No
es nada nuevo estar en un experimento social, ser parte de un escenario que
manejan otros como agentes políticos o imperiales, sentirse como conejillos de
indias. Las hegemonías, los imperios, las oligarquías lo han hecho a través de
los tiempos. La idea experimental no vino con el método científico de la
llamada modernidad, por el contrario, es tan antigua como la aparición de los
seres humanos y humanas en la Pachamama, como la división social del trabajo y
los poderes dominantes que ha generado. La conciencia humana, desde sus
inicios, al observar y atrapar lo real, otorgó posibilidad de distanciar y
manipular lo observado, con mucha más fuerza, si tomamos en consideración el
poder que tenga. Pudiera ser interesante, en principio, bordear las líneas de
pensamiento trazadas desde la noción dialéctica entre fenómeno y esencia, entre
ser y cosa. Mientras más poder se tenga al alcance es mayor la posibilidad de
manejar los fenómenos para mediatizar lo real, lo esencial y así obtener
resultados que en la mayoría de los casos responden a los intereses de quienes
manipulan y en muy pocas oportunidades favorecen las tendencias de quienes son
manipulados. Quienes manipulan son, están en el fenómeno, lo manejan a
su antojo, por lo tanto acceden al ser, en cambio quienes son manipulados son cosas;
cosas distanciadas del ser, por lo tanto están negados a ser, no son esenciales
frente al fenómeno, están cosificados, son prescindibles.
El
filósofo francés Michel Foucault, como acertado epígrafe, coloca en uno de sus
libros la narración acerca de un monarca de la antigüedad humana llamado
Séptimo Severo, quien hizo pintar una gran bóveda celeste en el techo del lugar
donde recibía a otros dignatarios, para causarles la impresión de que tenía
poder sobre el universo, sobre lo desconocido y por tanto sobre las cosas.
Quienes han logrado construir grandes poderes, fabricaron desde tiempos
antiguos imágenes como ésta para dominar a las mayorías y hacerles creer una
falsa omnipotencia que los protege y así colocar en los imaginarios del resto
de la gente que el dominio exclusivo de ciertas técnicas les transforma en
dioses y por lo tanto -y esto es esencial comprenderlo- que su poder es eterno.
El
ataque a la luz eléctrica que produjo el apagón ocurrido en Venezuela desde la
tarde del día jueves 7 de marzo de 2019, como una evidente agresión imperial,
nos pudiera permitir, si nos dimensionamos en una espiral de ideas más
complejas, atrapar claves sociales, políticas, emocionales, espirituales para
aproximarnos a la comprensión de la realidad que se está desplegando y
colocarnos en ésta con la propiedad necesaria, como pueblo, para protagonizar y
no ser actores de reparto de un guión que manejan otros. Es signo de los
tiempos que vivimos en este siglo XXI, la fuerte tendencia de los poderes
hegemónicos a proyectar ideas en las mayorías, de que la realidad social es una
película que éstos escriben, fabrican y manejan a su antojo, en un guión donde
ellos tienen el papel principal y el resto son un relleno actoral que se puede
exterminar en cualquier momento.
EL
PROMETEO IMPERIAL Y OTRAS HISTORIAS DEL FUEGO
Si
analizamos el apagón de claro signo bélico contra el pueblo venezolano es
imposible dejar de lado, e incluso, darle sentido de inicio, de principio, de
esencia al mito griego de Prometeo. Como occidentales se está marcado por su
hermenéutica. Trata de que los dioses eran propietarios absolutos del fuego
(por lo tanto disfrutaban de la noción de luz, de conocimiento, de conciencia,
de inteligencia y del control de la relación con la oscuridad, además del
dominio sobre los otros elementos: tierra, agua y aire) y este personaje lo
roba para llevarlo a los hombres. Por tan grave transgresión es castigado con
las cadenas de la esclavitud y la eterna visita de un ave de rapiña que le
comerá las vísceras. Sus cavidades estomacales trepanadas pasarán por una lenta
regeneración para ser devoradas de nuevo por la bestia en lo sucesivo hasta la
eternidad. El robo de Prometeo no quita ni resta la propiedad sobre la luz a
los dioses, por el contrario, el castigo, acentúa esta propiedad y su control;
lo grave de la transgresión está en la anulación de la exclusividad deífica, la
colocación de la luz en una dimensión a ser compartida (como poder). Es
importante para los dioses, como propietarios de la luz, en la fundamental
mantención del control, ocupar a Prometeo (con el castigo) del ciclo eterno de
la regeneración de sus órganos, que significa echar a un lado la preocupación
por la conciencia, el conocimiento, la inteligencia, la espiritualidad, la
memoria que trae consigo el compartir la luz y andar ocupado por regenerar las
tripas que garantizan el alimento, la nutrición física, la gula, el hambre. Los
dioses continuarían disfrutando de la luz total, en cambio a Prometeo, junto a todos
sus paisanos, sólo le quedaría el repele escatológico de las penumbras que
significan un conocimiento limitado de la realidad y la entrega a lo que entra
por la boca y procesan las tripas: lo visceral. No es nada extraño que esa ave
prensora sea símbolo de dominio en casi todos los imperios conocidos por la
humanidad porque el policía de esas tendencias humanas en todas las culturas
siempre ha venido del cielo en forma de bien o de castigo. Los infiernos y
demás hades son meras cárceles eternas.
