JUANITA REVERON |
La
historia del cine supone un rizoma del cual se desprenden cientos de miles de
ramificaciones capaces de abarcar infinitos procesos, semióticas, motivaciones,
temáticas, sentidos, significados inimaginables de la incidencia humana
planetaria, por cada una de las intenciones visuales. Tomar una huella de la
realidad como la formación política, supone un sinfín de posibilidades que
están ya en cada experiencia personal. Así nos encontramos con la incidencia
que nos dejó el filme País Portátil
(Feo y Llerandi, 1979), sin duda alguna la mejor película venezolana de todos
los tiempos y nos encontramos un proceso iniciado con su planteamiento que abre
una extensa posibilidad de formación política difícil de igualar.
A quien Adriano se lo da / Feo
y Llerandi se lo bendicen
ADRIANO GONZALEZ LEON |
La
novela homónima que origina la película tiene gran valor literario. Está
escrita con un lenguaje complejo de símbolos diversos, donde el argumento se
teje en varios hilos históricos de diferentes épocas, que destaca la relación
vinculante entre el área rural y la ciudad (Caracas). Cuando concluimos la
novela tenemos la diversidad de lo que somos como pueblo, en un abanico de situaciones
donde la contundencia del lenguaje y sus metáforas motiva severas reflexiones
políticas y sociales.
El
equipo realizador de la película País
Portátil atrapa esa complejidad con una genialidad inigualable. Es tal la
contundencia del mensaje que de sus lógicas y dialécticas afloran textualidades
impensables, que moran detrás de cada planteamiento en cada escena, tal y como
sucede en toda genuina obra de arte. Hay dos reconocimientos que recibe el
filme: el primero es la incomprensión inicial por parte quienes la vieron para
pasar el rato con el llamado boom del cine venezolano y la segunda fue el
abrumador y versado análisis del autor de la novela: Adriano González León
(1931-2008).
Recordemos
que el laureado escritor trujillano produjo un memorable programa televisivo de
tendencia cultural llamado Contratema
y desde allí dedicó varios capítulos al análisis del filme, que tuvieron una significación
para la teórica del cine. Además de destacar las grandes cualidades logradas
por los productores en la relación libro-filme, González León reconoce y
explica sin mezquindades ni conflictos que la película había superado a la
novela, cosa que consideraba un caso excepcional. Este reconocimiento catapulta
el filme hacia un novedoso interés por su significación, ya que en otras experiencias
conocidas, las relaciones de escritores con los realizadores de filmes no son del
todo felices.
Breve paseo por algunas
experiencias con libros
Uno
de los directores más controversiales en este sentido es el estadounidense Stanley
Kubrick, quien se distanció del escritor inglés Anthony Burgess en el afamado filme
La Naranja Mecánica (1971) y tuvo fuertes
descontentos con el archiconocido Stephen King, a través del significativo filme
El Resplandor (1980). El texto
escrito parece tener más posibilidades expresivas que la realización
cinematográfica. Aunque el mismo Kubrick hizo temblar en trascendencia a novelas
con sus filmes homónimos 2001: Una Odisea
Espacial (1968) escrita por Arthur C. Clark, Espartaco (1960) cuyo autor fue Howard Fast y Barry Lindon de William Thackeray. De más reciente factura es el
fabuloso filme El Perfume (Tykwer,
2006) que pelea muy de cerca con la significación de la novela del alemán Patrick
Süskind
Un significado histórico
insuperable
PELICULA PAIS PORTATIL |
Luego
de ver País Portátil, no queda la
menor duda de la frustración histórica que nos precede. Si hoy manejamos la
noción de independencia inconclusa, en buena medida se lo debemos a los
aportes generados por experiencias de alto calibre artístico como este filme. Atravesados
por la conformación familiar de estructura patriarcal-machista planteada en la
novela, los realizadores centran la familia y la transforman en la visualidad
de una historia en la cual es difícil dejar de sentirse allí, en la trama,
involucrados en esa madeja de conflictos nuestros. La vorágine política de los
acontecimientos generados luego de la guerra de independencia que trajeron
consigo la Guerra Federal es planteada con rostro venezolano, desde sus
grandezas, luchas, logros, recuerdos, al igual que desde las miserias,
postraciones, traiciones, resignaciones. Cada personaje es nuestra familia; las
cuatro mujeres de Andrés son nuestras: la tía abuela citadina, enloquecida por
el encierro rural; la tía abuela bella, ingenua, atormentada por la traición de
un tunante español; la tía-mama que se quedó para vestir santo y por ello lo
crió; la amante guerrillera que acompañó su militancia consciente.
