Hollywood ha hecho comedias por doquier
y ha tenido comediantes siderales, sin embargo, el filme Mejor Imposible (Brook, 1997) no ha tenido techo. Se pudieran
escribir enciclopedias de varios tomos, para tratar el tema de la comedia
hollywoodense, donde saldrían temáticas diversas, despliegue de recursos como
el género musical, actores y actrices para llenar álbumes, directores, épocas
y tal vez nunca finalizaríamos; habría siempre algo incompleto.
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MELVIN |
La comedia ha sido el mejor recurso de
la autodenominada meca. Ha servido a
la hegemonía audiovisual para entronizar su noción de entretenimiento. A través de sus recursos se desliza la banalidad argumental
que coloca signos en apariencia insustanciales, en voz de personajes; la
intrascendencia ética por la cual los valores terminan siendo los del estado que
domina al mundo; la despersonalización de los y las estadounidenses como pueblo,
detrás de un outsider que los
culpabiliza; el dimensionamiento de personajes de mítica ficción que por
momentos dan forma a la categoría de estrellas
y luego pierden luminosidad cuando el actor o la actriz avejentan sus figuras y
no hallan contratos. Quedan vivos los personajes en alguna parte del imaginario,
mientras los actores y actrices mueren. El escritor argentino Julio Cortázar (1914-1984)
aproxima esta noción en su significativo cuento Queremos tanto a Glenda.
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CORTAZAR |
El macartismo de la década de los años 40
y 50 del siglo XX tuvo a la comedia del cine como bandera alienante y Disney
contribuyó con creces a este proceso al dibujar Pinocho (1940), su más afilada comedia, cuando el personaje Pepe
Grillo (elegido por la hada madrina como la conciencia del muñeco de madera)
confiesa sin pudor: «¡Para qué necesita conciencia un actor!». La comedia de
Hollywood, a través del macartismo, tiene a esta exclamación como lema esencial.
La
comedia: dialéctica a la carta
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CHAPLIN |
El gran comediante del cine,
paradójicamente, ha sido a quien el macartismo atacó con más ferocidad: el gran
Charles Chaplin (1889-1977). A través de sus adoradas películas, aprendimos que
mientras más enredada la comedia es más elevada, pero la madeja lograda debe
ser sencilla. He aquí la dialéctica: enredos con sencillez. Aunque debemos
distanciar a Chaplin de Hollywood, ambos supieron guardar esta sagrada regla,
la gran diferencia ha sido la aguda y profunda ética lograda por Charlot, escamoteada
en Hollywood sin mostrar ningún remordimiento. Varias décadas hicieron falta
para el logro de una comedia de limpio e interesante argumento.
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JAMES L. BROOKS CON SUS ACTORES |
Asombra el excelente personaje labrado
por Jack Nicholson (Melvin), quien no había podido quitarse la extraordinaria impronta
del horrible Jack Torrence, dejada en el filme El Resplandor (Kubrick, 1980); en el premiado papel de escritor
solitario, demuestra su definitiva inmortalidad, al hacer del maniático que salta
los adoquines de la calle por guardar un orden con patológica insistencia. Así se
quemaba al lavarse las manos con agua hirviente y una pastilla de jabón que usaba
sólo una vez; así abría y cerraba la puerta de su apartamento en un juego
mental obsesivo; así botaba al perro de su vecino por el bajante del basurero
sin ningún miramiento. Geniales enredos, enteramente lógicos, graciosos y
conmiserados hacia un personaje que antes de ser repudiado por el resto de
comensales, por el resto de meseras, por sus vecinos, por el agente de arte
Frank (Cuba Goodwin Jr.) ya decíamos con la gracia de una audiencia asombrada:
«¡Este tipo está completamente loco!».
