Para
comprender la influencia sutil hay que adentrarse en los terrenos de
la complejidad, en la teoría del caos, en la noción cósmica de la
realidad y de la vida, y en la visión holográfica del universo. De
la influencia sutil saben desde milenios todos los pueblos
ancestrales de nuestra Pachamama, subestimados por más de cinco
siglos en los saberes donde pisan y en el cosmos que los alberga.
Tienen la visión compleja sin mucho esquema del método científico,
sin fórmulas ni telescopios para la microfísica, sin la arrogancia
que brinda el poder autoritario de la comprobación, aunque estos
recursos y aparatos tengan su propia dignidad. Precario como ha sido
el pensamiento occidental, apenas a finales del siglo XIX es cuando
comienza a desperezar y desmalezar la inextricable enredadera de
trabas de conocimiento que tejieron sus líderes en las diferentes
épocas, para así intrincarse en los nudos profundos del universo a
través de las miradas de la micro-física, del mundo micro-celular y
aproximarse y adueñarse de conocimientos y aprendizajes que
nuestros indígenas ya conocían y comprendían.
Aceptemos
que así ha sido sin al resignación que establece el desconocimiento
de los saberes ancestrales. Con occidente hemos bogado en el mar de
la comprobación, de lo numérico, de lo estandarizado. Sin embargo,
aunque hemos sido considerados parte de un holograma desplegado para
ser observado, numerado y comprobado, en realidad somos unidades de
una gran unidad donde cada vibración nuestra, toca con oculta
influencia, las sutiles cuerdas del cosmos que nos alberga y conmueve
nuestras energías en constante holomovimiento. Es ya conocido por
muchos el llamado efecto mariposa, al que se le ha otorgado
hasta el beneficio de películas de cine. Se trata de la energía
mínima que a la distancia puede desencadenar un cataclismo. A través
de este sentir se ha enunciado que el aleteo de una mariposa en
Bankok o en Zaire o en Montreal puede llegar a provocar un tsunami en
Valparaiso, Chile. Estas metáforas dimensionan la comprensión de
múltiples energías acunadas en los seres humanos; imperceptibles
fuerzas sensibles, no-racionales, no-causales, inmanentes,
implicadas, no correspondientes a poderes externos.
La
influencia sutil es posible en la naturaleza y en todo ser vivo puede
vibrar, porque cada manifestación de vida accede a la vibración
cósmica del universo y viceversa, moviéndose en el holograma de
manera vinculante, tendiendo a ser, siendo más probabilidad que
certeza. En el caso de los seres humanos y humanas la influencia
sutil se manifiesta implicada en los sentires más escondidos,
ocultos; diríase, subversivos. Mientras las influencias externas
caen en los humanos y están destinadas al dominio operando en la
fuerza, en la potencia, causando adhesiones visibles, la influencia
sutil, en cambio, se manifiesta en la impotencia, en la debilidad,
generando vibraciones imponderables en cada persona, para conformar
un tejido energético subrepticio inusitado, invisible, colectivo que
no tiene causa aparente, ni vínculos evidentes y todas las
integraciones que se manifiestan están veladas por lo mínimo, lo
pequeño, lo intangible. Es un error pensar que se puede manipular la
influencia sutil ya que su fuerza siempre va a emanar del interior
del holograma hacia afuera, nunca desde afuera hacia adentro. Lo que
viene de afuera configura efectos de atención, de alertas, de
interpretación, de fuerza, de potencia y sus incidencias se pueden
medir, valorar, en cambio lo que ocurre con la energía dentro, al
estar signada por la debilidad, la impotencia, mantiene una vibración
imposible de ser detectada, cuya reacción puede llegar a ser
incalculable. Desde la debilidad y la impotencia, la influencia sutil
desató una fuerza social en Venezuela que fue llamada Sacudón,
iniciada la mañana del 27 de febrero de 1989, cuyos vínculos
estuvieron tan ocultos, que aún hoy, muchos sectores lucubran cuáles
fueron sus causas, sin pensar que estuvieron movidos por efectos
no-causales.
TODO
FUE SUCEDIENDO DESDE ANTES DE FEBRERO
La
cólera que quiebra al hombre en niños,
que
quiebra al niño en pájaros iguales,
y
al pájaro, después, en huevecillos;
la
cólera del pobre
tiene
un aceite contra dos vinagres.