En
Venezuela está tomando pie, con huella repujada sobre la calzada social, la
letra del mito griego de Prometeo por obra de los agentes del imperio
capitalista. En los últimos años, sus agentes y lacayos internos están haciendo
gala lúdica con el manejo del elemento luz (eléctrica) aunado a la
sospecha que genera la leyenda urbana habida en el llamado proyecto HAARP,
sobre el imaginario de no pocas personas y colectivos, desde el cual, en el
sector yanky del imperio estarían manipulando elementos atmosféricos y
climatológicos para producir poder y dominio sobre el colectivo mundial. El
manejo de una lúdica sobre la luz frente al pueblo, implica imponer a las
mayorías la clásica imagen de omnipotencia en el manejo de estos elementos
(incluso como fuego) que les dé la sensación de poder (creado y abrogado) y por
consiguiente la posibilidad tangible de infringir temor, miedo, terror, sobre
las comunidades. Como se dijera en cualquier barrio popular: “Esto es más
viejo que la sarna”.
¿Dónde
están los elementos innovadores que les pudieran seguir favoreciendo (en el
importante caso de Venezuela)? Más que en el plan del hegemón, el cual es
importante descifrar constantemente para andarle adelante protegiendo los
intereses populares, esos elementos innovadores están en la mirada atenta y
protagónica que se puede y debe hacer sobre la realidad social que es donde se
despliegan las prácticas dominantes y las emancipatorias en pugna, más allá de
las apariencias creadas por el mismo hegemón para que andemos por las ramas del
análisis y no surquemos el tronco que nos permita acceder a las raíces de los
problemas y sus alternativas. La práctica nos viene diciendo que, empoderado
como está el pueblo venezolano de haceres importantes de la complejidad
política que son completamente inéditos (de allí sus victorias), está preparado
para continuar dimensionando miradas que le continúen dando pistas
significativas para descifrar los acertijos de la problematización frente al
hegemón y así encontrar las claves para continuar venciendo y abriendo espacios
de poder compartido. Este es un ejercicio de muchos ejercicios que se deben
hacer desde la práctica y no desde la pura teoría, ni de la sola escucha, ni
desde el bosque de manos alzadas y, además, debe partir de la mayor cantidad de
colectivos (miradas) posibles, de manera tal que se inmunice contra posiciones
totalizantes, homogenizadoras, sectarias, autoritarias, represivas,
partidistas, vanguardistas que reproduzcan al hegemón y a sus intereses dentro
de los mismos espacios populares emancipatorios. Mientras más particularizados
sean estos análisis, siempre con tendencia a la unidad del pueblo, mucho más
rica será su integración y la generación de otros análisis para las múltiples
vinculaciones. Esto ayudaría mucho al gobierno del Presidente Nicolás Maduro.
LAS
VARIANTES DEL MITO PROMETEICO
Al
control de la luz eléctrica, los agentes del hegemón no dejan de incorporarle
el manejo al estilo griego del elemento fuego como poderoso factor de dominio
(celestial deífico). Ya la amenaza de su aplicación fue anunciada a las
audiencias mundiales a través de la película Guerra Mundial Z (Forster, 2013), donde el fuego es utilizado por
los agentes para eliminar un virus (comunismo) que azota a la humanidad, en el
exterminio de la humanidad perdidamente contaminada y allí exponen la amenaza
final, explícita, de que el fuego será utilizado como arma total para reprimir
todo intento de rebelión. Con anterioridad se hizo similar colocación en la
película V de Venganza (McTeigue, 2005) cuando el elemento fuego es utilizado
por un líder supuestamente emancipatorio (clandestino) para afectar al hegemón.
