Así
como el Libertador Simón Bolívar ha merecido por sus hazañas una
plaza en cada rincón de la patria venezolana, por igual, en cada
centro educativo, siempre existirá un aposento especial que rinda
homenaje al maestro Simón Rodríguez. Un mural, una biblioteca con
su epónimo, una cartelera con su nombre y su figura dibujada por los
niños y las niñas, una cañuela con su rostro imperecedero, una
pequeña mesa con sus libros, con trabajos escritos de los
estudiantes y con sirios encendidos o apagados para evocar su fábrica
de velas. Conversatorios, coloquios, exposiciones, programas de
radio, monólogos teatrales o sencillos intercambios verbales entre
juventudes que admiran la originalidad de sus silogismos, eternamente
se promoverán. Siempre alguien o algunos: una maestra o un maestro,
la directora de un plantel, un estudiante acucioso, el profesor de un
liceo, la señora del portón, el rector de cualquier Universidad,
algún padre o representante (el pueblo que somos) recordarán el 28
de octubre de su nacimiento o el 28 de febrero de su despedida digna
o la significación de alguna obra suya en Oruro o Concepción o
Pativilca o en cualquier lugar adonde su solidaridad con los
desafortunados de la tierra obró sin mirar dificultades ni esperar
aventajadas retribuciones.
Cada
tanto, investigadores e investigadoras de la educación universitaria
escucharán el poderoso susurro de su sabiduría y se darán a la
inédita aventura de abrir las puertas del diálogo con sus escritos,
para continuar en esa perennidad filosófica, en el disfrute de una
vigencia empírica inagotable. Esto lo ha comprendido la escritora
venezolana Carmen Petra Ochoa Jiménez, quien se ha dado al disfrute
de la lectura del libro Luces y Virtudes Sociales como experiencia
investigativa de su Trabajo de Grado de la maestría en Ciencias de
la Educación en el decanato de la Universidad Nacional Experimental
Simón Rodríguez. Algunas pinceladas a este interesante trabajo (que
mereció la mención publicación de un jurado evaluador) nos
permitiremos hacer y así animar al asalto de su lectura.
Como
bibliotecaria por dos décadas, la escritora se nos muestra genuina
promotora de la lectura. Sabemos que las trabajadoras de las
bibliotecas en estos menesteres, despliegan dinámicas y estrategias
para que los usuarios y usuarias lean libros y otros escritos.
Despierta genialidad, admiración y gratitud ver a una bibliotecaria
ejerciendo ese sagrado deber de motivar en otros y otras el acto de
leer. Nadie más cariñosa con la lectura que una bibliotecaria. En
el caso de la historia laboral de Carmen Petra en esos recintos
sagrados de los libros, la realidad no ha sido diferente. Su
experiencia motivando a leer es conocida en el medio educativo (sus
proyectos de aprendizaje en el Centro de Experimentación para el
Aprendizaje Permanente CEPAP tienen este sello), sin embargo, en la
oportunidad de su trabajo de maestría, la tarea ha sido de
automotivación: ¡Vaya logro! Desde el vamos, nos muestra el cómo
se fue motivando a leer una de las obras cardinales del Maestro. Y no
es el clásico llamado de “hágalo usted mismo”. No. Se trata de
una experiencia propia, original, como originales han sido los
llamados del maestro mismo a leer, porque si ha habido promotor de la
lectura en todo nuestro Abya Yala éste ha sido Simón Rodríguez a
través de sus escritos.
Recomendamos
que el lector de este trabajo coloque la mirada en el cómo Carmen
Petra desglosa el libro a punta de sus propias lecturas. No queda
duda, en primer lugar, de que es una lectura de lecturas o lectura
recursiva; no lee una sola Carmen Petra, hay varias: descollan, la
que se graduó de bachiller en su Píritu natal, la que obtuvo mucha
experiencia de investigación en una carrera universitaria a falta de
la tesis en la UCV (antropología), la que fue impulsada por el
inmenso cariño de Fufa (su abuela), la (¡ella!) muñeca de trapo
que fue hecha por las manos de Zobeyda su madre, la mujer solidaria
con el mundo porque también le importa el mundo al que se integra,
la trabajadora crítica reconocida aún por sus compañeros en
situación de jubilada, la bibliotecaria hoy clandestinamente activa,
la madre de Ana Daniela, la licenciada graduada en el CEPAP-UNESR, la
chavista convencida y adolorida, la ciudadana peleada eterna con las
actitudes politiqueras. En segundo lugar, de que es una lectura
recursiva en intimidad pero muy vinculada con el mundo, por lo tanto
es una lectura política: una lectura con ella y con la lectura
misma; una lectura a favor de algo y en contra de algo. En tercer
lugar de que es una recursividad lectural problematizada con esa
realidad y que no da cuartel a las manipulaciones mediáticas de hoy
o de antaño; en este caso está convencida de la vigencia diametral
e indudable del Maestro. En cuarto lugar de que es una lectura con el
Maestro, jamás fragmentada de él (aquí echa mucha mano de Michel
Foucault). En quinto lugar de que es una lectura para la escritura,
para escribir (en este punto Jorge Larrosa le es indispensable). Y un
sexto lugar no menos importante: de que es una lectura autobiográfica
en donde el Maestro le ofrece la oportunidad de leerse a sí misma y
escribir(se) desde su propia vida (María Zambrano es cita
obligada).
Hay
en toda esta iniciativa lectoescritural un atributo supremo: la
consideración del libro como un sujeto del proceso y no como un
objeto. Ella logra que el libro demuestre la vida que tiene no como
una fantasía aparte (o como su fantasía privada: tentación
perpetrada no pocas veces por otros escritores con otros libros), ni
como la fantasía del Maestro Rodríguez; sino como un libro-sujeto
creado por la sabiduría del Maestro con el cual ella logra dialogar;
y logra magistralmente (¡Se trata de una maestría!) un diálogo
entre tres (Carmen Petra, Libro, Maestro) que luego envolverá a
cualquier lector o lectora que se atreva a incluir y a participar, en
un rizoma lectoescritural infinito. Provoca pensar en actividades que
emulen esta experiencia, en donde educadores provoquen, a su vez,
encuentros vivos entre los textos del Maestro y sus “nuevos”
discípulos y otros textos que nazcan y renazcan: las comillas es
porque relativiza pensar que nuestros niños y niñas son recientes o
nuevos discípulos del Maestro, habiendo éste pensado con doscientos
años de anticipación en la idoneidad de sus procesos educativos
republicanos. El Maestro jamás nos abandonó y aunque murió solo,
jamás nos dejó solos.
Por
ahora, este trabajo parece una incitación a dialogar con el Maestro
y quizás en el fondo no ha sido más que una manera de gozar con la
lectura de un libro (no cualquier libro) actividad que Carmen Petra
sabe hacer desde los primeros cuentos que le leyó Zobeyda.
El
valor académico que tiene este texto ya se lo ha dado un jurado
evaluador y su continuidad formativa se la otorgarán quienes se
adentren en sus claves investigativas. Sólo nos resta ser portavoces
de un erotismo.
LIBRO LEER VIVIENDO A SIMÓN RODRÍGUEZ
LOS DIBUJOS UTILIZADOS EN ESTE TEXTO FUERON OBSEQUIADOS POR LA AUTORA A SU HIJA CON EL FIN DE COLOCARLOS EN SUS PROYECTOS DE APRENDIZAJE DEL CEPAP-UNESR