viernes, 23 de agosto de 2019

LA SOCIEDAD QUE NOS ODIA (I): THE FIX



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Los Teques

Nunca más el río reflejará su rostro, su penacho de altas plumas.
Esta vez los dioses no han escuchado a su mujer, Urquía, que pedía que no lo tocaran las balas ni las enfermedades y que nunca el sueño, hermano de la muerte, olvidara devolverlo al mundo al fin de cada noche.
A balazos los invasores derribaron a Guaicaipuro.
Desde que los indios lo habían elegido jefe, no hubo tregua en este valle ni en la serranía de Ávila. En la recién nacida ciudad de Caracas se persignaban al decir su nombre.
Ante la muerte y sus funcionarios, el último de los libres ha caído gritando mátenme, mátenme, libérense del miedo.


Eduardo Galeano
Memorias del Fuego (I)
Los Nacimientos
Chanchito Ediciones, Uruguay, año 2000, p 166.


Los imperios generan y producen miedo en los pueblos oprimidos para entronizarse y explotar a sus anchas. Este miedo tiene la finalidad de engendrar odio. El miedo y el odio son hijos de la muerte. Esta fórmula sencilla parece trillada a través del tiempo pero es tal la capacidad de manipulación y alienación de los sistemas imperiales que muchas personas continúan ignorando esto y viven su miedo como si fuese valentía u otro sentimiento menos digno. Los soldados espartanos en la Grecia antigua eran considerados máquinas de matar que infundían miedo a los otros pueblos como hoy lo hacen los marines yankis: es el mismo miedo provocado. En ellos se alimentaba y se alimenta el odio y el miedo hacia los diferentes. Igual pasó con las legiones de la Roma imperial cuyas avanzadas conquistas, antes de demostrar en el campo de batalla su efectividad mortífera, llegaban ante los enemigos precedidos por leyendas que infundían miedo y odio. Esta situación no ha cambiado en pleno siglo XXI, cuando tenemos al imperio capitalista lanzando una ofensiva intensa contra los pueblos que pareciera tener como llegadero el retorno descarado a la esclavitud.