Si la solución para el problema del vacío de poder en Estados Unidos no es el retorno al 39 tampoco puede serlo el retorno al 45 que vio la conversión de los Estados Unidos en el único polo de comando para el mundo capitalista. Tendría que presentarse una situación con un club o directorio en el cual varias potencias ejercen la dirección. Este panorama no es, digámoslo de una vez para despejar el terreno, ni el del 39 porque el directorio de aquella época estaba integrado por potencias pugnaces que se veían como enemigas y por eso concurrieron a una guerra mundial, ni tampoco el de 1945 donde no existía sino una potencia que se arrogaba la última palabra.
DOMINGO ALBERTO RANGEL BURGOIN
POLITOLOGO VENEZOLANO
En
el ejercicio del poder, sólo con más poder o el acrecentamiento constante de
ese poder se puede garantizar la perdurabilidad de su manejo. Es por esto que
nada más perjudicial y peligroso para esas dinámicas donde el poder es la
centralidad, que un manejo desacertado del vacío de poder.
Asombra
–no deja de asombrarnos lo que ocurre en este momento en Estados Unidos (EEUU)-
el despliegue de la Guardia Nacional alrededor de Washington, ante la
proximidad de la entrega (¡por fin!) de la administración del presidente
saliente Donald Trump al presidente oficialmente electo Joe Biden. Cualquiera
diría que se trata de una situación ocurrida en uno u otro país del Abya Yala o
del Medio Oriente o de África: sólo un mes atrás, nadie hubiera pensado que sucedería
de esta manera.
Reza
un dicho popular: “Dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces” que nos
despierta las siguientes interrogantes: ¿Por qué este despliegue de fuerza a
tantos kilómetros a la redonda del sitio protocolar? ¿Por qué este alarde
disuasivo ante una sociedad otrora modelo de democracia en el mundo? ¿A quién o a quiénes se quiere demostrar esta
fuerza interna? ¿Por qué esta demostración de un poder de fuego efectivo que es
harto conocido?
Evidentemente,
los sucesos del 06 de enero de 2021 constituyen el alerta de una crisis
inocultable en la vida política de EEUU. Nunca en la historia de este país se
había sucedido una situación de tan alta presión social que obligase a resguardar
la zona geográfica donde se llevará a efecto la toma de poseción de algún
presidente electo. También habla mucho del cable de alta tensión social que
tiene Donald Trupm en sus manos y del vacío de poder que toda esta situación ha
provocado, manifiesta en el mismo momento de la llamada toma del Capitolio.
EL
MANEJO DEL VACIO DE PODER
Maestros
de la política moderna, los agentes gringos son expertos en el manejo del vacío
de poder, tanto interna como externamente. En materia allende sus fronteras
tienen un extenso prontuario. Internamente han sabido utilizar las piezas
sociales con una genialidad que hiela cualquier pasión política.
El
primer vacío de poder lo experimenta aquella joven nación durante la llamada
Guerra de Secesión (1861) que enfrentó a dos fuerzas aún hoy latentes y en
pugna, con serio protagonismo en la crisis que ahora nos ocupa. La derrota del
movimiento esclavista no significó su merma, ni mucho menos su extinción; la
victoria de los unionistas no garantizaba su tranquilidad eterna, sobre todo con
el magnicidio en la persona del presidente Abraham Lincoln.
El
segundo importante vacío de poder se experimentó en el año 1929 con la quiebra
de la famosa Bolsa de Wall Street que arrancó de cuajo a Nueva York del centro
de la economía mundial y envió a ese país al oscuro rincón de la depresión.
Salir de ese peligroso lugar significó emerger como potencia mundial en
cuestión de veinte años, luego de la incorporación a la vida social, económica
y política de vastos sectores marginados, por quienes mantenían una práctica
conservadora y ultra-reaccionaria de la sociedad. Esto es logrado, debido a la
avanzada del presidente Franklin Delano Roosevelt que llevó a EEUU a la llamada
segunda guerra mundial y la trajo como potencia militar del capitalismo, supuestamente
victoriosa del conflicto (1933-1945).
