jueves, 23 de febrero de 2017

AL MAESTRO IVAN LOSCHER



BACH
Iván:

Saludos.

En este tiempo de siglo XXI, por obra del hacer científico (¿Quién lo iba a decir?) he terminado confirmando las sincronicidades que tantas veces anunciaban nuestras abuelas. Esta mañana, insospechadamente, entre el bullerío, muchas veces fabuloso de la gente que viaja en el Metro de Caracas desde la estación Las Adjuntas, escuché una canción que me vino de algún adminículo digital desubicado temporalmente, y me sonó tan conocida pero, por una extraña lúdica mental, no atinaba a reconocer. Era como si la bendita canción me obligara a recordarla, desde un juego que tenía al olvido como árbitro. Fueron breves segundos en los que, como detenido en un espacio flotante de mi juventud, buscaba entre mis vivencias la increíble canción que se escondía entre los resquicios de la memoria. En esos espacios del vagón es difícil escuchar alguna canción de mi predilección adolescente. Al recibir el chispazo me llegó Neil Young con “Bajando por el Río”. ¿Cómo es posible que yo no haya reconocido este icono personal de mi experiencia musical? La he escuchado no menos de mil veces. Supe en el momento que se trataba de un mensaje cósmico. Obraba la ya aprendida Influencia Sutil desde mis estudios de la visión emergente. Esa tarde, al enterarme de tu cambio de plano, Iván, armé el código del holograma recibido y comprendí.

Los grandes medios difusivos hacen que las personas que por allí transitan apenas intuyan lo importante que han sido para otras, es el caso del medio radial. Tu paso por ese espectro me dejó algo imborrable y es bueno que lo sepas desde este espacio social y generacional que dejaste y que viajará al infinito de tu nueva existencia. Hay algunos sociólogos que no creen en lo generacional. En fin, uno termina creyendo en lo que quiere.


Adolescente de un barrio pobre de Caracas, tuve mi primer radio portátil de transistor para dedicar el ocio al azar de las programaciones del momento. El poste del zanjón me albergó con mis panas para escuchar lo que el tiempo nos iba a regalar. Me precio en decir que nuestra generación tuvo la fortuna de vivir un tránsito con diferenciaciones notables de las posteriores. Recibimos de ustedes la herencia irreverente de quienes se rebelaron contra las guerras y las hipocresías. Antes, nunca las juventudes tuvieron su propia ropa, su auténtica música, su mágica rebeldía bien definida, y una propuesta de paz que aún sigue vigente. Recuerda, maestro, que hasta los años 60, las juventudes fueron carne de cañón de los apetitos bélicos de reyes, banqueros y politiqueros sin que las voces nuestras resonaran. Gente buena como tú, nos trajeron una propuesta para ser jóvenes sin la vergüenza del regaño, del prejuicio ni de la represión.

Te oímos con una pasión que nunca olvidaremos. Aquella radio que nos hizo gustar la radio otra vez y que fundó un destacado emprendedor venezolano, nos trajo una pléyade de jóvenes para darnos la buena nueva de una música para nuestro corazón. Cada día, los grupos que fuimos conociendo y adorando, estrenaban canciones diferentes. No hablo de estas cosas con jóvenes de hoy, prefiero intuirlas, pero en aquella vez, mil ritmos y armonías nos regalaban cada día algo diferente de los grupos musicales (que así los llamábamos) y tengo mis dudas que esto pase igual hoy en día, con tanta genuidad.

Seguimos por años tu “Hora 13” de lunes a viernes a la una de la tarde. Tal vez tenga un record personal, pues llegaba del liceo y tu vital programa me esperaba con novedades e investigaciones. Los panas nos encontrábamos en las noches y quien no te había sintonizado preguntaba: “¿Qué puso el Iván esta tarde?”. Por lo general yo dirigía el recuento. Reconstruíamos tu creación radial con alegría, militancia, unidad, gusto, arte y cultura. Luego te esperábamos en el programa nocturno en donde colocabas lo pesado, lo duro y tus narrativas allí eran breves y efectistas.

La “Hora 13” nos aprendió la investigación cultural, la sabiduría, la apreciación artística desde la música para todo arte. Las canciones eran las más cortas, las que llamábamos “comerciales” aunque no traicionaban la calidad. Tu voz inconfundible se explayaba en descripciones nuestras o para nosotros. Tú nos edificabas el más hermoso cultivo musical jamás habido para unos jóvenes. Siempre recuerdo cuando estrenaste la obra maestra “Habitación movible” del gran John Mayall que nos dejó la sensación de que algo de los cielos se puede disfrutar en la tierra. Esperar y recibir de tu voz el célebre blus “Al Correr de los Años” cantado por esa leyenda llamada Erick Burdon o “La Vía del Tabaco” que el albino Edward Winter hizo monumento, nos volvía a la infancia como al escuchar el buen cuento que anhelábamos que nos lo repitieran una y otra vez. Además, ese nombrar cada uno de los integrantes de cada grupo con una velocidad vertiginosa nos agitaba la sangre y nos hacía sentir que eras un profesor fuera del salón o que el barrio era un salón de clases.

