martes, 11 de julio de 2017

EL MELODRAMA DE TODOS LOS TIEMPOS


«Rick: ¿Por qué crees que ayudaré a Víctor Laszlo?
Louis: Porque detrás de esa apariencia
cínica se esconde un sentimental.»


Cuentan que el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante (1929-2005) pasó sus últimos días londinenses mirando hasta tres veces el filme Casablanca (Michael Curtiz 1942) y quizás no le faltaban razones. Contiene este melodrama claves importantes que permiten ubicarlo entre los más significativos de cuantos se han filmado en toda Hollywood. El triángulo amoroso descrito en la trama es tal vez el más relevante de cuantos se han hecho. Los conflictos generados tienen el contexto de la guerra como escenario esencial. Los vaivenes dramáticos entre sufrimiento, tensión, pasiones, persecución, lágrimas desatados son imborrables. Las contradicciones evidentes —amor-odio; lealtad-traición; patriotismo-opresión; fascismo-libertad; secreto-verdad; objetividad-relatividad— se sumergen en el glamour prefabricado, para mostrarnos una genialidad tan cotidiana que a veces pasa desapercibida.


Con abrumadora sencillez se describe un conflicto amoroso, en medio del muy complejo escenario de la guerra. Como un antepasado de nuestro hoy archiconocido Indiana Jones, se nos presenta Rick Blaine (Humphrey Bogard), aventurero estadounidense que ha contribuido con la resistencia en Etiopía y luchado contra Franco en España, pero a diferencia del saqueador antropólogo que busca el arca perdida, nuestro héroe ancla en Casablanca (protectorado francés) para fundar un Café que lleva su nombre, como señal del individualismo que detenta y escondiendo por momentos un secreto en su evidente facha cínica y escéptica. Es admirado por el jefe policial francés Louis Renault (Claude Rains), quien se atreve a decir: “Si yo fuera mujer, me enamoraría de Rick”.

La fatalidad femenina

INGRID BERGMAN
El secreto de Rick estaba en París, al cual había llegado (se supone procedente de la España republicana que había sido derrotada por la falange genocida) con el objetivo de buscar algún contacto con la resistencia antifascista, cuando se encuentra con la bellísima noruega Ilse Lund (Ingrid Bergman) y así protagonizar un amor de antología. Al describirse como una pasión inusual, signada por los avatares del conflicto europeo donde los nazis ya invaden Francia, el secreto ronda el amor de ambos personajes, cuyo pasado pasa a formar parte de diálogos y besos: son dos desconocidos que se aman.

Hollywood nunca traicionará sus preceptos ideológicos básicos y uno de ellos (el más consecuente con el melodrama) es la fatalidad como signo de la contrafigura femenina. El secreto de Ilse Lund contiene los poderosos ingredientes del quiebre amoroso y la pasión se rompe en una memorable escena lluviosa en la estación ferroviaria parisina, cuyo insuperable dramatismo tal vez haya sacado millones de suspiros conmiserados hacia la figura de Rick, nunca antes repetidos en la historia del cine. Enamorarse de la mujer equivocada ha pasado y seguirá pasando en el melodrama cinematográfico, pero enamorarse de Ilse Lund sólo podía pasarle a Rick, el muchacho estadounidense, aventurero, amante de la libertad, quien habría de comprender en su Café de Casablanca el porqué aquella mujer, la cual amó y llegó a odiar, le dejó varado a las cinco de la tarde más triste de su vida.

El glamour de la guerra

No se ahogó en la indigencia, la vagancia y el alcohol Rick (como lo hubiera hecho cualquier hombre, si una Ilse Lund cualquiera lo abandona en medio de un palo de agua europeo con su sirviente al lado), en cambio, para pasar el guayabo y como buen gringo, nuestro héroe se montó un negocio de juego y alcohol en la ciudad marroquí; y le iba bien en su recodo individualista cuando la mujer fatal regresa de su pasado. Hasta ese momento, Rick jugueteaba con la vida desde su antro, hasta que coinciden allí una banda de nazis que buscan al patriota checo Víctor Laszlo (Paul Henreid) héroe de la guerra (no de la película) el cual representa la razón por la cual Ilse lo abandona en París, pues se trata del esposo al cual ella creía muerto.

Humphrey Bogard y Dooley Wilson
A través de este triángulo amoroso se narra la difícil travesía de refugiados y perseguidos por la guerra, quienes eran víctimas de traficantes de pasaportes y salvoconductos. No es nada casual la nacionalidad checa de Laszlo y búlgara de la pareja de jóvenes esposos, a quienes Rick ayuda a salir de Casablanca a través de la trampa en el juego de la ruleta, pues casi es seguro que ya en predios del cine gringo se cobraba a esos pueblos alguna dádiva ideológica, por pertenecer al este de Europa que ya se suponía caerían bajo el poder de los soviet si los nazis eran derrotados. También se describe el conflicto bélico que afectaba a las nacionalidades francesas y alemanas que tiene su climax cuando los soldados nazis cantan en el «Café Rick’s» un himno militar y en el mismo momento Victor Laszlo impulsa a la orquesta a entonar La Marsellesa, para que toda la gente en el Café termine cantándola; un ardid genial al mostrar la guerra desde el acto cultural. Más de un entusiasta de la audiencia debió derramar algunas lágrimas en todos estos años.
  
Destino Manifiesto

«El Tiempo Pasará»
Rendida en los brazos de Rick, para obtener los salvoconductos ya firmados por el mismo general De Gaulle y así escapar a USA, Ilse le dice: «Piensa en Victor, piensa en mí, piensa en todos nosotros». He aquí, expuesto en el melodrama más extraordinario de todos los tiempos, el destino manifiesto de los gringos: pensar en los demás para someterlos. Quebrados en el amor, arrinconados en el cinismo, atrapados en el individualismo, escépticos hasta los codos y aún así tienen el deber de pensar en los demás y por ende actuar por los demás. Y la clave de todo el drama, de la gran decisión que Rick debe tomar —elegir entre Laszlo héroe de la guerra y Él mismo por el amor de Ilse, como en todo melodrama que se precie— se la otorga el inolvidable tema musical As time goes by (El Tiempo Pasará) compuesta por Herman Hopfeld y el cual interpreta, con el arte del piano y la voz, el sirviente Sam Wilson (Dooley Wilson).

Sintiéndose con el destino del mundo en sus manos, Rick piensa para sí: «El Tiempo Pasará», por ello vende su negocio con sirvientes incluidos, decide darle los salvoconductos a Victor e Ilse para que escapen a USA y así convertirse en el Héroe de la Película. En un arrebato de rara pasión, el policía Louis se hace su cómplice por el asesinato del jefe nazi en el mismo aeropuerto (suerte que nunca falta a los gringos en los melodramas). Quizás, Rick comprende al final que, como el tiempo pasará, le esperan en el futuro algunos trabajitos para la CIA en la nueva configuración del mundo luego de la guerra (recordemos lo previsivos que son) y hasta a lo mejor sospeche que Victor Laszlo e Ilse Lund serán expulsados de USA por el macarthismo acusados de comunistas. ¡Qué melodrama, señores!     


AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2012

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