Como
terrible lápida del american way of life
quedó el vacío de poder dejado por el magnicidio del presidente John Fitzgerald
Kennedy (1963), -hoy secreto a voces- víctima de una componenda tramada en los
intersticios del poder militar, la sobrevivencia de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) y las mafias de todo orden que influyen en las decisiones
políticas. Quienes promovieron este asesinato se las arreglaron para reacomodar
los factores de poder y así superar aquel vacío.
La
caída en desgracia del presidente Richard Nixon por el escándalo Watergate
(1974), trajo un inquietante vacío de poder influido por la derrota definitiva
del ejército gringo en Vietnam, el atrevimiento de aproximar las relaciones con
China y el embargo petrolero de los países árabes. Coaliciones entre demócratas
y republicanos sobrellevaron esta aguda transición social que traía en sus
brazos el cadáver íntegro del temido cuerpo de Marines desde la península de
Indochina, a la hoguera del desprestigio reaccionario en cada esquina de EEUU.
Otra
experiencia relevante de vacío de poder fue la experimentada durante el primer
gobierno de Ronald Reagan (1981) cuando se descubre el escándalo llamado
“Irangates” o “Irán-contras” provocado por la venta de armas por parte de
sectores del gobierno a sus enemigos iraníes con el fin de financiar a los
llamados Contras que pugnaban en la frontera para derrocar al gobierno
sandinista de Nicaragua. Para paliar tan increíble incoherencia, la plana mayor
del complot decidió sacrificar a mediadores de la importancia del oficial
Oliver North y así exonerar al Presidente Reagan de toda responsabilidad.
La
última experiencia de vacío de poder en EEUU fue enteramente ficticia y
provocada por las fuerzas más oscuras y ocultas de la plutocracia de ese país,
cuando tramaron el auto-ataque a las llamadas Torres Gemelas del Trade World
Center (2001) en Nueva York, que protagonizó como mandatario George W. Bush
hijo; cuya familia es socia petrolera de la familia Bin Laden y entre ambas,
actuaron en la comedia del supuesto terrorismo mundial al ataque, con la
finalidad de declarar a los pueblos una “Guerra Infinita” y contra un supuesto
enemigo inventado en sus laboratorios bélicos de información (Osama Bin Laden);
marramucia que en la actualidad han terminado por reconocer.
Quienes
aún duden del auto-ataque, deben leer el libro La Terrible Impostura escrito por el investigador francés Thierry
Meyssian.
Recordemos
que Bush hijo había sucedido a Bill Clinton (cuya vida personal convirtió su
gestión en un sainete porno-ejecutivo) y aun así, era tan impopular, que ganó
las elecciones a duras penas al candidato Al Gore, valiéndose de trampas urdidas
en los llamados Colegios Electorales, en una ajustada y muy cuestionada
decisión de un tribunal. Estos amañamientos le sirven a Donald Trump como
pretexto para regatear su actual derrota electoral y tener intimidada a la
humanidad entera. Si en algún momento EEUU ha mostrado facha de Estado
Forajido, ha sido en este periodo.
El
vacío de poder actual, alta y urgentemente analizable, ya está comenzando a
manejarse en las altas esferas de la plutocracia gringa como la posible
agresión de enemigos externos, necesitada de defensa de esos ataques. Las
barajas del supuesto terrorismo internacional y de la amenaza del comunismo
vuelven a las manos de los tahúres del Pentágono; tal vez como nueva válvula de
escape.
EL
PODER FORJADO POR TRUMP
Si
algo puede afirmarse acerca de la gestión de Donald Trump es que gobernó, cuestión
que jamás cobró impresión en su antecesor Barak Obama y que a Bush hijo le
costó el teatro del derribo de unas Torres Gemelas; pues se presume que jamás
hubiese cambiado su imagen de dipsómano e irresponsable jugador de golf
mientras la sociedad de EEUU se debatía en urgentes problemas internos. Obama
siempre proyectó una visión de bueno para nada o de funcionario flojo y señuelo
de otros que realmente gobernaban; uno de éstos fue precisamente Joe Biden,
asesor principal de la agresiva política exterior en la gestión del
expresidente afroamericano.
