Es
Donald Trump el típico mandatario que señala el fin del
capitalismo. La más clara señal de debacle de un imperio es su
ruina moral y Trump la muestra con saña y descaro. Como el
emperador Tiberio (criminal, vesánico, cínico, cruel, irónico)
marcó el derrumbamiento del imperio romano, infundiendo pavor entre
sus súbditos, preparando la sucesión de los infames Calígula,
Claudio y otros; este Presidente estadounidense, consecuencia de los
dantescos Reagan, Carter, Bush I y II, Obama asume su cargo en medio
del espanto de un mundo occidental fracasado totalmente en sus
proyectos económicos y hundido en la pavorosa incertidumbre habida
en su futuro.
Si
algo trae aprendido Trump es que debe moverse en esa incertidumbre
con una estrategia bien formada y valerse de la poderosa maquinaria
manipuladora, alienante que aún tiene el capitalismo a través de
las llamadas Redes y de sus laboratorios creadores de mentiras
anclados en los medios informativos. Luego de una quiebra económica
que superó, este magnate inició, junto a sus socios, un estudio
preciso y profundo de lo que aliena el mundo y como resultado ingresó
en las esferas del espectáculo para encaramarse en las cadenas
televisivas como tendencia permanente y matriz de interés. Su
ascensión a la política estuvo consagrada por la farándula mundial
que tiene como estrategia favorita el “escándalo”. Para esto
compró ese emporio farsante que defenestra la imagen de la mujer: el
concurso “Miss Universo” y desde allí convirtió su política en
promoción de la banalidad y la superficialidad.
MICHAEL JACKSON |
Hace
poco, cuando declaró la existencia de una República llamada
“Nambia” se asomó por momentos al centro de la atención mundial
y en las redes sociales se desató el ansiado “escándalo”. Así
como el fallecido cantante Micheal Jackson inventaba una historia de
violación de niños para ser juzgado y de esta manera asegurarse las
millonarias ventas de su último disco, Trump provoca escándalos con
el fin de mantener a la opinión mundial distraída, mientras
continúa las amenazas sobre Corea del Norte, los bombardeos a Siria,
los insultos a Cuba, las sanciones a Venezuela, las presiones sobre
Rusia y China.
Todas
las preguntas que surgieron se estrellaron en el muro efímero de lo
incierto y efectista. Llovieron los twitters con sornas
peligrosamente ingenuas: ¿Existe Nambia? ¿Dónde queda? ¿Es verdad
o mentira? ¿Acertó o se equivocó? ¿Qué efecto causó en el
público? ¿Es un asno quien lo dijo? Lo más grave para la sociedad
mundial es que a Trump cualquier pregunta al respecto no le importa
en lo absoluto, más allá de ser un fogonazo efectista y distractor.
Esto de Nambia es totalmente deliberado y responde a un Plan
preconcebido para banalizar el acto político como discurso y acción,
encharcarlo como posibilidad ética; muy propio de la quiebra moral
que él representa.
Lo
peligroso de un Presidente como éste es que está adaptado
perfectamente a la estrategia de dominación para el siglo XXI,
caracterizada por poderosas incertidumbres inéditas, históricas o
creadas; y certezas efímeras, breves, instantáneas, en una dinámica
social donde los tiempos para pensar y hacerse preguntas han sido
secuestrados por la vorágine de los oficios; esto basado en la
instigación en mucha gente, de una ansiedad por recibir respuestas.
Y Trump está dispuesto a dar respuestas a como dé lugar sin estar
dispuesto a recibir ninguna preguntas. Crear un caos en las opiniones
y no acceder al criterio, ni mucho menos a lo crítico es el destino
signado para mucha gente.
LA CASA QUE PRODUCE LAS SOMBRAS |
Sus
alocuciones en la llamada “Casa Blanca” son una sarta de
estupideces donde se irrespeta el ciudadano estadounidense y mundial.
Cualquier problematización que alguien se formule acerca del mundo
en que vivimos él está dispuesto a darle solución a su manera.
“Creo que Nambia queda en África”: respondió sin temor a ser
tomado como ignorante, porque él es genio y figura de aquel grito
que se emitió durante la guerra civil española: “¡Muera la
inteligencia!”. La categoría “intelectual” le resbala y anhela
ser tomado como bruto, porque de esta manera pretende entronizar la
idea de que para hacer política no hace falta ser inteligente, ni
mucho menos sensible.
MAPA DE UTOPIA |
Con
la creación de Nambia, Trump demuestra el profundo desprecio que
siente hacia África y los pueblos del mundo, además, nos está
diciendo: “Yo nombro el mundo como se me da la gana y si le tengo
que cambiar el nombre a algún sitio, lo haré sin el permiso de los
lugareños, ni de nadie”. Trump se siente en el poder de reinventar
el mundo a su antojo. Con Nambia también ataca la utopía. Sustituye
en el imaginario humano aquel lugar descrito por Tomás Moro,
idílico, maravilloso; aquel “no-lugar” para soñar y crear, por
otro lugar que simboliza la ignominia, el irrespeto, el
autoritarismo, la esclavitud. Mientras en la isla “Utopia” de
Moro todo estaba por construir, en la “Nambia” de Trump todo está
por destruir. Para Trump, el mundo se llama Nambia.
EL GRACIOSITO |
Consideremos,
con urgencia, que lo que dice Trump es totalmente planificado. El
tipo no es bruto, ni torpe, ni estúpido. Quienes lo manejan quieren
que pensemos esto de él. Cada chiste, insulto, equívoco, error,
burla, infamia es deliberada y está totalmente planificada: responde
a una estrategia de dominación del hegemón capitalista que está
tratando de correr la arruga de un final miserable como el de todos
los imperios occidentales hasta ahora conocidos.
VLADIMIR PUTIN |
En
días pasados, durante un discurso, un supuesto “joven comunista”
enarboló la antigua bandera roja de la hoz y el martillo.
Inmediatamente, Trump ordenó que la policía lo sacara luego de
darle al joven dos batidas contra el piso. No es difícil imaginar
que luego de esta farsa, en la afueras del teatro, los policías le
estaban entregando al joven algunos dólares de paga por su
actuación. Hay gente a quien llegó este video de dos minutos de
mentiras que piensa que lo sucedido es verdad. A Trump y a su equipo no
les importa si creemos o no en lo sucedido, lo que les importa es que
sucedió y ya se quedó en los imaginarios. Además, con esto
igualaron el mensaje que envían al ama de casa de Wisconsin y al
Presidente de Rusia Vladimir Putin: “Esto le haré a los
comunistas”.
Seguirle
la pista semiótica a Donald Trump es muy importante para desmontar
su plan mediático. Hay que crearle semánticas discursivas
transformadoras, concienciadoras que rompan las alienaciones y buscar
urgentes salidas en la diversidad cultural de los pueblos que hagan
respirar una política para el porvenir. El miserable cíclope
hegemónico, quiere llevarse a todo el género viviente con su final.
Hay que luchar hasta el último segundo por evitarlo.
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