No
hay tránsito histórico más peligroso para los pueblos que ése dónde los
imperios demuestran una grave crisis moral en su modelo social. Son capaces de
las vesanías más atroces. Esto le sucede actualmente al capitalismo en su fase imperial.
La misma recuerda a la Roma del Nerón quemando sus casas y calles, aunque la
sospecha también recaiga sobre sus enemigos políticos, quienes supuestamente
esperaban una reacción popular en su contra. Revueltas hubo en el periodo que han
llamado Edad Media, provocadas por las oligarquías, con el fin de facilitar el drenaje
de los descontentos, la eliminación de cabecillas y líderes, la masacre de los pueblos, la frustración de
procesos populares.
Una de
las más sentidas y catastróficas revueltas para el movimiento revolucionario
del porvenir fue la habida en 1905 en la Rusia zarista, advertida por Lenin con
sagaz y profundo ojo político. La policía montada se dio banquete masacrando al
pueblo, los agentes secretos gozaron persiguiendo líderes, la prensa
reaccionaria se morboseó los mil y un cruces de información para satanizar la
claridad revolucionaria del movimiento. El zar y su política explotadora salieron
beneficiados y fortalecidos. Y el movimiento revolucionario quedó en la
desbanda, con muchos de sus líderes en el exilio, su propuesta desprestigiada,
su brújula organizativa sin dirección, su plataforma unitaria tácticamente desecha.
La revolución que creyeron a la vuelta de la esquina tardaría entonces doce
años más en madurar.
En
este instante se libra una situación en nuestro Abya Yala que, salvando las
distancias a que hubiera lugar, ofrece analogías y paridades dignas de
reflexión detallada y permanente, con las maniobras que las hegemonías urdieron
en el pasado, en contra de los pueblos en lucha perenne. Más que la búsqueda de
respuestas desde la especulación teoricista, sería interesante formularle
preguntas a esa realidad, con la finalidad de ampliar la visión: nada ilumina
más la vista política que una pregunta. Algunas de estas problematizaciones
deben flechar el alma de las incidencias inmediatas que atañen a lo particular
de esas acciones sociales, a lo singular de sus integraciones internas, a lo
regional de su cultura política; otro buen número de estas preguntas deben
fatigar la espalda del monstruo que sostiene la inmensa red de vínculos
regionales y mundiales, dinamizador de las relaciones de los grupos hegemónicos
y contra hegemónicos.
A la
par, esa voluntad indagadora, debe facilitarnos mirar de frente a las exposiciones
objetivas (tan castigadas con la manipulación por el cíclope mediático), y así
mediar con opción emancipadora, en la importante tarea de capturar el
intrincado tejido subjetivo habido en las avasallantes dinámicas, muy atado a
la complejidad trazada en el holograma social y al agujero negro de la
incertidumbre. Los intrincados designios de las acciones sociales desplegadas
en países del Abya Yala como Ecuador y Chile en los meses de septiembre y
octubre, donde las fuerzas comunitarias han tomado la calle para redinamizar a
la sociedad, exigiendo las cabezas de sus gobiernos, tienen el atractivo de ser
analizadas con estos parámetros problematizadores.
Algunas
preguntas básicas que nos adentren en la realidad pueden ser: ¿Qué similitudes,
además de querer deponer a una gestión de gobierno, existe entre ambas
sociedades? ¿Qué diferencias habitan ambas realidades? ¿Qué papel están jugando
los grupos hegemónicos en cada una de esas acciones sociales? ¿Cuál será la
resonancia de estas revueltas en los países de la región? En estos momentos se
percibe el agotamiento de las acciones en el Ecuador, cuando en su punto más
alto las consignas y las matrices daban por sentado que el Presidente caía; por
el contrario, Lenin Moreno ha salido fortalecido (con guirnalda de héroe) luego
de atrincherarse en su bunker, blandiendo los harapos de una paz dudosa en la
que nunca ha creído y para colmo de males, con la posibilidad de gobernar con
un cheque en blanco emitido por sectores unitarios ligados a la oligarquía tácticamente
triunfante, sobre la frustración del movimiento popular.
En
este instante en Chile se desencadena similar revuelta, con la diferencia de
que Sebastián Piñera enfrenta la crisis, enunciando el espíritu y las acciones
de una guerra frontal contra el pueblo en la calle, evocando en todo momento a
la dictadura militar de Augusto Pinochet y levantando los ánimos de los
sectores más reaccionarios que la añoran. A la vista del mundo, por lo mostrado
en las redes, la represión ha sido brutal, las muestras de solidaridad para los
grupos beligerantes han sido evidentes; las consignas que atacan a Piñera y
piden su destitución, cobran la misma altisonancia del llamado bélico del
funcionario. Su confianza en que se atornillará en el poder, luego de que esta
situación pase, se refleja y mide en los espacios que ocupa en los grandes
medios, su vocería canallesca. Saltan preguntas: ¿Se impondrá la avalancha
represiva que apuesta a la remembranza de un pasado dictatorial, asesino y
violador de los derechos humanos en nombre de la democracia? ¿Saldrá fortalecido
Piñera como demócrata matando gente? ¿Se agotarán las movilizaciones tendientes
a extenderse por todo el país en este momento? ¿Qué argumentos tendrá para
dialogar con los entes de la región, cuando sus aliados externos hacen
silencio, en conducta opuesta a la sostenida en la (ya superada) situación de
guarimbas inducidas en Venezuela en los años 2016 y 2017? ¿Quedará reivindicada
la violencia de un estado que retorna al fascismo por sobre el desprestigio de
los movimientos sociales?
El
gobierno de los EEUU hace silencio en medio de las más grandes interrogantes
que le atañen en la situación: ¿Hasta dónde tiene sus manos metidas en estas circunstancias,
su política que jamás descansa? ¿Cuánto le conviene a las águilas calvas del
Pentágono estas revueltas que parecieran tener el objetivo de servir de
catarsis social, mientras no se percibe en consignas y matrices del Movimiento
impulsor, un proyecto social emancipatorio que vaya más allá de la sustitución
de un Presidente? ¿Qué conviene más al sistema capitalista, la paz o la guerra?
¿Qué beneficios le traerá a la política de EEUU que Moreno y Piñera salgan
fortalecidos, como pareciera que sucederá? Ante este resultado ¿En qué
situación quedarán las organizaciones?
Es conmovedor ver en las redes a un hombre entusiasmado diciendo: ¡Chile despertó!
Y entre las preguntas que le haríamos están: ¿Estaba dormido Chile? Y si estaba
dormido ¿Cuán lejos o cerca está de dimensionar un proyecto emancipatorio que
desafíe a los poderes hegemónicos y a los cipayos que han vendido su territorio
y sus recursos? Importante es que el pueblo está en la calle y cuando esto pasa
es un signo siempre a considerar en toda mirada política con visos estratégicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.