Caracas
16 de septiembre de 2016
Querida Maestra:
¿Cómo
no querer a una maestra? La que nos guía, la que nos orienta, la que tiene en
sus manos el presente inquieto de la niñez, el porvenir eterno de nuestras
sociedades. ¿Cómo no quererla si es que su trabajo es el más elevado del mundo?
Nuestro poeta cumanés Andrés Eloy Blanco recitó: “La Madre es el primero / El
Maestro es el segundo ciudadano de la tierra”.
Siéntase
querida por mi familia y por mí. Usted tendrá en su digna aula de clases a mi
nieta. En sus manos sabias y preocupadas dejaremos cada día nuestro tesoro, que
se une al inmenso tesoro del alumnado que con esfuerzo Usted contribuirá a
educar en este año escolar.
Nuestra
nieta es como todas las niñas, inquieta, observadora, hacendosa, imaginativa,
terrenal, coqueta, tierna; sabe ser tan tímida como insinuante: futura y
maravillosa mujer. Es como la naturaleza que descubrió el sabio griego
Heráclito: “Le place ocultarse”. Le gusta la danza, la maravilla de mover el
cuerpo con la música. Tal y como el abuelo que le está escribiendo, es
excelente dibujante a su edad y promete como yo, ser artista de la plástica. El
juguete que más le gusta es el que ella inventa. Suele comer crudo el aliño de
las comidas, sobre todo el ajo, las chucherías de costumbre y es como todo ser
humano muy sensible.
Desde
hoy estará en su aula. Lleva la misión de quererla como toda maestra venezolana
se merece.
Con
afecto y gratitud
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