lunes, 21 de enero de 2019

YO NO ESTABA EN ESA ESTATUA





A veces los muertos estamos en las estatuas que nos construyen en agradecimiento a quienes nos protegieron de memoria. Sólo son instantes y nos ayuda la mirada de la gente. Cada tanto albergamos allí para ver al prójimo que pasa practicando la ciudadanía. Son oleajes de tiempo imposibles al reloj, esos momentos disfrazados de argamasa. Es como una casa inmóvil de la que nos proveemos para hacernos de la ilusión vivencial. Alguna gente llega a creer que estamos allí todo el tiempo y nos honra con su mirada o con una pregunta silenciosa por nuestro paradero o con un chiste al escultor que intentó aproximarse a nuestra fisonomía. A veces comprendo al Libertador Simón Bolívar cuando me habla de la infinidad de espacios en que debe desdoblarse para saciar la celebridad y la gloria. No abarcan las estatuas pues lo acechan, lo llaman, lo anuncian cuadros, fotografías editadas en libros, documentales fílmicos, estampitas religiosas, muchas otras cañuelas y los actos públicos. Debe cuidar nuestro héroe todas esas miradas, la principal está en las plazas de ciudades y pueblos de la Pachamama adonde van los padres a hablarle a los hijos de su grandeza. Se lo ganó.