Al
llegar Trump a la Casa Blanca, se montó en el poder el grupo ario, responsable
de la visión neonazi del plan neoliberal en toda la Pacha Mama. Hasta 2016, el
fuerte de los gobiernos gringos había sido la altamente belicosa política
exterior, manteniendo relaciones internas híbridas del plan económico
neoliberal con paños de agua caliente sociales, para establecer coaliciones mediadoras,
sin embargo, el gobierno de Trump, ahondando mucho más sus agresiones al máximo
en el plano internacional, logró implosionar a la sociedad de EEUU hasta tal
punto que su gobierno proyectó una noción de poder no reeditada desde el
gobierno de Richard Nixon (1969-1974), a quien correspondió enfrentar a sangre
y fuego la alta tensión generada por el movimiento por los derechos civiles, el
rechazo mayoritario a la guerra de EEUU contra Vietnam desde finales de las
décadas de los años 60 hasta mediados de los 70 del siglo XX y el caso
Watergate en su contra que lo expulsó de la presidencia.
Por
vez primera en su historia, con Trump en la presidencia, en EEUU se promociona
abiertamente a los violentos, a los agresivos, a los Timoty Mac Veigh, a los
Unabomber, a los Klebold y Harris, a los James Holmes, a los cabezas rapada, a las
bandas armadas de la ultraderecha regadas por todo el país, a todo el
paramilitarismo organizado en las redes, a los promotores de los portes de
armas, a los vengadores anónimos, a los Charles Manson ocultos, a los patoteros
de la más baja ralea y se reanima también al Ku Klux Klan con nombre propio y
abolengo, bandas todas fascistas, ahora creídas con poder para hacerse de las
calles de pueblos y ciudades e intimidar al ciudadano que les venga en gana. Trump
ha gobernado con ellos y para ellos porque ésa es su coalición más importante,
verdaderamente estratégica. Por esa coalición puso en tensión al resto de
coaliciones tradicionales en un Presidente de EEUU.
En
el histrionismo político, imperial por demás, de todo presidente de EEUU están
dos caretas como en el teatro, a saber: la que tiene una sonrisa manipuladora
que llama a la conciliación y la que porta la mueca arrogante (el garrote
escondido) que llama a la guerra. Donald Trump borró casi completamente la
sonrisa hipócrita y ha gobernado exclusivamente con la mueca arrogante, con el
garrote de Teddy Roosevelt, en la disposición de hacer y continuar la guerra contra
el mundo a su manera. Externamente hasta estuvo a punto de sancionar al mismísimo
Papa Francisco (enviándolo a un sospechoso bajo perfil) e internamente ha
creado un poder paralelo al tradicional, en donde republicanos y demócratas se habían
estado chupando los mocos con tranquilidad parlamentaria, de allí que su acción
política marca una grave fisura en el bipartidismo creado por los cuáqueros.
Trump
dio una certera patada a la mesa de la representatividad donde todo acuerdo bipartidista
había sido sacrosanto porque sustituye la participación popular; además, se
burló de la legendaria Cámara de Representantes mandando al vicepresidente de
la República a no acatar sus decisiones. Trump lanzó el desafío del
protagonismo a sus fanáticos seguidores, con el impulso de sus peligrosas uñas
fascistas, llamándolos a tomar el Capitolio. Por esto es evidente el acuerdo entre
ambas bancas para cerrarle el paso a la relección en el reconteo del 06 de
enero pasado y dice mucho del impacto dado por Trump a la política tradicional
de EEUU, cuyo acuerdo entre republicanos y demócratas sometió a las fuerzas desatadas
en el Capitolio a una válvula de escape.
Además,
pareciera probable en lo próximo una división a lo interno del partido
republicano, dado el apoyo mayoritario que tiene Trump y en el cual hay que
manejarse con mucho cuidado de colocar la palabra “popular”.
Es
menester reconocer que el poder proyectado por Trump rebasó las fronteras y
reactivó un cipayismo neocolonizador en varios países de la Pacha Mama, en los
cuales sectores conservadores se han identificado con sus prédicas desde el
ejercicio de un peligroso fanatismo que prepara un futuro totalitarismo en todo
el orbe y en regiones como el Abya Yala, territorio donde aún no pocos suspiran
ante el retrato de Augusto Pinochet. Ejemplo europeo son los fanáticos militantes
del partido Vox de España amenazando personas y colectivos, los grupos atávicos
que gobiernan Croacia, los herederos de Le Pen en Francia.