César Vallejo
A
finales del mes de octubre de 1988, ocurrió una reunión en la
Cátedra Pío Tamayo con sede en un lugar de la Universidad Central
de Venezuela (UCV), que albergó a personas pertenecientes a diversos
grupos y colectivos sociales de Caracas. La finalidad de este evento
era discutir y reflexionar acerca del seguro triunfo del candidato
Carlos Andrés Pérez en las elecciones que se avecinaban y las
medidas económicas que tomaría una vez se hiciera de la primera
magistratura que con seguridad impactarían en la vida de la
población. Estas medidas eran de corte neoliberal. Hubo esa noche
brillantes intervenciones, acertado análisis, acuciosas
interpretaciones y al finalizar tan trascendente tarea hubo un
sorprendente consenso; todos y cada uno de los participantes
coincidieron en que el pueblo venezolano iba a reaccionar ante las
medidas y no iba a soportar sin pelear aquella expoliación. Es como
si quienes allí estuvieron, hubieran vaticinado lo que iba a ocurrir
cuatro meses más tarde. ¿Por qué sucedió este vaticinio?
Nadie
de los allí presentes pudo decir cómo se manifestaría aquella
resistencia que se auguraba. A riesgo de pasar por supersticiosos,
aquella interpretación pasaba por ser más un presentimiento emanado
de la intuición que producía el análisis realizado, que una
certeza a la que se llegaba por caminos lógicos. He aquí dos de las
manifestaciones esenciales de la influencia sutil: la impotencia y la
debilidad. Ninguno veía en el pueblo del que se hablaba y del cual
todos se abstraían, se distanciaban, la fuerza suficiente como para
acometer una tarea tan dura como lo era adversar a un gobierno al
cual se le anticipaba una mayoría aplastante sobre cualquier rival
en las elecciones que ya se preparaban, como resultó en la realidad.
Dominado por el bipartidismo que se había turnado en el poder cada
lustro durante cuarenta años, mediatizado por trampas electorales
permanentes, engañado por discursos oficiales descarados, reprimido
por un aparato militar-policial de dimensiones brutales, acosado por
masacres de carácter social y política, sin ningún vínculo
político organizativo visible con fuerza alternativa al modelo
imperante, peligrosamente decepcionado de la política como ejercicio
imprescindible para solucionar los problemas sociales, era como para
tranquilizarse y confiarse, como lo estaban aquellos factores
hegemónicos que desde afuera operaban con una impunidad que rayaba
en la iniquidad o también, como para pensar que nada ocurriría
mientras el gobierno que se avecinaba imponía su paquete de medidas
neoliberales con las mismas dosis de represión y miedo.
Es
importante precisar un grave error que han cometido las hegemonías
desconocedoras de la influencia sutil en colectivos humanos,
comunidades y sociedades que los lleva a una peligrosa subestimación
de las diversas impotencias vinculantes que se mueven en debilidad,
creando condiciones para generar caos, cuando hay un orden que,
basado en la represión, no soporta ya más mediatizaciones ni
manipulaciones. La primera dimensión del pueblo venezolano que
subestimó la hegemonía fue la poderosa corriente histórico social
que acompaña su historia de luchas. Ésta viaja muy sutilmente en
todos los procesos que ha acometido y siempre era reprimida
brutalmente a través de los aparatos de seguridad de Estado.
Confiaron en que derrotada la guerrilla de los años 60 del siglo XX
y provocadas las masacres ocurridas en sitios como Cantaura y Yumare,
así como la persecución de los militantes de izquierda, el pueblo
no iba a reaccionar. Aunque es cierto que el movimiento de izquierdas
estaba casi completamente desvinculado de la realidad política del
pueblo, existía un subrepticio hervidero de organizaciones
alternativas que poblaban el tejido social, creado por los esfuerzos
autónomos de la gente. Cada una de estas micro utopías
desencadenadas a lo interno de estas pequeñas organizaciones,
generaba en el pueblo una impotencia ante los poderes institucionales
y una debilidad consciente que en la práctica intuitiva y de
sentidos tenía gravitación en la influencia sutil necesaria para
mantener expectativas que luego asombraron en la práctico desde
otros escenarios desplegados en lo porvenir y que fueron subestimadas
por los poderes constituidos.
LA
IMPOTENCIA INTERNA DEL PUEBLO
La
cólera que al árbol quiebra en hojas,
a
la hoja en botones desiguales
y
al botón, en ranuras telescópicas;
la
cólera del pobre
tiene
dos ríos contra muchos mares.
