Fue dueño del 80% del petróleo venezolano |
En una de las tantas incursiones que hizo en
Venezuela, al magnate multimillonario estadounidense Nelson Aldrich Rockefeller
le fue preguntada cuál era la palabra que más vende en el capitalismo y él
respondió: “La que más vende en todo el capitalismo es la palabra GRATIS (Free)”.
Muchos cayeron en la sorpresa entonces, pues aún no estaban en la posibilidad
de comprender las infinitas dotes y virtudes que tiene el capitalismo para
preservarse y perpetuarse a costa de los demás. Se vendió en la mediática, la
gracia del opulento que gozaba su victoria.
El capitalismo es tanto más efectivo, no sólo
cuando invierte muy poco o nada (que lo sabe hacer a la perfección) para
obtener ganancias inimaginables, sino cuando nos hace creer que somos nosotros
quienes recibimos sin invertir y sin hacer ningún esfuerzo y sin vender nuestra
alma al diablo; como en realidad sucede. Allí el capitalismo da muestras del
inmenso dominio que tiene sobre las mentes de las sociedades y de los
individuos. Cuando N. Rockefeller confesó que es la palabra GRATIS la que más
vende en el capitalismo, demostró con el mayor desparpajo, frente a nuestros
ojos ciegos, que el sistema capitalista está sostenido por miles de millones de
ardides engañosos que nosotros pasamos a creer y COMPRAR mansamente (y hasta con
atronadores aplausos).
Este Rockefeller, perteneciente a una cuna
orificada de herederos multimillonarios, pasaba como filántropo en Venezuela,
apareciendo en las clásicas obras de beneficencia de la “high society” criolla,
reseñadas en las páginas sociales de los periódicos, cuando en realidad era
dueño del 80% del petróleo habido en nuestro suelo a través de la compañía
gringa Standard Oil y sus filiales que son propiedad de su familia. Como buen
capitalista, el “pana” Nelson, siempre nos hizo creer que era un hombre…
“bueno”...
Cuando vemos la palabra GRATIS en todas las
exhibiciones, los ciudadanos del mundo pensamos que el capitalismo nos está
regalando algo, sobre todo, si aplicamos la traducción en castellano: gratis =
“sin costo”. Aunque la ganancia ideológica mucho mayor parece estar en todo
Estados Unidos, porque allí “gratis” (free) es traducción literal de “libre”;
algo que ha sido dejado para que el hombre con suerte lo obtenga. El “gratis”
que se nos ofrece en este lado Sur de América, lleva el sello ideológico de:
“Usted se lo ganó porque trabajó”, en cambio, allá en el Norte, la marca es:
“Usted se lo ganó porque es un hombre con suerte”. A nosotros se nos trata de
“flojos”, “holgazanes”, “vivianes”, por esto nos premian, porque le hicimos el trabajo
al capitalismo que, supuestamente, a muchos no les gusta hacer. A los norteños
les dicen: “activos”, “voluntariosos”, “fuertes”, “aventureros” y como,
supuestamente, todos allá sí saben trabajar, a quienes corresponda la “suerte”
les sale “libre” (free). Debiera estar claro que la confesión de Rockefeller
despierta la llamada fiebre del emprendimiento capitalista. Desde el más
exitoso empresario, la fila de ágiles gerentes, los tenderos de los mercados
libres, hasta el buhonero más esforzado y modesto pasan a creerse émulos de
aquel alcalde de Nueva York que fuera amigo íntimo del ex presidente Rómulo
Betancourt y a quien, desde los tiempos en que sus abuelos fueron socios del
general Juan Vicente Gómez, toda inversión en Venezuela le salía prácticamente
de gratis.
La suerte es ciega: ¿y usted?
La suerte es ciega: ¿y usted? |
Durante una mañana del mes de enero de mis
ocho años, me correspondió presenciar una dura reprimenda ciudadana. En las
Lomas de Urdaneta natal de Catia, en Caracas, vi cómo un viejo de mi bloque 12,
apaleaba con una vera encebada a un hombre joven que ofrecía “el lorito de la
suerte”. Con duras palabras, aunque sin pronunciar ninguna procacidad, aqauel
abuelo hizo correr a un tipo que mostraba una cajita con pequeños papeles
doblados, donde se suponía estaban escritas frases sortarias y rondaba un
pequeño loro que silbaba y le remedaba algunas palabras. El ave estaba
entrenada para tomar uno de los papelitos y ofrecerlo a cualquier incauto que
jugase y pagara un módico importe. Pájaro y ofertante desaparecieron con la
arremetida. De aquel curioso episodio quedó en mi recuerdo, para siempre, la
exclamación: “¡Anda a trabajar!” que gritaba éticamente el abuelo muchas veces
en su ira.
Aquel abuelo representaba la lucha que dieron
algunos venezolanos por defender la productividad del trabajo frente a lo que
hoy se llama el modelo rentista. A inicios de los años 60, cuando el
puntofijismo se apoderaba del devenir político, todavía había en Venezuela un
alto concepto del trabajo, debido a la enorme migración campesina que tenía ya
tres décadas llenando a las ciudades de gente venida de los campos diezmados
por el latifundio. Dedicarse a la buhonería y otros oficios que no evidenciaran
el esfuerzo físico, el empleo y el salario era visto con muy malos ojos por
aquella ciudadanía amante del esfuerzo y del sudor de la frente con que debe
ganarse el pan. Los poquísimos buhoneros que comenzaban a atreverse a tomar las
calles de las principales ciudades eran echados al desprestigio y tratados de
flojos. Eran épocas donde existían boticas y pulperías en las cuales se
repartían, a los niños mandaderos, las “ñapas” que significaban ese diminuto
“gratis de Rockefeller” que promovía el capitalismo hasta en sus más recónditos
lugares.