Incluso,
mundialmente, nunca antes unas elecciones de EEUU alcanzaron el nivel de
atención y seguimiento de las recientes y su repercusión en las agendas de los demás
mandatarios aún está por verse. Como
muestra están las acciones de Emmanuel Macron en Francia, de Jair Bolsonaro en
Brasil y de personeros gubernamentales en Argentina que tienden a profundizar
la judicialización y criminalización de la protesta social y a seguir la
proyección del ejemplo de resistencia trumpista de cara a próximos comicios presidenciales,
parlamentarios y locales.
INTERLUDIO
DE LA VISION SIMBÓLICA
Desde
los espacios donde los mensajes y las imágenes exigen la mirada semiótica y se hace
necesario un paneo a través de las entrelíneas, mediaciones, hermenéuticas de sus
efectos, Trump ha impreso a su poder ya estatuido y reconocido, el sello de la
euforia fanática en sus adeptos y del miedo en sus detractores, donde se
encuentran los ciudadanos formalmente perfilados en las encuestas como
consumidores (de mensajes) y en el pueblo concreto como colectivo organizado, activo
y movilizado.
Es
ya evidente que, en el proceso electoral, Donald Trump se enfrentó a Donald
Trump, a sabiendas de su inminente derrota. A duras penas Joe Biden fue
apareciendo como fuerte candidato contendor en las últimas semanas de campaña
(no hacía falta antes), aun cuando las tendencias de victoria le eran adversas
al Presidente en sus pocas posibilidades de relección.
La
apuesta del equipo Trump estuvo en manipular al máximo el miedo que secuestraba
buena parte del poder subjetivo posible de su opositor, diseñando amenazas que podían
conducir al hastío, al cansancio, al agotamiento de los electores antagónicos y
así volcar su intención de voto a favor de quien los estaba agrediendo (una
vieja táctica goebbeliana); aniquilar el llamado voto castigo por miedo y agotamiento, vertiéndolo a su favor, fue
su apuesta puntual a boca de urna, por ello también forzó al reconteo en estados
clave y a la presión con demandas en los tribunales.
Es
sabido que en la subjetividad se encuentra el peso del paradigma en donde se
desenvuelve el sujeto: fe, creencias, emociones, anhelos, esperanzas,
sentimientos. La neutralización de esta subjetividad cosifica a la víctima de
esta manipulación. En este sentido es verificable la cosificación experimentada
por la imagen del candidato Biden, quien participó en las elecciones objetivándose
desde un espacio formal, distanciado de la refriega subestimadora planteada por
Trump hacia los votantes. Desde allí que los adeptos hacia la opción demócrata lograron
fortalecer su adhesión y sobreponerse al chantaje, inclinando su opción de
voto, no necesariamente en favor de los demócratas, ni de Biden sino en contra
de Trump.
Es
por esto que cuando, desde el miedo y el agotamiento, Trump no logra conseguir
los votos necesarios para voltear unos resultados que de antemano le eran
adversos, apela a la exacerbación del miedo y el agotamiento cantando fraude y
generando incertidumbres y dudas. El manejo de ese poder subjetivo obró en la
toma del Capitolio, en donde no se registró ni una sola manifestación (in situ
ni en las redes) en favor del candidato Biden, obviamente cosificado en su
imagen. La actitud del mundo entero fue: “Allí viene el Loco (Trump) con su
gente, aguántenlo”.
Trump,
animado por los sectores reaccionarios que logró levantar y revivir, se
enfrentaba a un Trump rechazado totalmente por los sectores a los cuales
desafió, marginó, estigmatizó, amenazó, golpeó, arrinconó, asesinó. Quizás sea
la primera vez que cualquier mandatario logra amasar este poder de anular la
figura subjetiva del candidato opositor en unas elecciones presidenciales que
tenía perdidas de antemano. Nunca habíamos visto el miedo generalizado en una
población (mundial): de quienes temían su victoria y de quienes también tenían
miedo de su derrota. A muy pocos importaba si, en el bando contrario, el
victorioso o el derrotado era Perico de los Palotes o un tal Joe Biden; lo
importante era que ganara o perdiera Donald Trump.