César Vallejo
La
impotencia es una manifestación energética que puede expresarse en
colectivo pero donde cobra sentidos inimaginables por su
desencadenamiento es en el ámbito personal. Como desencadenante la
impotencia así como la debilidad, no son tan decisivas en la acción
colectiva como cuando asalta a las personas. Basta con que una
persona sufra un colapso de salud en un vagón del Metro de Caracas
para que se genere la impotencia necesaria frente a esa debilidad y
se muevan entonces mínimas energías que terminan capitalizando
acciones sorprendentes: esas energías mínimas son disparadas por la
influencia sutil. No soluciona el colapso de salud de la persona que
cayó en el Metro, pero la influencia sutil obra como disparador
individual que se vincula rápidamente hacia lo colectivo para buscar
salidas.
El
cuerpo social en Venezuela sufría un colapso que la población
presenciaba con una impotencia estremecedora. La gran mayoría que
conformaban los estratos sociales más bajos sentían que se
aproximaba una catástrofe social colectiva producto de las medidas
económicas y nadie parecía tener la solución que detuviera aquella
marcha hacia lo predecible. Había dos nociones que se daban por
seguras, una: que las medidas impuestas afectarían gravemente la
aspiración social y dos: que aquellas medidas no serían impuestas
sin que una reacción popular se manifestara. No se sabía cuál iba
a ser la reacción, por dónde vendría, qué la desencadenaría pero
se tenía la intuición de que no habría medidas sin un
enfrentamiento con el pueblo.
Hubo
generadores de impotencia harto conocidos. La boda del año fue uno.
Mientras al pueblo se le anunciaba la aplicación de un paquete de
medidas draconiano, una pareja de hijo e hija de una familia burguesa
tomaba nupcias en medio de un derroche ampuloso y descarado de
recursos económicos que significaba una bofetada al rostro popular.
Otro generador de impotencia fue el acto institucional donde el
presidente electo Carlos Andrés Pérez se recibió como
constitucional y que no por casualidad fue llamado “la coronación”,
al desplegarse en medio de un espectáculo de repercusión nacional e
internacional en donde imperó el derroche, la arrogancia, la
soberbia, propias de un monarca bochornoso. Otro generador de
impotencia fue el Manifiesto denominado “No podemos callar más”
suscrito por comunidades eclesiales de base, muy vinculados a grupos
y organizaciones sociales desplegadas en la Gran Caracas y en todo el
país que denunciaba la terrible realidad que vivía el pueblo
venezolano, como producto de la represión, la violencia, las
restricciones, la pobreza. Un generador de impotencia que siempre
tiene un peso específico importante fue la bienvenida y el
beneplácito que manifestaron los gobernantes de los Estado Unidos,
ante la imposición de las medidas. Y quizás el generador más
importante lo constituyó la inmensa camada de grupos y
organizaciones populares de todo tipo que se batían en el seno de la
sociedad, a lo largo y ancho de todo el país, generando conciencia
desde los diferentes contextos, al margen del bipartidismo, las
elecciones, los partidos de izquierda y que impulsaban formas
alternativas de acceder a la política y colocaban un discurso
caracterizado por la iniciativa endeble, tibia, mas sí impetuosa. La
impotencia que crearon generadores como éstos, hizo influencia sutil
en cada persona para desencadenar una acción de la magnitud que
conocemos.
¿POR
QUÉ LA SOGA REVIENTA POR LO MÁS DELGADO?
La
cólera que quiebra al bien en dudas,
a
la duda, en tres arcos semejantes
y
al arco, luego, en tumbas imprevistas;
la
cólera del pobre
tiene
un acero contra dos puñales.
César Vallejo
Es
quizás el dicho popular que más ejemplifica la influencia sutil.