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CAROL ACOSA A MELVIN |
Sencilla dialéctica. Este tipo tiene una
obsesión que le lleva a apoderarse de un restorán, de una mesa, del servicio de
una mesera Carol (la ultra bella Helen Hunt) y de la tranquilidad del almuerzo
colectivo. A este escritor en crisis, quien lleva sus propios cubiertos desechables,
le ocurre algo genial para cualquier comedia: nos dice a la audiencia que se ha
enamorado de la mesera, pero ni él mismo se ha dado cuanta. ¡Tiernamente
genial! Vaya dialéctica: un tipo aborrecible, capaz de despreciar a una chica
de la editorial que admira sus libros, de molestarse porque se toque a su
puerta, de marginar a sus vecinos; nos permite seguir su mágico enamoramiento,
mientras recupera su autenticidad, su salud mental y la dignidad perdida. Es de
gracia suprema la escena donde acude al psiquiatra en su desespero por estarse
encontrando a sí mismo, a través de un amor que no se explica.
Tres
centralidades del enredo gringo
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SIMON |
La sencillez del filme gravita en tres
centralidades que se reparten la trama de manera cíclica, pulcra y lineal. Mientras
Melvin va saliendo de su alienación como resultado de participar en la vida, contribuye
a resolver el grave problema de salud que tiene el hijo de Carol y aún confuso,
también apoya a Simon (Greg Kinnear), quien afronta la deuda de dignidad que
tiene consigo mismo y con su familia. No escapa la trama al superman gringo de
siempre: macho que tiene dinero y soluciona; aun loco. Pero hay elevaciones
dignas de señalarse. Elevado Melvin, quien grita silenciosamente la enajenación
de una sociedad sometida a brutales fragmentaciones como producto del
consumismo y el miedo. Elevada Carol, quien vive atrapada en su situación de trabajadora
explotada y acosada por la crisis del sistema de salud. Elevado Simon, quien
sufre un ataque hamponil en un momento crucial de inversión y al quebrar, apela
a su poderosa sensibilidad para despertar la solidaridad humana.
Se representa una pequeña refriega entre
los prejuicios habidos en los personajes: Melvin frente al amor, Carol frente a
sus inseguridades, el Simon frente a su familia. Es magistral, el acertado y
sutil mensaje que destila la trama hacia su final: la soledad. Tal vez nuestra hilaridad satisfecha, impida en algunos
casos, percibir esta pista trascendental. Los personajes girarán por siempre en
nuestro imaginario, —aunque logren el sosiego como resultado de la amistad— en
el tendencioso carrusel de la soledad, ambientada al final cuando los dos
enamorados acuden a la panadería de madrugada: están solos y en la sociedad
gringa la soledad no es un valor edificante, es alienante.
Y
vivieron…
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¿LO CURÓ EL AMOR? |
En las culturas orientales del mundo, la
gracia no es venerada aunque sí apreciada; más bien se trata del más mundano de
los dones. Funcionarios y dignatarios tratan de no evidenciarla en sus
actitudes y conductas. En occidente la gracia es muy apreciada y venerada a
través de la comedia, porque cobra poder en los mensajes y sutileza para el
vivir. Los funcionarios occidentales han utilizado la gracia para manipular. La
gran potencialidad del filme Mejor
Imposible como comedia, es haber utilizado la gracia como pertinente y
sutil recurso, tanto, que se buscó reflexión en la audiencia con no poco asidero
en muchos casos. Gracia cuando Melvin se dijo con desespero: «¡Estaba mejor
como era antes!». Gracia tuvo la sutil vergüenza que sintió Melvin cuando Carol
le preguntó el porqué no utilizaba los cubiertos del restorán. Gracia tuvo la
reacción de Frank, cuando reconoció ser novio de Simon y enfrentó el abuso de
Melvin. Gracia tuvo la cantidad de discos programados que llevó Melvin en el
viaje y las demás gracias geniales, armonizadoras de la dosis de drama que debe
tener toda comedia, que al final enarbola como bandera la felicidad que alguien,
desde su butaca, siempre necesitará para recordar que es una posibilidad en la
vida.
AGRADECEMOS AL SEMANARIO LAS VERDADES DE MIGUEL POR LA PUBLICACIÓN DE ESTE TRABAJO EN EL AÑO 2012
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