HENDRIX
(Olvidé el nombre del programa nocturno y) en ese fabuloso encuentro se me hace imperecedera la noche en que iniciaste con la palabra “Hendrix” e inmediatamente corrió su extraordinario blus “Casa Roja”, dándonos ideas para continuar el arte radial, morirnos de gusto y revivir de calidad. Fueron noches con Frank Zappa, el Zeppelín (como le llamabas), Pink Floyd, Crimson (a veces sin el King), nos aprendiste a adorar a Janis Joplin y a la versión original de la pieza “Cuando un hombre ama a una mujer” cantada por Steve Winwood que protestaba un pana a favor de la versión de Percy Slade porque al “Traffic” se le iban los gallos: ¡claro! Cuando el Steve la cantó (como tú nos decías) tenía apenas 17 años. Tú nos hiciste comprender desde este mensaje cósmico, los lazos con la genialidad de la obra “Ofrenda” de Vitas Brenner, las locuras siderales de Jerry Weil, el romanticismo de Frank Quintero, las díscolas aventuras de Johan Sebastian Mastropiero de Les Luthier y la radicalidad monstruosa de Silvio Rodríguez. Y casi como un colofón, Santana te sirvió para hacer la obra pedagógica de aproximarnos a Tito Puente, Mongo Santamaría, Eddy Palmieri, Larry Harlow y un largo etcétera.    

WOODSTOCK
La mayoría de los seres humanos solemos quedarnos en esta edad, la más bella que podamos vivir. Tú supiste darnos esos momentos inéditos para cualquier generación. Por supuesto, nos hiciste escuchar el álbum del fabuloso Festival de Woodstock de agosto de 1969 (que quede claro), quizás mucho antes que cualquier joven del continente o nosotros nos atrevimos a sentirlo así. Y contribuiste a darnos valor y bastimento para resistir el primer gobierno de Caldera, el más represivo con los jóvenes y con la cultura que haya habido en esta Patria. Allí nos hicimos, desde la música, los políticos que hoy defendemos una revolución en nuestro país: a veces se trabaja insospechadamente y el azar de la realidad se vuelve maravilloso.  

Tengo muchas vías por las cuales aprendí el sentido crítico de la realidad y una de ellas es el cultivo cultural que supiste hacer y ofrecer para nuestro ser joven. Ya politizado por distintas experiencias sociales, asistí con orgullo a la significativa entrevista realizada a Juan Pablo Pérez Alfonzo, donde participaste al lado de intelectuales de la estatura política de Domingo Alberto Rangel y el sacerdote Fuad entre otros, en lo que fue el libro “El Desastre”. Me sentí entonces orgulloso de pertenecer a una misma generación.

El sabio Stephen Hawkins me convenció de que la memoria (información llaman los científicos) no se pierde en los agujeros negros. Cuando me corresponda cambiar de plano, toda esta memoria viajará conmigo al confín del cosmos y sabré implicarme en alguna de las estrellas que describió Isaac Asimov en sus cuentos más sublimes. Allí resonará la guitarra de Alvin Lee, los reggeas de Jimmy Cliff o la bestialidad de Emerson Lake y Palmer.

Desde la poesía sabemos que la muerte no existe y los físicos de la cuántica nos han demostrado que es una abstracción. Siempre viviremos y en algún lugar del multiverso me encontraré de nuevo, escuchando la “hora 13”, en lo mejor de mis 15 años, silbando en el muelle de la bahía.


5 comentarios:

  1. Iván formo parte de referentes de la radio que en el país de alguna manera contribuyeron con los sueños e irreverencias de nuestra adolescencia. Hoy no somos adolescentes pero seguimos siendo soñadores e irreverentes

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  3. En mi primera adolescencia mi hobie era escuchar la radio cazando las canciones para grabarla en el cassette, esa experiencia era única y afirmo que no la cambio por ningún MP3 que pueda descargar con un clip!

    Una de las primeras voces masculina con la que experimenté la seducción fue la de Iván Losher, me gustaba porque sentía que me hablaba en secreto, su tono varonil pero dulce al mismo tiempo...
    La trasendencia de Iván me evocó una cantidad de momentos de mi adolescencia cuando cazar y grabar las canciones por la radio era toda una aventura... recuerdo estar en el cuarto con prima Ana Luisa escuchando la radio y nos imaginabamos cómo sería el rostro de esa voz que nos gustaba tanto... Mi tío entró y descubrió en lo que andabamos enseguida se rie y dice: "Ivan puede ser como Yo" inmediatamente dijimos... ¡Rafa Está Loco!

    Hoy descubro que Ivan tendría 70 o 71 años, igual que mi tio Rafa...

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  4. Agradecemos los comentarios enviados. Dan ganas de continuar con La Guarida. Reivindicamos a Iván Loscher, en su labor de comunicador, por la época también. No cayendo en el lugar común de que "todo tiempo pasado..." Hubo muchas experiencias inéditas desde lo social que marcaron la época que vivimos. La radio y la música, por ejemplo. Leí ya en los 70, del mismo Iván, un estupendo trabajo escrito, creo que para el Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias en donde nos explicó el por qué durante la década de los años 60 vivimos aquel auge musical. Cuando las grandes disqueras del Norte de EEUU y de Europa se dieron cuenta del enorme movimiento musical que insurgía decidieron poner en vigencia leyes antimonopolio que abrieron la posibilidad de fundar empresas disqueras que albergaran con Leygalidad producciones musicales de los nuevos grupos. Estas nuevas agrupaciones ya venían trabajando en sus propios espacios y hacían sus propias producciones musicales clandestinas. La EMI y la RCA Victor, como parte de las grandes compañías, abren el espacio a otras sociedades para la producción y difusión y esto hace simbiosis con el medio radial. Así como hubo nuevas empresas discográficas, hubo nuevas empresas radiales que innovaron y nuevos mediadores culturales como Iván Loscher que colocaron nuevas ideas, estilos y mensajes. Como juventudes, creo que tuvimos la dicha de ser la primera generación de jóvenes en el mundo que recibió un mensaje cultural propio, para sí, en sí. Nunca antes había sucedido esto, e Iván fue protagonista y propulsor de esta trascendencia.

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