Cuartel
General en Huaraz, a 9 de junio de 1824
Manuelita
Mi adorada:
Tú me
hablas del orgullo que sientes de tu participación en esta campaña. Pues bien,
mi amiga, ¡Reciba usted mi felicitación y al mismo tiempo mi encargo! ¿Quiere
usted probar las desgracias de esta lucha? ¡Vamos! El padecimiento, la
angustia, la impotencia numérica y la ausencia de pertrechos hacen del hombre
más valeroso un títere de la guerra.
Un suceso
que alienta es el hallarse en cualquier recodo con una columna rezagada de
godos y quitarles los fusiles. ¡Tú quieres probarlo! Hay que estar dispuesto al
mal tiempo, a caminos tortuosos a caballo sin darse tregua; tu refinamiento me
dice que mereces alojamiento digno y en el campo no hay ninguno. No disuado tu
decisión y tu audacia, pero en las marchas no hay lugar a regresarse. Por lo
pronto, no tengo más que una idea que tildarás de escabrosa: pasar al ejército
por la vía de Huaraz, Olleros, Choveín y Aguamina al sur de Huascarán.
¿Crees
que estoy loco? Esos nevados sirven para templar el ánimo de los patriotas que
engrosan nuestras filas. ¿A qué no te apuntas? Nos espera una llanura que la
Providencia nos dispone para el triunfo. ¡Junín! ¿Qué tal?
A la
amante idolatrada
Tuyo,
Bolívar
Si
damos una mirada a la coherencia histórica del pueblo venezolano, nos daremos
cuenta de que está signado por dos dimensiones marcadas y permanentes, a saber:
el encuentro con la democracia y el acto vencer. Aunque todo pueblo de la Pacha
Mama abriga por igual estos mismos signos, subrayamos estas dos dimensiones porque
transversalizan con recurrencia su historia política.