus planes expansionistas, invadir los territorios donde esos reservorios se concentran. Arios y sionistas pudieran estar conviviendo en esta bombona de oxígeno del capitalismo. Sin embargo, el grupo ario no había tenido a alguien en la Casa Blanca para imponer su visión del mundo y sus estrategias.

 

Ese ario necesario ha sido Donald Trump. En dos patadas y un portazo, los arios han planteado en EEUU la vuelta al rancio blanco supremacista, la progresiva execración de todos aquellos grupos sociales considerados diferentes, la represión y marginación definitiva de las comunidades afroamericanas, reaparición de los linchamientos, la imposición de un estado totalitario, la marginación total de la disidencia, la construcción de un muro en la frontera con México, el recrudecimiento del bloqueo económico a Cuba, todo tipo de discriminaciones sociales, la profundización de la política de intervenciones, sanciones y bloqueos en todo el mundo y la instauración del imperio de la manipulación de las comunicaciones, la asfixia completa del ejercicio democrático en toda la sociedad.

 

Siguiendo la actuación mundial de sus antecesores fascistas, nada temerosos de agudizar las contradicciones, los arios gringos con Donald Trump en los pies, se han dado a la tarea de extremar la represión en toda la sociedad, de ahogar la cotidianidad con tragedias permanentes con el fin de instaurar un estado totalitario, sin mediaciones ni maquillajes liberales. Esto ha levantado una corriente (aún dispersa) de descontento en diversos sectores sociales, haciendo confluencia con grupos y organizaciones ´que han mantenido un pensamiento político crítico de resistencia frente a esta realidad.

 

Previo a las elecciones y a la crisis del COVID-19, el asesinato del ciudadano afro-estadounidense George Floyd desencadenó una ola de protestas airadas y violentas en varios Estados, como la gota que rebasó el vaso del estado de brutal represión impuesto desde el inicio de la gestión que pareciera ser una vil provocación. Frente a estos hechos, Donald Trump y sus arios creían que los sectores supremacistas impondrían su influencia, pero no ha sido así. Por el contrario, han demostrado ser una minoría, muy poderosa, provocadora, pero minoría a fin de cuentas. Atizando desde el descontento creyeron ganarse a la gente, en la apuesta al sentimiento reaccionario fomentado en el ciudadano medio en todos estos años, pero la realidad está diciendo que les salió el tiro por la culata.

 

A duras penas, al poderoso emporio de encuestadoras y consultores les ha costado enormes esfuerzos mostrar a Donald Trump con chance de relegirse en la presidencia, dada la impopularidad generada por sus provocaciones y agresiones. El leve matiz de diferencia habido con el candidato Biden lo han transformado en "comunista" como resurrección macarthista de la Guerra Fría. Quienes manejan el férreo aparato electoral, tradicionalmente han confiado en los efectos provocados por la manipulación de la opinión pública para generar matrices y tendencias. Esto pareciera no estar causando los mismos resultados del pasado. Amén de que, por primera vez desde las manifestaciones por los Derechos Civiles de los años 60 del siglo XX, muchos de los estadounidenses de cualquier bando han dejado de mirar el televisor como proyector de las representatividades políticas y se están haciendo de la calle para protagonizar, cuestión que hoy es vista como el anticipo de una guerra civil.

 

EEUU viene siendo un barril de pólvora por primera vez hacia adentro desde el auto ataque contra las Torres Gemelas y dista mucho de ser el protagonista de un Show hacia afuera. El pueblo estadounidense (¡que existe!) está siendo protagonista del derrumbe de las mentiras con las cuales se le ha sometido a una demencial manipulación desde siempre. El otrora carnaval electoral con banderitas y sombreros de copa de cartón que luego se lanzaban a la basura junto a un vaso de gaseosa y los desechos de una hamburguesa, se ha transformado en una terrible tragedia social al salir las pústulas de un tumor de falsedades acumuladas. Como procesos sociales de esta magnitud, amplían y fortalecen la conciencia de los pueblos, el estadounidense debe estar viviendo esta trascendencia en el irrumpir de una corriente histórica que está tomando cause hacia una mayor radicalización.

 

Otro aspecto importante con el que están haciendo mofa en las llamadas redes sociales es la concepción de democracia promovida tradicionalmente por EEUU como modelo y que tiene a las elecciones como quintaesencia. Esto es un aspecto significativo que no se decide en un juego de cartas, ni en un chateo por twitter porque la derrota electoral de Donald Trump significaría, la primera ruptura importante contra la manipulación mediática desde los movimientos contra la Guerra de Vietnam. Además, el resaltante indicador de un repunte en la participación electoral (en donde venía aumentando la abstención) significa  oxigenación en el nivel de politización del pueblo. Cualquier movida extrema (que pareciera estar en el ánimo y decisión de Trump) que coloque en duda el proceso, sin que se utilicen los mecanismos del Estado de Derecho, se llevaría en los cachos esta cuestionada democracia con su modelo electoral arrastras.

 

El grito de fraude de Donald Trump como aspirante a la relección siendo presidente constitucional es un llamado descarado, provocador y cínico a la rebelión supremacista y tendría las características de un golpe de estado. Dependiendo del movimiento que hagan las élites ante esta contradicción, estaríamos (o no) presenciando el comienzo de una guerra civil. No olvidemos que EEUU es una sociedad armada y cundida de grupos paramilitares organizados, que han sido utilizados por los gobiernos para tareas sucias en otras partes del mundo.

 

Sin lugar a la menor duda, debemos apostar a la agudización de estas contradicciones en la sociedad estadounidense y a la profundización de la crisis del hegemón capitalista en el seno de su policía fundamental, sin caer en la banalización del pensar político que obnubile de ligereza o dogmatismo el análisis crítico. Hay evidentes signos de agotamiento en ambos espacios del sistema capitalista. Cuando la única carta que le queda a la hegemonía es la misma que fue quemada junto al cadáver de Hitler es porque el sistema capitalista no tiene ya nada que ofrecer a la humanidad.

 

Un postcapitalismo se avecina. Los pueblos del Abya Yala, organizados y haciendo unidad en una propuesta revolucionaria, deben mantener sus actuales postulados de lucha en la calle, con los cuidados necesarios. Siempre ha sucedido que la crisis de los imperios trae consigo la agudización inmediata de las contradicciones en los gobiernos cipayos. La crisis de EEUU que parece no tener vuelta atrás, nos llama a unir banderas, sincronizar acciones y crear el porvenir desde el presente con una práctica antihegemónica y emancipatoria. Vamos venciendo.