jueves, 26 de enero de 2017

LLÉVATE CONMIGO


«El sexo es la transfiguración de lo físico en lo mental. No es para nada físico, como cree la mayoría, porque el efecto de la relación sexual es muy pobre, muy repetitivo y finalmente, muy consternante. En nuestro imaginario, el sexo es algo que nos lleva más allá de los cuerpos, porque el orgasmo es salir de uno mismo hasta ir más allá de la idea de nuestro propio cuerpo, y si es así, eso quiere decir que el sexo es algo metafísico

Catherine Breillat


Llévame con tu cuerpo y hazme cada poro, cada sustanciosa saliva, cada flujo corporal, cada gemido efecto de ruda fragancia. Llévame con tu mente a reconstruir la alegría entre todas las congojas habidas. Pisaremos el campo minado de los cielos, para reconstruirnos por sobre infiernos destartalados. Llévate conmigo a través de ese amor. Ese amor de vinos y cayenas. Ese amor de soledades y extraños encadenamientos. Que tu espíritu sea. Sea únicamente en mí. Sea rector de lujuriosa eternidad con que te pienso. Sea templo buscado y encontrado para caernos a cuerpazos placenteros, a espirituazos delirantes y en almazos tuyos y míos, probemos la vicaría imaginaria de cada ser ausente. Que a fuerza del tú yo, del yo tú, seamos océanos de almas andariegas, de corales acústicas, de armoniosas sinfonías acuáticas; seamos espíritu de un mar navegado en nuestros labios. Déjame caer hasta él, con mis manos transparentes, mis imaginarios desérticos, mi visión desnuda. Deja caerte sobre los sudores del montañoso elemento del que estoy compuesto. Mira los ojos de un loco pernoctando por las ansiedades de tu cueva de Altamira. Allí he grabado mis cacerías traviesas, rebuscando cada melindrosidad de tus pasiones, cada fauna tentación de los bestiales placeres que te acompañan. Cargo sobre la espalda esta tristeza del ser abandonado a la suerte de su propia esperanza. Soy un hombre cotidiano que necesita un beso tuyo para transfigurarse en rana de pozo sin fondo, en canto solitario de trovador furtivo, en elevado y cuántico ente corpóreo navegando a través de todas las energías suspendidas en la eternidad. Si durmiera, soñara con tus huellas digitales sobre mí y mil mujeres preguntando las razones del cadáver placentero en que me convertí. Si despertara, te mordería como a una manga de cascadeante néctar, así no estuvieras a mi lado en toda tu monstruosidad femenina. Siempre bajas de la luna a pura luz. Me sobra espíritu eterno para conseguirte en cualquier sombra. En algún lugar de la infinitud, fuiste llama y yo energía, fui combustión y tú desencadenada explosividad, fuiste masa, mandrágora, magia, mente, maravilla, movilidad, mía, mujer, y yo hombre; Dios creído bajo el escepticismo protuberante de un amor que camina por la ciudad, como una sorda patada a una piedra quieta. Comiendo ausencias me dedico a buscarte en anuncios de constelaciones encontradas, en títulos de algunas bibliografías bíblicas, en listas de antiguos mitos, en créditos de películas clásicas, entre aliños de alguna comida pagana que consumo. Eres mi mejor blasfemia. ¿Dónde estuvieras si no te hubiese llamado hoy a mis letras? De seguro, en el no sé dónde de mis días, en el amasijo de sueños que guardo amontonado entre mis impaciencias o en el cúmulo de todos mis anhelos.

Del poemario inédito El Pozo de los Anhelos