Ha sido tan evidente el efecto que esta última película ha producido sobre la
realidad, que entre los mercenarios comprados que hoy están incendiando países
en nombre del hegemón, hay quienes utilizan la misma careta usada por el
“héroe” de la ficción cinematogŕafica. En todo caso, ambas películas tienen un
mismo objetivo: colocar el mito de Prometeo en el imaginario para establecer
dominio sobre las conciencias, con la siguiente premisa: quien domine el fuego
controlará la realidad y se igualará a Dios; noción importante que
desarrollaron el nazismo alemán con las impresionantes marchas de las antorchas
y el Ku Klux Klan con sus rituales satánicos de odio y racismo.
Es
también de antigua data la práctica con el fuego, porque el dominio de los
elementos básicos de la vida es signo de poder y viceversa; son los casos de
Noe quien fue informado sobre el diluvio, de Moisés al dividir las aguas.
Quienes encontraron en el sedentarismo de la agricultura la posibilidad de
arraigo y vida, repelieron con el fuego a las hordas que se resistían. Los
imperios han sometido a los pueblos con el fuego, debido a esto la palabra
“fuego” es la orden definitoria del fusilamiento. Se dice que el emperador
Nerón quemó la ciudad de Roma para afianzar su poder. La iglesia y todo el
catolicismo y su inquisición se impuso con el fuego de las cruzadas como arma
terrorífica. Cuando los europeos llegaron al Abya Yala, perpetraron la masacre
con fuego y lo atestigua el pueblo venezolano desde la historia del cacique
Guaicaipuro, quien fue quemado en su vivienda junto con su familia, por haber
encabezado la rebelión caribe. Adolfo Hitler invade la URSS en 1941, con la
cabeza aplastante del terrible tanque lanzallamas que luego de la derrota queda
sepultado como fierro inservible bajo la nieve del más rudo invierno jamás
sentido por esas zonas. ¿Por qué en el siglo XXI hay una diferencia del uso del
fuego en comparación con estas anteriores prácticas?
Desde
al año 2016, los factores imperiales y
sus agentes han promovido en Venezuela la utilización del fuego como importante
(y muy visible para las redes) factor de violencia contra la propiedad social y
las personas para generar terror y dominio, cartilla que están reproduciendo
desde el año 2018 (casi al calco) en Nicaragua. A pesar de la derrota
transitoria de este método, infringida por el gobierno del Presidente Nicolás
Maduro a través de la contención de inteligencia y del proceso de paz
constituyente, los agentes hegemónicos han producido esa sensación del manejo
del elemento fuego de supuestos sectores descontentos como desafío a los
dioses, cuando en realidad es al contrario, son los dioses (capitalistas)
quienes lo están utilizando con el fin de proyectar el castigo prometéico sobre
los gobiernos que quieran diferenciarse del plan neoliberal del hegemón. Con la
astucia de una propaganda avasallante, brutal y manipuladora han hecho creer a
la comunidad mundial que la rebelión del fuego en manos de jóvenes
supuestamente descontentos y libertarios, es un desafío popular contra la
omnipotencia de un gobierno supuestamente dictatorial y autoritario, cuando en
realidad es al contrario, se trata de una conspiración tramada por los poderes
hegemónicos que contrata pequeños ejércitos mercenarios de saboteadores
incendiarios para atemorizar y agredir a la población de un país y acorralar a
su gobierno que tiende a proteger los intereses populares democráticos y en
paz, en contra de los intereses hegemónicos guerreristas; es el mismo cartel
que vienen reproduciendo en Irak, Libia, Siria, Afganistán, Yemen y Palestina.