¿Por qué la soga revienta por lo más delgado? Sencillamente porque
lo hace desde un eslabón en debilidad. La soga recibe hacia su
impotencia (sin resistencia) una fuerza externa que despierta su
debilidad y ésta se transforma en un desencadenante. El cantor Alí
Primera ofrece un ejemplo clarividente en una de sus canciones,
cuando dice: “Jala que la soga se revienta”, en alusión a
aprovechar la debilidad habida en la fuerza impuesta desde afuera en
forma de impotencia. Un ejercicio de interpretación de este canto,
visualiza la posibilidad de la influencia sutil. También el Che
Guevara reconoce la influencia sutil cuando establece que el ritmo de
la columna guerrillera lo lleva el último de la fila. Se trataba de
los más débiles, los rezagados, los heridos, los enfermos
demostrando el poder de la conciencia. La fuerza que sacaba el Che de
la debilidad a que lo sometían los ataques de asma, no eran más que
una demostración de influencia sutil. El llamado Sacudón del 27 de
Febrero no se manifestó desde una acción expandida, con una inmensa
fuerza tangible que podamos medir, ni fue producto de un plan externo
que estaba escrito y previamente planificado en alguna parte, ni
contaba con extraordinarios y poderosos recursos para imponerse, por
el contrario, se constituyó desde una debilidad social extrema que
era reprimida y subestimada. Su inicio pudiera considerarse
insignificante, varias acciones y colectivos se atribuyen el
encendido de la mecha, a saber: una manifestación espontánea por el
alza del pasaje en el terminal de la ciudad de Guarenas o un
descontento autónomo de varias personas ante los precios de un
mercado popular o un grupo de jóvenes que irrumpieron en un negocio
y asaltaron sus estantes: hechos aparentemente insignificantes,
caracterizados por la impotencia.
Cuando
las gentes del pueblo salieron a la calle aquel día, comenzaron a
ejecutar un plan que se fue escribiendo sobre la marcha. Aunque
seguramente hubo muchos que se llamaron a ejecutar acciones en
colectivo, la gran mayoría de personas que irrumpieron (a ver, a
ser, a saber, a buscar, a encontrar) lo hicieron desde la impotencia
personal pues ésta es otra de las improntas de la influencia sutil.
La impotencia se puede compartir pero donde obra con más resonancia
es desde la persona. Se habla de que los barrios bajaron como fuerza
colectiva y es completamente cierto, pero esa fuerza se deslizaba en
la incertidumbre, absolutamente, no tenía un cometido, ni tenía por
qué tenerlo. Esa fuerza popular desmedida, desatada y sin plan, era
la obra de una impotencia trabajada desde lo muy pequeño, desde lo
sigiloso, lo secreto, lo íntimo, lo débil que no buscaba imponerse
sino irrumpir a su hora. Por esto, a nadie importaba que no tuviese
fuerza material, armas, vocería, líderes. Cada una de las personas
que obró en la calle aquellos tres días, antes de que llegara el
ejército, lo hizo llamado por esa campanada secreta que fue haciendo
vibración interna y decía a cada quien que algo había qué hacer.
Y aunque más tarde comenzaron las coordinaciones, la iniciativa
personal tuvo por algunos momentos un protagonismo que llegó en
algunos casos al heroísmo.
Cuando
la calle se transforma, de sitio para la cotidianidad, la conversa,
los amoríos, la amistad, el orden; en sitio de confrontación,
violencia, enfrentamientos, represión, caos, es porque han sucedido
eventos previos que marcaron ese cambio. Desde la influencia sutil
esos cambios pueden ser explicados e implicados. En el caso del
Sacudón del 27-F, la fuerza que desató los acontecimientos no puede
ser explicada porque está implicada en dimensiones que no son
tangibles. Es importante aportar en este punto que la Influencia
Sutil no explica el 27-F más bien lo implica. Implicarlo significa
que oculta su naturaleza, problematiza sus causas posibles, ofrece
pequeños indicios de la complejidad que lo señala, intrinca
cualquier efecto que haya producido, borra toda razón de ser en sí
mismo, como fenómeno, y la traslada a hechos externos para análisis
tangenciales, marginales de su esencia. Es por esto que el Sacudón
del 27-F como fuerza en sí mismo es inexplicable, sólo puede ser
explicado como fenómeno social no como el origen, que en realidad
fue, de una rebelión.
TODOS
LOS CAMINOS DEL 27 DE FEBRERO LLEVAN AL DOCE DE ABRIL
La
cólera que quiebra al alma en cuerpos,
al
cuerpo en órganos desemejantes
y
al órgano, en octavos pensamientos;
la
cólera del pobre
tiene
un fuego central contra dos cráteres.
