sábado, 20 de julio de 2019

CUBA: 60 AÑOS DE DIGNIDAD Y UN LIBRO




Quienes vivieron la Revolución Cubana en la década de los años 50 del siglo XX con apasionamiento social y humanidad profunda, estaban asistiendo a un acontecimiento que cambiaba la historia de una Patria de nuestro Continente y de la Pachamama en toda su extensión. Siguieron el día a día de una epopeya agigantada en la medida en que se realizaba. Lograron atrapar el sabor de las victorias en las venas abiertas de lo real, acontecido en el teletipo de lo inmediato, en cambio, quienes llegamos después, nos formamos en la leyenda, en el encanto de las narrativas que se erigieron luego de las primeras hazañas, de las subjetividades que transitaron de los corazones a las voces de los pueblos. Obtuvimos la epopeya de las vivas anécdotas de los militantes, de la afición instantánea de los adeptos, de la devoción de los románticos, de la seducción juglaresca de los cantores, de las noticias periodísticas, del guiño hacendoso de los investigadores y de toda la inmensa bibliografía que se materializaba en libros, revistas y en lo que se lograba filtrar de los medios audiovisuales. Así fuimos configurando la extensión de una dignidad que luego de 60 años continúa incólume, ofreciendo los frutos de sus aprendizajes, bondades y lecciones.

A Cuba, desde su Revolución, se le puede visualizar desde cualesquiera de sus fascinantes evidencias y percibir la maravilla que deja el testimonio, la hermenéutica del acontecer, lo imperecedero de la vida en la cotidianidad, esos logros sociales indiscutibles. Desde la trascendencia de su líder fundamental, el ya legendario comandante Fidel Castro, pasando por ese aprendizaje ejemplarizante y contundente que nos han dejado como herencia, líderes de la estatura moral del comandante Che Guevara, hasta recorrer el camino de resistencia de su pueblo y contemplar la gama de dimensiones que nos hablan del por qué Cuba sigue allí parada firme, frente a un imperio que no ha cesado en atacarla, que no ha levantado un segundo de tiempo el bloqueo genocida e infame, y sin embargo constatar que su demostración de autodeterminación, su destino irrevocablemente independiente, su entereza ante el mundo, de dignidad Abya Yala es intachable.

La complejidad o sencillez de un libro nos pueden servir para pasearnos por ese antecedente de igual fascinación que dio como resultado que un proceso tan inédito para su época, fuese desplegando su hacer y sus perfiles combatientes de manera tan avasallante, tan increíble, tan imposible, hasta demoler a un ejército bien apertrechado por el imperio, llegar hasta la conciencia del mundo y hacerse la voz de los pueblos en la incorporación de su propio pueblo. Sabemos tanto del poder de los libros, como del por qué las hegemonías los persiguen y los queman; y de cómo los pueblos, en justa organicidad, los preservan hasta con sus vidas. Así el pueblo cubano ha preservado con celo supremo, amoroso, el libro La Edad de Oro del poeta y apóstol José Martí. Echando una mirada a la Revolución Cubana como literatura, como narrativa, como acontecimiento interpretativo de lo popular, nos encontramos con que en cada fluir de aquel movimiento que tomó el Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 y materializó una revolución, anduvo como duende activo y protector este libro estupendo que su autor dedicó, no sólo a los niños y niñas de Cuba sino a los de nuestro Abya Yala. Sus hermosas letras, sensibles temas, conmovedoras estéticas anduvieron como un miliciano especial en el palpitar de cada combatiente.

Una de las grandes virtudes del poeta en La Edad de Oro es el alto concepto que tiene de la niñez. Mientras no pocos autores, escritores e intelectuales del mundo subestiman la inteligencia infantil o la tienen en un estadio tan esquemático que termina minusvalorada en sus posibilidades, Martí tenía a la infancia en alta estima intelectual. Uno lee de cerca este libro (que en el proyecto originario ha sido una revista) y se da cuenta de cómo se trata de un libro sabio para sabios (en la consideración de que los niños y las niñas son sabios en potencia) esto lo demuestra en el lenguaje utilizado con tanta cercanía y sencillez, sin mezquidad ni mingoneo en ningún momento al conocimiento. Martí desencadena sus temas con un decir interesante, en el sentido de hablar con interés, de interesar a sus lectores y lectoras cautivos que son los niños y las niñas en avidez por atrapar la realidad. La Edad de Oro hace sentir a niños y niñas como seres importantes, vitales frente al conocimiento. Además de la belleza lingüística habitual en su escritura, nos presenta una deliberada utilización del lenguaje para atraer a esa edad hacia lectoescrituralidades poseídas de una original belleza. La magia martiana es muy poderosa ante lectores de cualquier edad y la conmoción provocada por La Edad de Oro en niños y niñas es de un poder espiritual perenne. Además, el libro comporta un llamado permanente a leer, a apoderarse de los bienes del conocimiento, de las armas cargadas con la razón, del bastimento onírico habido en la poesía. Este llamado hace del libro La Edad de Oro el lugar por excelencia de la niñez de nuestra Patria Grande.

Muchos editores habrán soñado con repetir el efecto cultural de La Edad de Oro y tal vez hayan obtenido algunos frutos, aunque donde la influencia ha sido más provechosa y fecunda para la libertad de los pueblos es en el terreno de lo político. Históricamente jamás se había realizado en todo el Abya Yala una defensa del Libertador Simón Bolívar poseída de tanta ternura, literariamente hablando, que en la expresada en el texto Tres Héroes. Es imborrable para quienes leímos en nuestra juventud aquel texto donde Bolívar es una familiaridad intensa, cercana y se le define de forma ingeniosa como Padre de la Patria. Y si miramos esa metáfora que emana de la presencia del sol como esplendorosa dicotomía social tan acertada entre las manchas y la luz, el ejemplo deja de ser ordinario para transformarse en excepcional.

Similar nicho verbal encontramos en la definición que el político maestro, el docente filósofo hace del decoro, tomada por el Fidel abogado, combatiente, retenido por la tiranía, para citarlo en su célebre defensa La Historia me Absolverá, y así dejar constancia del perfil de lucha que en ese momento se estaba labrando en los combates del porvenir. Es el mismo decoro que hayamos en los tripulantes del buque Gramma: heroico estandarte libertario atravesando los mares del Caribe; el mismo decoro del Guevara guerrillero cuando recibe el grado de Comandante en plena Sierra Maestra para llevarlo como triunfo de los pueblos del mundo; el mismo decoro del triunfo revolucionario en La Habana convertida en ciudad heroína del mundo, contado por nuestros abuelos comunistas con la admiración merecida para quienes aprendieron a leer el mundo en el poder poético de un apóstol pueblo, de un poeta guerrillero como Martí.

Y por allí continúa el libro, sencillo, subversivo, decoroso, entre librería y brazos, entre amores y confidencias mostrando las maravillas de una generación de jóvenes eternos, conocedores y conocedoras de la historia del mundo a través de una letra sabia que apostó a la infancia con la fe en su inagotable tesoro y la confianza de que si las cosas son genuinas serán retribuidas con las mismas virtudes, con iguales estandartes. Nos viene a la memoria, entre la infinidad de anécdotas que nos llegaron de Cuba en estos 60 años de dignidad a toda prueba, el momento en que a Fidel, prisionero de los esbirros, le fue preguntado por el líder del asalto al Cuartel Moncada y respondió con firmeza: “¡José Martí!”.


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