BIDEN:
CON NOMBRE DE PASTA DENTAL
Fracturado
gravemente el bipartidismo en la turnancia del poder político en EEUU, queda un
gigantesco vacío reclamado con toda lógica por su creador: Donald Trump. Era y
es el objetivo cumplido a cabalidad por sus ocultos mentores ario-neonazis. Ese
poder que Mike Pompeo destacó en número de 49 millones de votantes y su inmensa
base social, llamando de paso a no desestimar, queda allí como una papa
caliente en las manos de un Joe Biden que deberá sortear las posibles coaliciones
a construir y fortalecer de un partido demócrata que, junto a sectores
mediadores de los republicanos, todavía andan asimilando los efectos del asalto
al Capitolio Federal en su golpeada representatividad.
Biden
deberá dar los primeros pasos de su gestión, con una sensación de desgobierno interno
espeluznante, porque si algo ha hecho Trump hasta últimos instantes de irse de
la Casa Blanca ha sido gobernar, con los fines más retrógrados y para las
clases más reaccionarias internas y de la Pacha Mama ya nombrados, pero ha
gobernado, tanto que, para tratar de detener esta acción ejecutiva, la
coalición tradicional demócrata republicana busca un segundo juicio político en
su contra que lo inhabilite.
Tanto
costaba y tan poco mostraba esta intentona de juicio que cada vez que la
senadora Pelosi abría la boca hacia el Pentágono refiriendo el tema, cualquiera
de sus águilas calvas, prácticamente la mandaba a lavarse ese paltó, en grave
deslegitimación de la Cámara de Representantes (haciendo consenso con su
Presidente). Pareciera que, para iniciar su gestión, Biden deberá mostrar lo
mejor de su ya publicitada sonrisa, pues el regreso de Trump dentro de cuatro
años (o antes ¡Quién puede saberlo!) está cantado y viene a recoger este saldo
subjetivo que dejó regado como hiedra, en el suelo agotado del otrora gran país
del Norte. De seguro espera encontrar los frutos ya cosechados de los terribles
monstruos del supremacismo pidiendo venganza.
EL
PODER EN EL OJO CONTRAHEGEMÓNICO
Puede
llegar a ser hasta delicioso, regodearse en el examen analítico de los
ejercicios del poder, en el ojo de la hegemonía. Si algo nada oculta el hegemón
son los indiscutibles mecanismos del poder que ostenta e impone. Todo el arte
de la antigüedad hasta hoy (sobre todo en el teatro) desde Sófocles, Plutarco,
Shakespeare, pasando por Maquiavelo, Goethe sucumbieron con legítimo interés a
las mieles hermenéuticas de esta seducción.
¿Y
cómo anda el ejercicio del poder en los espacios de la contrahegemonía? Importante
pregunta y yendo más allá: ¿A quienes transitan esos espacios les importa esta
pregunta? Vista la historia desde el campo de la izquierda, del accionar
revolucionario, la tendencia ha sido repetir los mismos modelos hegemónicos del
ejercicio del poder y sus mismos vicios. A no dudar de las dificultades
imposibles de superar ante esta cruda realidad, si la manera como se trata de
dirimir el poder tiene el mismo perfil, las mismas tendencias habidas en las
estructuras oligárquicas y la simpatía morbosa si no se marca la digna distancia
necesaria.
Es
que el peso y las dinámicas de este ejercicio del poder inundan a todas las
sociedades. Desde la familia, pasando por los ejercicios educativos, los
tránsitos culturales, las instituciones, el Estado, los gobiernos, los grupos
alternativos que asoman la denuncia con aliento emancipatorio; a todos influye
esta manera de ejercerlo.
Una
muestra de esta tensión política constante, la encontramos en la reciente declaración
realizada en México por la organización alternativa “Comité de Padres y Madres
de los 43”, agrupación de familiares que denuncia y reclaman a sus hijos
(normalistas de la escuela rural Ayotzinapa) desaparecidos desde el 27 de septiembre
de 2014, responsabilizando a las policías municipal de Iguala y estadal de
Guerrero; los mismos hacen saber a la comunidad su deseo de marcar distancia de
uno de sus miembros –Felipe de la Cruz-, por haber decidido en agenda propia e
inconsulta, presentarse como candidato a diputado por el estado de Guerrero en
opción plurinominal.