PISTAS
DEL FUEGO EN MANOS DE LOS PUEBLOS
Para
los poderes hegemónicos, la utilización del fuego es símbolo de terror, acoso,
represión, miedo, guerra, muerte y desmemoria, mientras que para los pueblos es
todo lo contrario. Una de las visiones más apropiadas acerca de la utilización
de este elemento como objeto de poder de los pueblos, no carente de belleza, la
dimensiona el escritor uruguayo Eduardo Galeano, con sorprendente revelación
premonitoria desde el pasado, en su magistral obra “Memorias del Fuego”, al
exponerla como recurso literario, lingüístico, histórico, sistémico, de la
memoria a favor del poder de los pueblos. Galeano logra, con extraordinaria
habilidad lectoescritural, dejar en el pueblo de pueblos de la Pachamama (más
que un recurso) un arma de defensa contra el olvido y la ignorancia en el
símbolo del fuego como luz histórica que les permita redimensionar su pasado,
sus sombras (en forma de engaños) y sus penumbras (en forma de manipulaciones).
El llamado en esta obra es a distanciarse completamente del mito prometeico
para promover la lectura imaginativa del fuego como suceso humano, acaecido en
todas las culturas del Abya Yala y tal vez lo más importante: validar todas y
cada una de las interpretaciones que esas culturas realizan desde ese logro de
encuentro con uno de los elementos vitales de la naturaleza.
Hay
otra pista importante que se encuentra en la declaración confrontativa
realizada por el apóstol cubano José Martí cuando, ya apasionado por la
libertad de su patria, enuncia la “hora de los hornos”, como sentido de
apropiación colectiva del fuego, no mediada por dioses, sino terrenal y apegada
a la antigua aspiración educativa de conocimiento y aprendizaje de los pueblos.
Esta idea fue tomada en la década de los años 60 del siglo XX por los cineastas
argentinos Octavio Gettino y Pino Solanas, para producir un documental homónimo
que tiene como guión el llamado hecho por Martí en forma de reunión e
integración continental para enfrentar al entonces imperialismo yanky, con la
integración de los planteamientos y la
práctica del guerrillero heroico Ernesto Che Guevara que motivó emancipaciones.
El lema martiano sustenta el sentido de que los hornos han sido encendidos por
quienes se apropiaron de la posibilidad de hacer fuego y no deja de ser un
aporte innovador en cuanto a la poética que supone dar calor, pasión, fuego,
luz y demás símbolos importantes, a las luchas populares antimperialistas.
Con
el fervor iluminista propio de la modernidad, el comandante Hugo Chávez dejó un
aporte importante que incluye al fuego en la dimensión religiosa, cristiana,
popular y espiritual cuando nos habla de las “Catacumbas del Pueblo”. Es la visión
utópica de la búsqueda (subterránea) de luz bajo el amparo de la dialéctica que
se despliega entre la oscuridad de la catacumba (cristiana) donde se encuentra
el pueblo marginado y perseguido, y la luz que ese mismo pueblo produce en la
reflexión constante de su práctica en la realidad. Recordemos que las
catacumbas son originarias del llamado comunismo primitivo. Chávez
llamaba siempre a sus partidarios (sobre todo a los dirigentes y funcionarios)
a ir a las “catacumbas del pueblo” para encontrar, además de sus carencias y
tragedias, su realidad de trascendencias, bondades y maravillas. A este relato
del Comandante, recopilado magistralmente en el estupendo libro Cuentos del
Arañero, le percibimos un significado relacionado directamente con el asombro
que le produjo su primer encuentro como político con ese pueblo en la calle y
sus intereses. Su metáfora se extiende a la interpretación de aquella fuerza
emancipadora que sintió y le hizo reflexionar acerca de incluirse con dignidad
en ese torrente histórico y libertario cuya complejidad debía estudiar,
sistematizar y comprender con el fin de proyectar y proyectarse en una
revolución popular. Esa idea de catacumbas del pueblo siempre la dio a
entender como una luz que, alumbrando al pueblo en sus oscuranas, tiene el
poder suficiente como para echar a andar y fortalecer a la Revolución. Esa luz
la colocó con mucha frecuencia en la vida y obra del Libertador Simón Bolívar y
en el aporte educativo del maestro Simón Rodríguez.
