1568
Los
Teques
Nunca
más el río reflejará su rostro, su penacho de altas plumas.
Esta
vez los dioses no han escuchado a su mujer, Urquía, que pedía que
no lo tocaran las balas ni las enfermedades y que nunca el sueño,
hermano de la muerte, olvidara devolverlo al mundo al fin de cada
noche.
A
balazos los invasores derribaron a Guaicaipuro.
Desde
que los indios lo habían elegido jefe, no hubo tregua en este valle
ni en la serranía de Ávila. En la recién nacida ciudad de Caracas
se persignaban al decir su nombre.
Ante
la muerte y sus funcionarios, el último de los libres ha caído
gritando mátenme, mátenme, libérense del miedo.
Eduardo
Galeano
Memorias
del Fuego (I)
Los
Nacimientos
Chanchito
Ediciones, Uruguay, año 2000, p 166.
Los
imperios generan y producen miedo en los pueblos oprimidos para
entronizarse y explotar a sus anchas. Este miedo tiene la finalidad
de engendrar odio. El miedo y el odio son hijos de la muerte. Esta
fórmula sencilla parece trillada a través del tiempo pero es tal la
capacidad de manipulación y alienación de los sistemas imperiales
que muchas personas continúan ignorando esto y viven su miedo como
si fuese valentía u otro sentimiento menos digno. Los soldados
espartanos en la Grecia antigua eran considerados máquinas de matar
que infundían miedo a los otros pueblos como hoy lo hacen los
marines yankis: es el mismo miedo provocado. En ellos se alimentaba y
se alimenta el odio y el miedo hacia los diferentes. Igual pasó con
las legiones de la Roma imperial cuyas avanzadas conquistas, antes de
demostrar en el campo de batalla su efectividad mortífera, llegaban
ante los enemigos precedidos por leyendas que infundían miedo y
odio. Esta situación no ha cambiado en pleno siglo XXI, cuando
tenemos al imperio capitalista lanzando una ofensiva intensa contra
los pueblos que pareciera tener como llegadero el retorno descarado a
la esclavitud.