Aquí
está una evidencia más de cómo aquel ejercicio del poder en el ámbito de la
estructura hegemónica influye en las posibilidades organizativas de los pueblos
y sus organizaciones autónomas. Esta persona, quien decidió anular su
subjetividad alternativa en favor de la fabricada por la estructura hegemónica,
puede llevar cualquier nombre; incluso el de Artemio Cruz (aquel personaje de la novela del mexicano Carlos
Fuentes). Es una historia que se repite una y otra vez ante la amplia carcajada
del hegemón capitalista. De la escapada de estos artemios, dejando atrás las
causas alternativas de los pueblos y aprovechándose de las mismas de manera
personal para ocupar cargos, se alimenta y sustenta en buena medida, la barriga
ahíta de poder de la hegemonía.
Propuestas
contrahegemónicas del ejercicio del poder existen y han existido. Hay que
continuar estudiándolas, analizándolas, nutriéndolas, practicándolas, resignificándolas,
reinventándolas. Ni por asomo se tiene la última palabra en esta importante
dimensión de las luchas. Apenas nos atrevemos a rozar pistas del tema, desde la
mirada en el ajeno ejercicio del poder de la hegemonía, en la incesante búsqueda
de contribuir con su derrumbamiento y de fortalecer ejercicios del poder desde el
ojo propio, con aliento transformador, emancipatorio y sobre todo de
diferenciación.
También
sería importante buscar el interés de las juventudes que recién acceden al
ejercicio de la política para que dialoguen con distintas alternativas de
ejercer el poder y no se los trague la hegemonía y sus ya trillados vicios.
EL
TRABAJO POLÍTICO CONTINUA
Volviendo
al Norte, tal vez en ese impulso asaz autónomo, ocupado por el
estadounidense-pueblo dentro del espacio alternativo abierto por la fuerza reaccionaria
del mismo Donald Trump y su patada a la representatividad, a través del cual
pudo vencer transitoriamente el chantaje productor de miedo y agotamiento para
enfrentar al supremacismo en las elecciones, estén claves importantes que
sirvan a los pueblos que somos, para fortalecer nuestras luchas, desde
ejercicios de la democracia y del poder, totalmente diferentes a los planteados
desde la hegemonía capitalista.
Es
muy frecuente en política que el enemigo desde su práctica nos muestre pistas y
claves para las luchas del pueblo que somos y hay que saberlas observar y
analizar. En este caso, la patada a la mesa de la representatividad dada por
Trump en su país, además de ser el accidente proselitista provocado por su díscola
arrogancia fascista, es también un indicador más de la crisis política e
histórica que viven los espacios de asambleas nacionales, congresos y demás
cámaras parlamentarias donde la llamada participación protagónica del pueblo es
apartada en las calles y distanciadas de la incidencia y las decisiones
políticas. En esos espacios institucionales que sufren la metástasis artrítica
de la politiquería, más de un tomate o un zapato desea lanzar cualquier hombre
o mujer del pueblo, como rechazo a su inoperancia. Ya lo decía el maestro
venezolano Simón Rodríguez: “Los pueblos pueden vivir sin reyes y sin congresos”.
¿Cuáles
serán las formas más idóneas y significativas del ejercicio del poder para organizar
nuestras luchas con fines emancipatorios? Más que respuestas, esta
problematización requiere del concurso de otras importantes preguntas
dinamizadoras del ejercicio político porque, al fin y al cabo, las respuestas
siempre las dará la praxis y si la misma es revolucionaria y transformadora de
la realidad, tiene opciones de servirnos a los pueblos para liberarnos del
capitalismo y dimensionar otros espacios emancipatorios que fortalezcan el
porvenir en el ejercicio de nuevas y diversas formas de ejercer el poder.
Excelente análisis que incorpora diversas aristas, que merecen considerarse para actuar mancomunadamente, antes que nos acaben a todos, ideas fundamentales que compartimos. Saludos. Franklin.
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