domingo, 5 de mayo de 2019

EL SUPER AGENTE


¡Mañana es la cosa!” le dicen en un mensajito a través del celular. Respiró profundo esa noche, como si fuese la más crucial de su vida. Tomó una ducha fresca y luego abrió la ventana de la habitación como queriendo respirar todo el aire que circulaba por El Paraíso. Miró los barrios aledaños con desprecio y profundo miedo. Sus padres ya dormían desde hace rato sin tiempo a desearle felices sueños.

Con desafuero, hasta entrada la madrugada, continuó mandando twit por las redes, agitando cualquier avispero que se le atravesara; agrediendo a quien se le viniera en gana con deseos inconfesables. Vio una dosis adecuada de televisión con salpicones de entrevistas programadas desde el Norte hasta dormirse a las tres. Preparó el termo de agua, la ropa ligera, los deportivos, un sandwich, una manzana, la gorra y los lentes oscuros.

A la mañana siguiente, recibió el mensaje clave: “La gente está en el distribuidor, este gobierno está caído. Ve a reunirte con la pata”. Al llegar se saludó con seis que ya tienen sus carros listos; recibieron dos acompañantes y las instrucciones finales. “Ahora o nunca”- se dicen. “Si. Hoy es el día”.

Suben a los automóviles y salen en caravana tocando corneta. Él la suena golpeando con fuerza el volante. Coloca una canción de su preferencia. Tiene la ventana abierta para seguir lo que dicen en la calle. Inicia el conteo de partidarios y adversarios. Muerde la manzana con celeridad e intercambia impresiones con los acompañantes. Ríen. Recibe algunos cornetazos de respuesta. Cree que los enemigos son menos porque no les importa. “¡Se jodieron de nuevo!”- le gritó alguien desde una esquina que pasó como un sitio movible. Sonrió y le mostró el dedo medio a alguien. Tomó agua y gritó una marchita que los acompañantes corearon. Dio un recorrido por varias avenidas donde la cotidianidad caminaba y murmuraba en forma de gentes. Repetían la marchita con golpes al volante y sonaba la corneta. En un momento se animó a gritar a los transeúntes: “¡Salgan! ¡Salgan!”. Algunas risas de la calle quisieron meterse por la ventana.

¿Trajeron su sandwich?- preguntó y miró en el reloj la hora señalada. Dejó a los acompañantes en sitios diferentes. Tomó la vía acostumbrada hasta que asomó su apartamento. Una vez en la habitación recibió un mensaje en su celular: “Hoy no cayó pero mañana se acaba todo”. Respiró profundo como si fuese el último instante de su vida. Tomó una ducha y comió algo para reponer energías. Por un momento vio el esfuerzo realizado en cierto enrojecimiento en la palma de su mano derecha. “Cualquier sacrificio es justificado”- se dijo con sosiego. Hizo la rutina de los twit y de la televisión antes de quedarse dormido. Tampoco pudo dar las buenas noches a papá y mamá. Creyó soñar …


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