Tenía
seis años de nacido en 1960 cuando mi mamá, viviendo en Lomas de
Urdaneta, en Catia, escuchó de mi madrina acerca de la existencia de
un cine donde pasaban películas que exhibían a los hombres y a las
mujeres acostándose juntos para hacer sus intimidades. Mi mamá era
una mujer de su casa, mi madrina, también de su casa, era una obrera
de la fábrica de fósforos y debía salir muy temprano para llegar
tarde en la noche. Ambas eran de la misma edad aunque mi madrina era
soltera y portaba el perfil de una mujer a la moda. Usaba, con alto
riesgo, pantalones, polleras, bragas, minifaldas, zapatos de tacón o
sin tacón, se depilaba las piernas, se sacaba las cejas, se pintaba
las uñas, los labios, se hacía rimmel, sombra sobre los párpados,
pestañas postizas y perfumes que apestaban bien. Cada sábado se
hacía los rollos para buscar orlas y bucles en el cabello y cada
quince días iba a la peluquería para hacerse un peinado (moño, le
decían). Mi mamá era una mujer casada y se vestía como mi papá le
permitía.
domingo, 5 de mayo de 2019
SENDERO
A
Gandhi
mi
nieta de luz transparente
Ve
a tu cielo con un pincel
Ve
a tus ojos con una luz
Ve
a la roca con un cincel
Ve
a los mares con un trasluz
Vuela
amores en un corcel
Grita
al eco del avestruz
Funde
el matiz por arancel
Atrapa
el sol en una cruz
La
imagen no es tal de frente
El
asombro está de lado
Detén
lo bello en la fuente
Un
fruto señala un prado
Haciendo
bendito puente
entre
cariño elevado
EL SUPER AGENTE
“¡Mañana
es la cosa!” le dicen en un mensajito a través del celular.
Respiró profundo esa noche, como si fuese la más crucial de su
vida. Tomó una ducha fresca y luego abrió la ventana de la
habitación como queriendo respirar todo el aire que circulaba por El
Paraíso. Miró los barrios aledaños con desprecio y profundo miedo.
Sus padres ya dormían desde hace rato sin tiempo a desearle felices
sueños.
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