Son
muchos los escándalos, protestas y reclamos que ha producido esta
franquicia comercial a lo largo de toda su historia. En los mismos
años 70, en el inicio de una de las ediciones, un grupo de mujeres
irrumpió en el Teatro con pancartas y gritos para denunciar lo que
ya entonces se oía en la calle como un sínodo de mentiras, tráfico
humano, publicidad, explotación de la imagen de la mujer,
superficialidad, trampas. Cada año se demuestra que este Concurso
alimenta con chismes, corrillos, estupideces, banalidad, cursilería
algo que denominan “periodismo de farándula” e impregna a buena
parte de la cultura ciudadana. Siempre este programa televisivo
termina en un sainete de insultos, denuncias murmuradas, rencores,
injurias, bofetadas. A los organizadores les apasionan estos
escándalos porque forma parte del guión mercantil que les da
dividendos (incluso políticos) y cada tanto salen a los medios para
carcajear su satisfacción y los dólares obtenidos.
La
explosión de banalidad y superficialidad llegó al tope en los años
80, cuando el certamen produjo que varias venezolanas ganaran
ediciones internacionales de importancia mediática. Durante los
gobiernos adecos de Luis Herrera Campins (1978-1983) y Jaime Lusinchi
(1983-1988) se aprovechó esta notoriedad para promover al país como
un “productor de mujeres bellas” y el Miss Venezuela se
constituyó en un icono de fantasía, banalidad y falsedad que
viajaba por los medios nacionales e internacionales con una
legitimidad asombrosa (una Miss Universo de entonces llegó a decir
que “el general Pinochet era una buena persona”). El mentor
fundamental del concurso, al cual llegaron a llamar “El Zar de la
Belleza”, se convirtió en un potentado cuya imagen televisiva y
publicitaria se atrevía a dictar modelos de comportamiento y
urbanidad. Algunos de los nombres de estas Misses triunfantes
llegaron a ser epónimos de barcos de nuestra marina mercante. Muchas
de ellas alcanzaron portadas de medios privados y las burlas de los
programas cómicos de la TV por sus respuestas escasas de criterio.
La
actual situación del Miss Venezuela no es nacional sino
internacional. Recordemos que la franquicia Miss Universo y demás
filiales fue comprada por Donald Trump quien la utilizó para
promover su imagen política desde la farándula y su ascenso a la
Casa Blanca. La era Trump en estos concursos de belleza sirvió a las
oligarquías del mundo para hacer un conveniente ejercicio de
banalización de la política como acto ciudadano que tiene al
escándalo mediático como su alimento principal, amén de que le
sirvió a Trump para tratar de borrar su ganada fama como empresario
especulador y tramposo, además de preparar su candidatura
presidencial. Un simple seguimiento de los Miss Universo durante el
reinado Trump y encontraremos que los escándalos producidos con
deliberada intención se sucedieron año tras año para insultar
países y juguetear políticamente con las redes. Lo que es el
lenguaje agresivo, burlesco, subestimador, violento del Trump
presidente de hoy, lo cocinó a fuego lento entre onerosas
bambalinas, sarta de estupideces, informaciones nimias, chismes de
magnates y sonrisas prefabricadas de muchachas tristes que los medios
transnacionales construyeron para este peligroso magnate del
espectáculo que ya había quebrado en la rama inmobiliaria y luego
se transformara en la amenaza que es hoy para el mundo. El
capitalismo ya no produce nada bueno.
En
Venezuela y demás países los concursos de belleza han llegado hasta
las escuelas de educación primaria. Aún se utilizan las elecciones
de reina de carnaval para promover e imponer esa discriminadora,
mercantil y racista idea de la belleza. Hay toda una red de academias
en donde caen padres, madres en perjuicio de sus hijas (niños, niñas
y adolescentes) a través de peligrosas ideas mercantiles disfrazadas
de actividades deportivas, teatrales y de modelaje. Se trata de una
mafia vinculada con los medios para producir mercadería humana que
esconde proxenetas, pedófilos y toda clase de tipos sociales en
proceso de ruina ciudadana. Lo que hoy se coloca en las redes como un
escándalo de la empresa Miss Venezuela a lo que muchas y muchos ya
están acostumbrados, es la denuncia de una mazmorra de tráfico de
cuanta cosa perversa puede perjudicar y arruinar la vida de seres
humanos, sobre todo de mujeres.
Pudiéramos
estar en el momento propicio para investigar a fondo a estas
“organizaciones faranduleras (o fraudulentas)” que de seguro nos
conducirá a descubrir una olla descompuesta donde se cocinan las
peores cosas sociales y que nos posibilite la eliminación oficial, y
para siempre, de estos “torneos” que sólo producen mentiras,
superficialidad, decepción y delincuencia. Esta es, sin duda, una
decisión revolucionaria. ¡Fuera los concursos de belleza!
Magnifico..!
ResponderEliminarMas claro imposible!!! Excelente.
ResponderEliminarMuy importante apotte para la justicia femenina, este documento. Necesario. Excelente
ResponderEliminarUno de tantos instrumentos con que cuentan los magnates del capitalismo para la destrucción de la identidad
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