A
propósito del apagón del día 7 marzo es esencial problematizar, cómo ha sido de
alta significación para las luchas del pueblo este ataque del enemigo
histórico. Lejos de perjudicar estratégicamente sus presentes y futuras
incidencias, se proyecta con una fuerza importante en el aprendizaje que ha
dejado. Como lo decía León Trostky, se trata del látigo de la contrarrevolución
en la revolución que está moviendo al proceso mismo. Desde lo táctico es
indudable que pueden contabilizarse lamentables pérdidas de vidas humanas y
materiales, sin embargo, estar sin luz puede ser un estado de benéfico sentir
para el pueblo. En la relación dialéctica y poética entre luz y oscuridad ésta
última favorece al pueblo, por ser la estancia por obligación histórica donde
se ha formado su participación en los eventos; allí ha conspirado, aprendido,
asimilado, fortalecido, amado, resistido, triunfado. La luz (prometéica) ha
sido propiedad de las hegemonías y con ella ha intentado (y logrado) su
dominio; la oscuridad, las sombras, las penumbras son del pueblo porque les ha
permitido insurgir, visibilizarse y vencer. En la luz, el pueblo (como todo
espacio vivo) se destaca, en la oscuridad es invencible (si no que lo diga el
pueblo del Viet Nam).
Ha
sido un grave error de la oligarquía mundial, haber provocado el apagón del 7
de marzo en Venezuela porque el pueblo venezolano, en su salsa histórica,
fortalece su hábitat democrático, hacia un pertinente espacio político
integral. Las noches del día jueves 7, viernes 8 y posteriores, ese pueblo
venezolano buscó proveerse de su propio fuego, para alumbrarse desde su
ancestralidad, sin la ayuda directa de la luz eléctrica y con la contribución
subjetiva de un apagón proveniente de los factores del poder hegemónico que
lejos de perjudicarle están contribuyendo a la movilización de su propio poder.
Esto pareciera otro indicador más del descalabro definitivo en que se encuentra
la hegemonía capitalista. Alrededor de ese fuego el pueblo reunió sus fuerzas y
reflexiones para continuar resistiendo los embates de la reacción mundial que
lo acosa.
Sin
lugar a la menor duda, la metáfora que dejó el maestro Simón Rodríguez para
emparentar su experiencia de la fábrica de velas que fundó con el fuego de la
sabiduría popular se hace real en el diálogo de la resistencia en estos momentos.
A diferencia de otros sectores sociales (hoy autonombrados “ciudadanos” para
diferenciarse del “pueblo”) que tienen a la luz eléctrica como estandarte y
necesidad imperiosa del tener, el pueblo se atesora en oscuridad y se coloca
obligadamente alrededor de la fogata primigenia para continuar venciendo. El
hegemón continuará provocando el apagón eléctrico en el intento de perjudicar
al pueblo venezolano, mientras ese pueblo (terco como él solo) se colocará
alrededor de su propia fogata y así avivar su luz interior, para encontrarse
con el logro que (al parecer) la historia le tiene signado: vencer imperios.
PARA
CUANDO LLEGUE LA LUZ
No
es inexorable un inmediato derrumbe del capitalismo, mas sí está coleccionando
en su presente destartalado, una cadena de torpezas geopolíticas que marcarán
este destino definitivo. Hoy, como las últimas patadas que da el ahogado, se
coloca en ofensiva regional del Abya Yala, desde el cipayismo que gobierna en
algunos países, pretendiendo elaborar un esquema de dominio represivo y
burlesco que raya en el cinismo para imperar, defenestrando el derecho
internacional y la política a los ojos de los pueblos, sin embargo, está
contribuyendo a movilizar desde la debilidad y la impotencia de las fuerzas
populares que domina (no dominando) la influencia sutil que seguirá en
vibración constante para generar a su hora, la emergente salida de los pueblos
que reivindicarán a toda la Pachamama. El fin del capitalismo está cada vez más
cerca, así como la precipitación de una sucesión definitiva de victorias
populares. Imprescindible es estar educados, y por ende, preparados para tan
extraordinario evento histórico. No habrá espectáculo de farándula, ni
experimento politiquero que lo sustituya.
Saludos Profe Oscar.
ResponderEliminarLas Catacumbas del Pueblo han sido y son el epicentro de la lealtad y de las respuestas inéditas que usted refiere en tan buen artículo. Nutrirlas permanentemente de calor, pasión, fuego y luz, educándonos y preparándonos,con acciones productivas, es una forma de corresponderle a la lealtad que ellas han demostrado. Gracias por su aporte.
bns n extraordinario articulo sorprendente por demas mostrando las realidades filosoficas y la antologia poetica e historica ,este trabajo de relevente caracter critico y social me agrado darle una merecida lectura .felicitaciones . muchas gracias
ResponderEliminarSaludos Oscar.
ResponderEliminarMe pareció muy interesante tú artículo. Gracias por compartirlo. Yo lo reenviaré a algunas personas.
Suyín