… mi cuerda débil efímera sacudió las articulaciones
fuertes tensas de las manos d’el tan feroces tiernas como de tocata ciega
pergolando entre los trastes y las marcas de las notas porque para qué la
guitarra si no es para clamar hasta que se impusiera su garganta o hasta que yo
llegara a sus eternos lugares trémulos que se adornaban cada tanto con
canciones capaces de rayar el fierro más extremo de un corazón ausente pero qué
puede ser más fuertes que mi avalancha de sobriedades ocultas y mis asaltos
moribundos tan desencajados que ni una copa de vino era capaz de revivirlos de
hacer que emanaran sin terciopelo sin acariciados instantes como acampanados
por cualquier tarde en la peña donde no se podía reír sin ser mal visto ni
distraerse de las congojas sin que hasta el más mínimo acorde te acusara de
alma acatarrada por la costumbre hasta que tendría que ser yo quien asomara a
sus quebrantados tumultos para encenderle una melindrosa vela apenas triunfante
de las penumbras en algún lado de su espíritu y acosada por un viento asesino
de jolgorios para que entonces venga a verme en su rostro en su desenfrenada
impotencia por discutirle una carcajada a la soledad en que nos deja su voz y
su cuerda porque hace que nos deleitemos con esas tristezas que gravitan para
hacernos caer en cuenta de que apenas andamos vivos si no le escuchamos decir
lo que su melodía dice lo que su armonía devasta lo que no se puede decir sin sentir
que un canto se rebeldiza de las nimiedades y donde ando vigilando el
imperceptible trastorno que deja en los vacíos …
Del libro inédito LIMBIC@S: Buscan contextos para llegar a ser textos.