Un acontecimiento vivido es finito, encerrado, en todo caso, en una cierta esfera del vivir, mientras que el acontecimiento recordado carece de límites, ya que solo sirve como una clave para todo lo que precedió y para todo lo que le siguió.
Walter Benjamin
He
llegado a saber cómo aristas de mis visiones más antiguas me impulsaban a
gritar y hacer llamados angustiosos a mi Mamá. Cuando nacemos aún no estamos
asentados en el cuerpo y somos tan volátiles que no podemos recordar las peripecias
habidas en estas transparencias iniciáticas. Quienes logramos atrapar esa
memoria sabemos de nuestras salidas del cuerpo, de la inexplicable ubicuidad sentida
-aunque no comprendida- del traslado a cualquier parte como si voláramos o
transmigráramos.
Al
nacer perdemos la respiración abdominal ideal para la meditación y demás
comprensiones extra corporales. Cuando vamos hacia la adultez el cuerpo es
separado de la mente por efectos de la cultura a la que pertenecemos, razones
por las cuales el espíritu se encierra en ese huesero musculoso como en una mansión,
para usufructuar sus virtudes con los desmanes del ego, además, entretenido con
el espectáculo de los sueños.