El
punto crucial histórico de relevo generacional extraordinario lo tensan dos
personajes esenciales: Andrés Barazarte (Iván Feo), quien recuerda y trae a su
mundo de ciudad convulsionada por los conflictos políticos de siempre, en los recuerdos,
a todos sus congéneres entrabados en conflictos rurales que decidían destinos,
vidas y patrias; y León Perfecto (Cheo Perera), el tío abuelo guerrero,
victorioso, implacable, ético, invencible heredero de los centauros llaneros que
cargó con la amargura de ver a su padre traicionar a los liberales, al entregar
una guerra que ya estaba ganada. La insuperable actuación para el cine nacional
develada por Cheo Perera, da fuerza al personaje en una maravillosa escena circular
en contrapicado, donde el elevado histrionismo del actor nos hace lamentar
aquella marfilada histórica en el alma. Por igual, el trascendental y airado
monólogo actuado por Iván Feo, cuando nos hace sentir como ese grupo
clandestino al cual explica el porqué está en la militancia política, haciendo
del filme un portento ontológico. Y el final: ¡Qué final! Como ningún otro en
el cine venezolano, donde somos esos guerrilleros y esas guerrilleras que
defenderemos a esta patria de la traición de siempre, con todo el bagaje de
luchas sobre nuestros hombros. Allí estarán esos referentes, como estuvieron el
27 de febrero 89, el 13 de abril de 2002, ofreciéndonos el bastimento histórico
necesario para combatir a los enemigos del pueblo.
Gracias por los favores
recibidos
PELICULA "EL CINE SOY YO" DE LUIS ARMANDO ROCHE |
Tal
vez como ninguna otra generación, quienes vivimos los años 60 y 70 del siglo
XX, debemos agradecer nuestra formación política a obras artísticas de factura universal
que atizaron el ya encendido carbón histórico de nuestra alma, con poderosas
sensibilidades. Allí estará siempre el Popul
Vuh, el cuadro Guernica de Pablo
Picasso, también, las vocalizaciones de María
Callas, los discos: La Banda de los
Corazones Solitarios del Sargento Pimienta de The Beatles, Rabo de Nube de Silvio Rodríguez y Maestra Vida de Rubén Blades, el escrito
Tres Héroes de José Martí, las
historietas de Rius, el poema Canto General de Neruda; y para el espacio
del cine, esa caja de abalorios contiene entre muchos, filmes como Estado de Sitio (Costa Gavras, 1972), Zorba El Griego (Cacoyanis, 1964), Orfeo Negro (Camus, 1959) La Piel (Cavani, 1981), Morir en Madrid (Rossif, 1962), La Batalla de Argel (Pontecorvo, 1965) y
esta película venezolana que muchas veces nos hizo rastrearla y recomendarla, cuando
era proyectada casi clandestinamente en alguna sala.
Si
hoy defendemos el proceso sociopolítico que desplegamos como el sujeto pueblo
revolucionario que siempre hemos sido —ayer en resistencia contra el criminal
puntofijismo y hoy a favor de las transformaciones que se están impulsando— se
lo debemos a iniciativas artísticas como el filme País Portátil, que contribuyeron a fortalecer nuestra identidad y a
darnos el valor histórico que merecemos. Gracias Antonio Llerandi, gracias Iván
Feo por el eterno amanecer de luchas venezolanas que nos dejaron como herencia
en esta obra cinematográfica.
Nuestro agradecimiento al semanario Las Verdades de Miguel por la publicación de este artículo en el año 2012
Camarada, esa película reforzó en mí tanto el compromiso con la lucha revolucionaria. De acuerdo con todo el artículo. Un abrazo.
ResponderEliminarexcelente tu análisis
ResponderEliminar