¿Qué mal le haces, bachaco, a la economía?
¿QUÉ MAL LE HACES, BACHACO, A LA ECONOMÍA? |
La consolidación del modelo burgués
(“ta’barato dame dos”) terminó arrinconando el prestigio del trabajo defendido
por generaciones de venezolanos y, junto al desarrollo de una banca
especulativa, la monopolización de la distribución de alimentos en manos de un
par de familias ricas, la corrupción de las instituciones públicas, la
buhonería y otras actividades similares de poca productividad fueron llenando
las calles de las principales ciudades hasta apoderarse de una parte
significativa de la distribución de alimentos, en lo que se da en llamar
“bachaqueo”. Esta actividad fantasmal de la economía, intermediaria del sector
terciario, no es nueva y es financiada con capital privado de diversa y hasta
dudosa procedencia. Por esta razón no es extraño ver los ventorrillos de la
llamada “economía informal” al lado de una mediana o gran tienda comercial en
calles y bulevares, conviviendo en una relación simbiótica. La enorme y
dinámica versatilidad que poseen los movimientos de la economía informal
(“bachaqueo”) hace que crezca su actividad, en tanto los mecanismos de la macro
economía (banca) impulsan una crisis. Recordemos cómo el “bachaqueo” se
instauró visiblemente en nuestras calles en meses posteriores a los sucesos del
27 de febrero 89; y si no fue llamado así, fue porque los grandes grupos
económicos que trataban de acomodarse frente aquella crisis que provocó el
pueblo en la calle, no pudieron sacar partido a esa actividad como para
fortalecer una gran matriz de opinión.
La llamada economía informal siempre ha sido
un ejército de reserva del capitalismo y en su forma actual llamada
“bachaqueo”, especula abiertamente con los productos alimentarios con pingües
ganancias porque durante décadas, sus mercaderes, han logrado formar una
estructura cuya solidez y poder articulador es sorprendente. No pocos
ciudadanos culpan al gobierno de la ineficiencia frente a este “fenómeno del
bachaqueo”, sin reparar la inimaginable estructura que representa en los
actuales momentos, en donde se colocan, desde el negociante del gran capital
que compra y oferta, el agente de policía que matraquea, la oculta red
distribuidora, los funcionarios que se
hacen de la vista gorda, hasta los vendedores directos que se hacen visibles o
invisibles según la circunstancia.
Los participantes de esta buhonería, con cara
abúlica o atenta desde sus ventorrillos, tienen perfectamente claros sus
objetivos y funciones desde su colocación en la economía. Esta es una clase
económica aparentemente poco explorada por los factores investigativos de la
sociedad, sin embargo, salvo políticas excepciones, es un ejército económico
que se las juega a favor del capitalismo y sus reglas. La voracidad y
especulación de sus precios es consultada en el nefasto “Dólar Today”. Se creen
pequeños Rockefeller (o sea, empresarios), su nivel de competencia desdice
cualquier ética (dignos sucedáneos del capitalismo), son enemigos del empleo,
de la socioproductividad y del trabajo, al cual confunden con lo que hacen.
Sería tal vez un terrible eufemismo decir que
en Venezuela hay una guerra económica, cuando sabemos que todo el capitalismo,
como sistema hegemónico se monta sobre una gran guerra permanente y demencial
contra todos los pueblos y el planeta en su integralidad: esto desde siempre.
Cuando este tránsito de “guerra económica” se agudizó en Venezuela, como plan
del imperialismo y de la burguesía interna, en muchos ventorrillos de la
“buhonería-economía informal-bachaqueo” y en no pocos comercios colocaron un
cartel que dice: AQUÍ NO SE REGALA NADA. Este cartel ha tenido como finalidad,
rechazar a los compatriotas en mayor condición de vulnerabilidad producto de la
guerra. Es ésta la forma de evocar al Nelson Rockefeller de aquellas épocas del
“buen capitalista”. Cuando el capitalismo promueve una crisis extrema como la que
sufre Venezuela, se quita su careta de “gerente bueno”, se deja de mentiritas y
muestra su verdadera faz egoísta, depredadora y rapaz. Ya no vende la palabra
GRATIS porque NO PAGA y como vocablo económico desaparece de sus cuentos
gringos, del comercio, de la buhonería; porque la realidad es que el
capitalismo NUNCA HA REGALADO NADA.
¿Libre?
¿LIBRE? |
Paulatinamente, el acto de regalar con
solidaridad ha comenzado a renacer en la resistencia, convocado en las
actitudes ciudadanas: los pueblos también tienen el derecho a “reacomodarse”
frente al enemigo histórico y además a “prepararse” para jornadas aún más
duras. Nos han querido convertir en el pueblo egoísta que nunca hemos sido, ni
seremos. El capitalismo aún no nos ha vencido. El abonado territorio socialista
que lleva todo pueblo en su ancestralidad ha comenzado a fortalecerse y a tomar
cuerpo presente en muchos sectores de la Venezuela que lucha. Los aprendizajes
forjados en la refriega contra la cultura rentista impuesta por la burguesía se
expresan en cada espacio social de encuentro y diálogo. Recetas culinarias,
medicina alternativa, yerbas sanadoras, trucos para optimizar la siembra,
reciclaje del desperdicio, trabajo voluntario, venta organizada, trueque
socioproductivo, intercambios artísticos, propuestas formativas son varias de
las muchas salidas que nuestro pueblo despliega para enfrentar la crisis
burguesa.
Ahora es cuando hay pueblo venezolano para
sacar frutos del trabajo y así dimensionar una profunda transformación social.
Los aprendizajes seguirán costando duros esfuerzos a nuestro pueblo porque así
tiene que ser: nunca serán de gratis.
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