César Vallejo
No
se trata de un error de fechas. Recapitulemos algunos hechos. El
Presidente Hugo Chavez venía siendo acosado en su labor
gubernamental por grupos de derecha, con particular intensidad desde
el año 2001, a través de cacerolazos, plantones, manifestaciones,
injurias promovidas por los sectores oligarcas con el apoyo de las
empresas privadas de la comunicación y la complicidad de los Estados
Unidos. Se sospechaba que había una conspiración para derrocarlo
mas no se sabía acerca de las magnitudes del plan. El 11 de abril el
Presidente es asediado en Miraflores, presionado para abandonar el
cargo; al negarse fue secuestrado por personeros vinculados al
ejército y conducido como prisionero a la isla de La Orchila. A
partir de la madrugada del doce de abril comienza a dimensionarse el
ejercicio de influencia sutil más extraordinario que conozca la
política de la Pachamama. Fue como si todos los efectos mariposa que
quedaron suspendidos aquel 27 de febrero de 1989 hubiesen tenido
continuidad una vez el Presidente es secuestrado y Venezolana de
Televisión es desconectada.
Un
inmenso silencio, sin lugar a dudas reflexivo, se posicionó en todas
las comunidades de la Patria venezolana. Entonces comenzó a crecer
la impotencia, ante la mentira que echaron a circular los sectores
usurpadores de que el presidente Chavez había renunciado. Esta
impotencia se vio acrecentada por las acciones ignominiosas que
tomaron los sediciosos al usurpar el poder a través de medidas que
contravenían la Constitución y las leyes del país. Un factor que
terminó de consolidar la impotencia fue la transmisión televisiva
no sólo de la auto-proclamación del entonces Presidente de la
patronal empresarial llamada Fedecámaras, sino de descarados
fablistanes que se ufanaban de haber burlado la opinión del pueblo
haciendo trampas y ejecutando mentiras a través de sus medios. El
sorprendente 12 de abril del pueblo comenzó a ser un laborioso y
rápido trabajo subterráneo de miles de personas que, coordinando
desde las conexiones ofrecidas por la influencia sutil, ejecutó
acciones que levantaron el estado de derrota y debilidad que había
dejado aquel 11 de abril en el movimiento popular, para preparar un
ambiente de victoria en menos de 48 horas. El colofón de este estado
de impotencia y debilidad en influencia sutil, lo constituye una
acción de cacerolazo que sin aparente coordinación, las comunidades
populares de Caracas ejecutaron en horas de la noche de aquel 12, que
no sólo sirvió para romper el silencio, dar múltiples pistas y
señales de lo que estaba pasando sino además, fue la
materialización del dimensionamiento de influencia sutil en que se
encontraba el pueblo que estaba a punto de convertir aquellas
impotencia y debilidad en una fuerza arrolladora que terminaría
expulsando a los usurpadores del poder, rescatando al Presidente Hugo
Chavez del secuestro del que fue víctima y regresándolo al sitio
presidencial del que fue expulsado ilegalmente.
No
es posible el 13 de abril sin el 12 de abril y ambas fechas no son
posibles sin el 27 de febrero. Cuando la gente sale a la calle el 13
de abril ya la influencia sutil había hecho su tarea el 12,
levantando acciones personales que tornaron hacia el sacrificio y que
luego se convirtieron en colectivas para generar poder y victoria. De
allí que la consigna, que se volvió popular, de que el Presidente
Chavez no había renunciado y que contó con la sorprendente y
heroica intervención del entonces Fiscal General de la República
Isaías Rodríguez, se haya convertido en el oculto estandarte de
influencia sutil que estaba desplegada hacia los poderes creadores
del pueblo. El Presidente Chavez también tuvo una intervención
inusitada de conexión con la influencia sutil que implicaba el
pueblo, durante el episodio de la comunicación que envía al soldado
desde el sitio de reclusión con la confirmación de que no había
renunciado. La condición de sigilosidad y secreto que rodeó a esta
acción no deja dudas. Y cuando éste regresa en helicóptero de La
Orchila a Miraflores, viendo desde el aire al pueblo en la calle con
ganas de arrasar todo a su paso, hasta llegar a terrenos de la
oligarquía, estaba viendo al mismo pueblo del 27 de febrero
desplegando su impotencia ya transformada en poder, esta vez con el
plan concreto de regresar a su Presidente y consolidar la Revolución
Bolivariana. Razones y sensibilidades suficientes como para seguir
las orientaciones de su líder, recuperar la constitucionalidad y
reivindicar la democracia en paz que hoy luchamos frente a un imperio
que de continuar en su ciego empeño, conocerá más de cerca las
fuertes huellas que han dejado el 27 de febrero y el 12-13 de abril
de victorias populares, contundentes e imperecederas.
Los epígrafes colocados en este texto integran un poema del escritor peruano César Vallejo
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